(CNN) – Se suponía que sería el punto brillante de América Latina en la lucha contra el covid-19. Chile, un país de 19 millones de habitantes, se había adelantado en cuanto a las vacunas al lograr acuerdos con compañías farmacéuticas a solo unos meses de la pandemia. A principios de este año, el país había alcanzado una de las tasas de vacunación más altas del mundo, mientras que otras naciones de la región aún no habían recibido ninguna vacuna.
Hasta el miércoles, Chile tenía una tasa de vacunación de 38,94 por cada 100 personas, solo detrás de Israel (61,58) y el Reino Unido (47,51). En términos de vacunación, está por delante de Estados Unidos (36,13), según los datos publicados por la base de datos “Our World in Data” de la Universidad de Oxford.
Sin embargo, la pandemia apenas ha disminuido. La semana pasada, Chile batió récords en su número de casos diarios desde el inicio de la pandemia en dos días consecutivos: 8.195 nuevos casos de covid-19 el jueves y 9.171 el viernes. Y aunque el número de nuevos casos diagnosticados por día ha caído esta semana, la realidad es que un repunte que comenzó en diciembre ha continuado de manera sostenida en Chile.
Hasta el miércoles, Chile se acercaba a 1,1 millones de casos totales de covid-19. Casi 25.000 personas habían muerto a causa de la enfermedad, según datos de la Universidad Johns Hopkins. ¿Qué salió mal?
Autoridades de salud, expertos y periodistas consultados por CNN dicen que el mundo puede aprender mucho de una “tormenta perfecta” de múltiples factores que azotó a Chile a partir de las reuniones de Navidad y las festividades de Año Nuevo, un impulso sostenido para reabrir todas las escuelas y centros comerciales, una sensación de seguridad anticipada dado el rápido ritmo de las vacunas y los niveles de eficacia inferiores a los deseados de la vacuna Sinovac, que se ha utilizado ampliamente en el país.
Francisco Álvarez, un experto en salud pública y, hasta hace poco, director del departamento de salud en la provincia de Valparaíso, la segunda más poblada de Chile, dice que todo comenzó con la relajación de las restricciones por el covid-19 alrededor de las vacaciones de fin de año.
“Justo antes de Navidad, vimos familias enteras yendo a comprar regalos, y multitudes en los centros comerciales. A partir de enero se permitió a la gente viajar entre provincias para irse de vacaciones y el virus viajaba con ellos”, dijo Álvarez. Enero es verano en el hemisferio sur y, en Chile, suele ser temporada alta para viajes nacionales e internacionales.
Álvarez, quien tuvo su propia batalla con el covid-19 el verano pasado y pasó semanas en el hospital, también dijo que habría multitudes en las playas de la provincia de Valparaíso, un destino turístico de primer orden y, aunque su oficina organizó sitios de prueba móviles, la gente se negaba a hacerse la prueba porque “no querían que los molestaran durante las vacaciones”.
“La gente recibió dos mensajes engañosos: puedes irte de vacaciones a cualquier lugar del país o al extranjero y somos uno de los principales países de América Latina en términos de vacunación. La gente entendió que el riesgo de contraer el virus probablemente había terminado y relajaron las medidas. Eso creó la tormenta perfecta”, dijo Álvarez. Agregó que también fueron muchos los chilenos que viajaron a Europa y otros países con alta incidencia de casos, lo que contribuyó al repunte.
En su anterior puesto en el departamento de salud de Valparaíso, la oficina de Álvarez documentó 60 contagios principalmente de jóvenes que habían asistido a la misma fiesta clandestina de Nochevieja, cuando aún estaban prohibidas esas reuniones.
El establecimiento donde se llevó a cabo la fiesta fue multado con el equivalente a aproximadamente US$ 71.000. Un joven que no se puso en cuarentena después de dar positivo a covid-19 fue multado con el equivalente a unos 35.000 dólares.
