(CNN) – Para un ejército propenso a enmascarar sus movimientos, seguramente la peor manera de camuflar una posible invasión a otro país es prepararse abiertamente para hacerlo.

Esta es la paradoja ante el visible aumento del poder militar de Rusia en el oeste, cerca la frontera con Ucrania. Si Moscú quisiera revertir su estancamiento militar alrededor de la región separatista de Donbás ––cuyo control completo bloqueó de Ucrania en 2014–– ¿querría dar pistas de sus movimientos de manera tan descarada?

Las señales de Rusia son obvias. Videos publicados incesantemente en redes sociales muestran convoyes blindados que se dirigen a la zona fronteriza. Esto llevó a los investigadores de inteligencia de código abierto @CITeam_en a detectar una concentración de probablemente cientos de vehículos, no lejos de la ciudad rusa de Voronezh. El lugar está a más de 160 km de Ucrania, pero es una acumulación considerable que quedó captada en imágenes satelitales de la compañía tecnológica Maxar.

Una acumulación de vehículos en la zona de entrenamiento de Pogonovo, vista en la imagen satelital de Maxar.

La Casa Blanca dijo esta semana que Rusia ahora tiene más tropas cerca de la frontera de Ucrania que en cualquier otro momento desde 2014, cuando se anexó la península de Crimea. Informes de inteligencia militar evaluaron que, más hacia el sur, unos 4.000 soldados rusos fuertemente armados fueron vistos moviéndose en Crimea, dijo a CNN un funcionario de defensa de Estados Unidos.

Moscú también ha anunciado una serie de medidas, en lo que parece un intento por mostrar su determinación. El ministro de Defensa de Rusia, Sergei Shoigu, anunció inspecciones rápidas de preparación para el ejército. El designado del Kremlin para el conflicto, el subjefe de la administración presidencial Dmitri Kozak, dijo que Moscú saldría en defensa de la población del este de Ucrania en caso de ser necesario, como casi siempre lo ha insinuado. Y señaló que el comienzo de un conflicto sería el “principio del fin de Ucrania”. Las declaraciones de Rusia son bastante ruidosas.

Del lado de Ucrania, el presidente Volodymyr Zelensky trasladó algunas unidades más cerca de Donbás e hizo un viaje de muy alto perfil al área este jueves. Tal como le sucede al presidente de Rusia, Vladimir Putin, los índices de popularidad de Zelensky no son muy buenos. Su tono fue de paz. Intentó estar cerca de las tropas, consciente de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha dicho que lo respaldará.

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, (a la derecha) saluda a un soldado durante su visita a un frente en Donbás, Ucrania, el 8 de abril.

La Casa Blanca dijo que está “cada vez más preocupada por la escalada reciente de agresiones de Rusia en el este de Ucrania”. También, funcionarios estadounidenses han insinuado que podrían enviar buques de guerra al mar Negro, una señal de una implicación mayor en el área, aunque aviones estadounidenses han estado vigilando regularmente esa zona. La canciller de Alemania, Angela Merkel, le pidió a Putin que retirara sus fuerzas durante una llamada este jueves. Todo el mundo se está poniendo muy nervioso, muy rápido.

Las especulaciones sobre qué sucederá ahora en la mayor guerra en territorio de Europa en dos décadas son tan extensas como el Kremlin seguramente espera que sean. Mientras tanto, el único precio que paga por ahora es el del combustible que necesita para mover un montón de tanques.

La pregunta clave

La pregunta clave que aún no tiene respuesta es cuál sería el objetivo de Rusia en una intervención militar. Algunos analistas han especulado que podría inundar las áreas separatistas y las zonas de conflicto adyacentes con una enorme fuerza rusa de “mantenimiento de la paz”. Un grupo que estaría diseñado para imponer su voluntad y sus normas en el área, y que llevaría a anexar efectivamente y de lleno el Donbás.

