Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor, periodista y colaborador de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – Cuando Israel era un país pobre y débil, el mundo, grosso modo, simpatizaba con él. Era el underdog. Era, para entendernos, el débil en la contienda. Aquella nación que luchaba por prevalecer frente a los poderosos enemigos.
Una de las pocas cosas en las que Harry Truman y Joseph Stalin estaban de acuerdo en 1947, al comienzo de la Guerra Fría, era que Israel debía existir, pero por razones absolutamente diferentes. De manera que EE.UU. y la URSS votaron “sí” el día en que la ONU discutió la creación del novísimo país.
Truman tomó la decisión, entre otros factores, quizas influido por su amigo Edward Jacobson, un antiguo socio comercial judío, de la justicia de elevar a los hebreos del estatus de “hogar”, que tenían en el Medio Oriente, al de “Estado”, con todas sus consecuencias y responsabilidades. Al fin y al cabo habían sufrido mucho durante el nazismo.
Stalin, porque estaba seguro de que tendría un nuevo aliado en esa zona del planeta. Recuérdese que Israel surge como un Estado democrático, pero con el fuerte poder y la influencia de la Histadrut, una poderosa central sindical. Era el momento estelar de los kibutz. Si la URSS se hubiera opuesto, ejerciendo el derecho de veto que le asistía, no se habría autorizado la partición de Palestina para crear el Estado de Israel y el palestino a los que la ONU les daba el visto bueno. (El palestino, como se sabe, todavía no se ha creado).
Sospecho que fueron muy importantes las imágenes de los campos de concentración y de los millares de cadáveres apilados a la intemperie. Los nazis no tuvieron tiempo de enterrarlos y borrar las huellas de sus horrendos crímenes.
En esa fecha, varias naciones árabes se lanzaron a la garganta de la nación recién surgida. Egipto, Jordania, el Líbano, Iraq y Siria, conjuntamente con voluntarios de Arabia Saudita y Yemen, junto a los palestinos incursos en el conflicto, trataron denodadamente de liquidar a Israel.
No pudieron. Los judíos se defendieron como gatos panza arriba. Entonces en Occidente se percibía a los árabes muy cerca ideológicamente de los nazis. Compartían el antisemitismo. Se sabe de líderes árabes que predicaban “echar a los judíos al mar”. Matar infieles era parte del Corán. Mahoma predicaba esas actitudes. Tal vez era la época, pero el Corán, como la Biblia, podía leerse literalmente y el gran muftí y muchos de sus seguidores lo hacían.
La percepción de Israel como underdog cambió radicalmente tras la llamada guerra de los Seis Días, ocurrida en junio de 1967. Realmente, en el momento en que la aviación egipcia y siria fue diezmada, teóricamente terminó el conflicto. Eso sucedió el primer día. Los judíos sabían que iban a ser atacados y actuaron preventivamente. Tal vez no tuvieron en cuenta el cambio de perspectiva. O acaso no tuvieron otra salida que atacar y ganar.
La URSS había perdido toda ilusión de conquistar al Estado de Israel y no solo comenzó a desprestigiarlo, sino que puso a hacerlo a su caja de resonancia, es decir, a todos los partidos comunistas que controlaba. Los países dependientes de Moscú rompieron relaciones con Israel. Las excepciones fueron Cuba y Rumania. Pero Cuba aguardó hasta la guerra de Yom Kipur, en 1973, cuando envió dos brigadas de tanques a los altos del Golán en el frente sirio, que ni siquiera llegaron a pelear. Un desastre del que no hablan demasiado en La Habana.
Como yo lo veo, de alguna manera, el ataque sistemático de Moscú-y de todos los partidos comunistas- podría haber contribuido a reformular la percepción de Israel, entre otros factores. Ya no era el underdog, sino el bully. Era el abusador, pese a que se trata de un pequeño Estado de apenas 20.000 kilómetros cuadrados y unos 9 millones de habitantes, de los cuales más de un millón es musulmán, rodeado además de cientos de millones de enemigos que disponen de decenas de naciones.
Con un agravante: Israel no se puede permitir el lujo de ser derrotado. Creen, y a mi juicio están en lo cierto: los pasan a cuchillo.