Hubo al menos seis fiestas clandestinas a las que asistieron principalmente jóvenes visitantes de Santiago, la capital. Eso produjo picos de covid-19 en una región que hasta entonces había tenido un número relativamente bajo de casos. Las infecciones entre la población local también comenzaron a aumentar.
Las autoridades se vieron obligadas una vez más a tomar medidas drásticas para combatir la pandemia. Las escuelas que habían sido reabiertas para clases presenciales fueron cerradas una vez más. Solo se permitió que permanecieran abiertas las empresas esenciales, como los supermercados. Trece millones de chilenos en todo el país fueron nuevamente confinados a finales de marzo, aunque la aplicación fue laxa, y CNN aún pudo ver a mucha gente en las calles de la capital.
El martes, el ministro de Salud, Enrique Paris, dijo que, si bien es cierto que algunas medidas se relajaron en diciembre, nunca le dijo a la gente que dejara de seguir las medidas preventivas. “Hemos estado en cuarentena en la región metropolitana durante 14 días y estamos viendo buenos resultados junto con nuestros esfuerzos de vacunación”.
“Nunca dijimos que la vacunación sería la única respuesta. Tenemos que vacunarnos, pero también tenemos que estar atentos a otras cosas como la movilidad reducida, el uso de mascarillas, lavarnos las manos y el distanciamiento social para que el virus no se difunda”, dijo Paris.
Y luego está el tema de la vacuna en sí. Chile ha tenido éxito en la vacunación generalizada en parte porque su gobierno fue tras cualquier vacuna que pudiera obtener. Pero se encontró que la ampliamente utilizada vacuna CoronaVac, desarrollada por Sinovac, una empresa privada, tenía una tasa de eficacia de solo 50,4% en ensayos clínicos en Brasil. Otro ensayo en Turquía mostró que tenía un 83,5% de efectividad. La estatal Sinopharm dijo que sus dos vacunas tienen tasas de eficacia del 79,4% y el 72,5%.
Aunque es demasiado pronto para decir si eso contribuyó significativamente al aumento de casos, los casos de alto perfil en Chile de personas que fueron vacunadas y aún terminaron en el hospital con la enfermedad han despertado ansiedad en el país.
Celestino Aos, arzobispo de Santiago, fue hospitalizado el sábado después de dar positivo a covid-19, según el padre Andrés Moro, portavoz de la Arquidiócesis de Santiago. Aos fue dado de alta del hospital el martes. Monseñor Alberto Lorenzelli, obispo auxiliar de Santiago que vive con el arzobispo, también contrajo el virus, dijo Moro. Ambos recibieron la vacuna Coronavac.
Gao Fu, director del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades, ha reconocido la tasa de eficacia menos que ideal de las vacunas contra el covid-19 chinas, y dijo en una conferencia en Chengdu el sábado que “las tasas de protección de las vacunas existentes no son altas”.
No obstante, se cree que la vacuna Coronavac es más eficaz en casos graves. Investigadores del Instituto Butantan de Brasil, a principios de este año, confirmaron la baja eficacia general de Coronavac, pero encontraron que la vacuna es 78% efectiva para combatir casos leves y 100% efectiva para casos moderados y severos.
Izkia Siches, quien dirige el “Colegio Médico”, la asociación médica más grande de Chile, ha criticado la respuesta del gobierno a la pandemia, diciendo que permitir que las personas viajen durante las vacaciones, mensajes contradictorios de la alta dirección y falta de recursos en las clínicas locales agravaron el problema.
Después de una evaluación entusiasta del Ministro Paris durante una comparecencia en el Congreso de Chile sobre la campaña de vacunación de Chile, Siches respondió diciendo que “no deberíamos ser autoindulgentes. Nuestro país está atravesando un período frágil en este momento”, informó CNN Chile, afiliada de CNN.
Paris, quien ocupa su cargo desde junio, reconoció posteriormente que Chile “ha cometido errores que probablemente han causado dolor a muchas familias. Les pido perdón. Hemos hecho todo lo posible para hacer las cosas de la mejor manera posible”.
Christopher Ulloa en Santiago contribuyó a este informe.