Sin embargo, esto prácticamente garantizaría una respuesta de Occidente, al principio probablemente a través de sanciones. También le daría a Moscú básicamente el mismo control que ahora tiene sobre esas áreas, aunque poniendo en juego la vida de muchos soldados y armamento. Se trata de un gran esfuerzo para no obtener resultados. Y entonces por eso probablemente no sea tan favorable para el Kremlin.

Un militar ucraniano en una trinchera de primera línea con los separatistas que apoya Rusia, cerca de la ciudad de Zolote, en la región de Lugansk, el 8 de abril.

La segunda opción que consideran los analistas es la creación de un corredor terrestre entre el Donbás separatista en el este y la península de Crimea. Durante años, el agua ha sido un recurso escaso en Crimea. Se trata de una crisis que, según me advirtió un alto funcionario de Ucrania, podía llegar a un momento crítico en el verano de 2019. Todavía persiste, junto al desafío mayor que tiene Moscú de mantener un nivel aceptable de vida en Crimea a través de los suministros marítimos y sobre un pequeño puente nuevo que construyó en el estrecho de Kerch. A largo plazo esta no es una situación sostenible para la última adquisición de Rusia.

Sin embargo, un corredor terrestre —una franja que atraviesa la ciudad ucraniana de Mariupol y el área de Armiansk sobre Crimea— también sería un lugar extremadamente vulnerable para cualquier fuerza de ocupación rusa. Quedarían atrapados entre el mar Azov y un ejército ucraniano muy enojado y mejor equipado que antes. Para poder mantener ese corredor eficazmente, tendrían que meterse más en Ucrania y luego enfrentar aún más resistencia del ejército de ese país y de la población local. La esperanza de 2014 de que a los soldados los consideraran “liberadores” de un Gobierno corrupto de Kiev se esfumó hace tiempo. Ahora la hostilidad es mucho más palpable.

Por lo tanto, la tarea que tiene el ejército ruso por delante se divide en dos posibilidades. Por un lado, hacer tan poco que las sanciones inevitables de Occidente parezcan impuestas para obtener un beneficio mínimo, o hacer tanto (demasiado) que tenga que ocupar grandes franjas de Ucrania durante años. En ambos casos es un lío.

¿Cuál es la mejor opción para Putin?

A ojos de Moscú y de Putin, entonces, quizás una mejor opción sea reunir sus fuerzas, hacer ruido sobre el deseo de guerra de Ucrania, insinuar su disposición a la diplomacia y utilizar su mano de hierro para forzar una solución negociada más beneficiosa en la frontera. Por supuesto, esto parte de la suposición de que la cabeza del Kremlin siempre toma las mejores decisiones. Putin también es capaz de extralimitarse o de cometer una locura.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, durante un concierto en Moscú con motivo del séptimo aniversario de la anexión de Crimea, el 18 de marzo.

Una tercera invasión de Ucrania en 2021 también es una apuesta mucho más peligrosa para Putin que la de 2014-2015. Biden ha dejado claro que ofrecerá su “apoyo inquebrantable” a Kiev. El pensamiento de Washington está irrevocablemente centrado en la idea de que Rusia es una amenaza. Y el líder de Ucrania, Zelensky, tan inexperto desde el punto de vista político y militar como es, sin duda se beneficiaría a nivel nacional al verse arrastrado a un conflicto que él no empezó.

Sin embargo, siguen existiendo dos riesgos duraderos que no se pueden cuantificar. El primero es que Putin pueda ver, entre el caos de las próximas semanas, una oportunidad para atacar y que simplemente decida lidiar con las consecuencias después. El segundo es el peligro inevitable de acumular fuerzas enfurecidas a ambos lados de un frente que ya está activo. Un error o un arranque imprevisto de cualquiera de las partes podría desembocar en una guerra más grande.

Si Putin espera que con su acumulación de fuerzas empiecen a sonar más seguido los teléfonos y la diplomacia tome el relevo, sería mejor que eso ocurra pronto.