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Nota del editor: Esta historia fue identificada por la editora invitada de “Call to Earth”, Kerstin Forsberg. Ella es una científica marina y Premio Rolex que ayudó a asegurar la protección nacional de las mantas gigantes en Perú.

(CNN) – Sumérgete en el océano en el lugar adecuado y acabarás entrando en la zona crepuscular. Está a cientos de metros de profundidad, pero no tan lejos como el fondo del océano. Y en ese punto intermedio entre la luz y la sombra, la ciencia está haciendo increíbles descubrimientos.

La zona crepuscular del océano, formalmente conocida como zona mesopelágica, se encuentra a unos 200-1.000 metros por debajo de la superficie. Es el hogar de una gran variedad de especies, desde el rape hasta el calamar vampiro y el sifonóforo que parece una luz de hadas, y es un lugar donde reina la rareza. En la oscuridad los ojos son pequeños y los dientes grandes; muchas especies son transparentes, muchas bioluminiscentes. Y en la oscuridad, la criatura dominante, el omnipresente boca erizada, un pez de la familia Gonostomatidae, es más pequeño que el dedo meñique de un ser humano.

Se trata de una zona difícil de estudiar y a menudo ignorada por la ciencia, pero la nueva tecnología ayuda a su exploración, obligando a los investigadores a reevaluar cuánta vida hay allí abajo. Los investigadores creen ahora que la biomasa es 10 o tal vez 100 veces mayor de lo que se creía, dice Heidi Sosik, científica principal de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI, por sus siglas en inglés).

Con cada respuesta, surgen más preguntas. “Lo que sabemos ahora es lo mucho que desconocemos”, afirma.

Ahora esta búsqueda de conocimientos se ha convertido en una carrera contra el tiempo.

Algunos científicos temen que las operaciones de pesca comercial puedan expandirse en este ecosistema, y que las especies pequeñas pero abundantes acaben en el aceite de pescado, utilizado en cosméticos y suplementos dietéticos, o en la harina de pescado, utilizada en la acuicultura para alimentar a las especies criadas para el consumo humano.

“Hay cosas muy básicas sobre la zona crepuscular que desconocemos”, explica Sosik, como la vida útil de algunas especies y el tiempo que tardan en madurar y reproducirse. Sin conocer los ciclos de vida, no hay forma de saber cómo se pueden pescar las especies de forma sostenible.

Bajo presión

La cabeza de un boca erizada alargada. Se cree que los peces boca erizada son los vertebrados más abundantes de la Tierra, con hasta un cuatrillón (1.000 trillones) en el océano.

La tecnología ha sido durante mucho tiempo una amiga necesaria de quienes estudian la zona crepuscular. Pero no siempre ha sido lo suficientemente avanzada o matizada como para ofrecer una descripción precisa de la región. Por ejemplo, el pez boca erizada. Los equipos de sonar confundían densas formaciones de estos diminutos peces con el fondo marino. Ahora los investigadores tienen las herramientas para estimar que hasta un cuatrillón (1.000 trillones) de ellos podrían vivir en el océano, lo que lo convierte en el vertebrado más abundante de la Tierra.

“El desafío único de trabajar en la zona crepuscular es que no queremos molestar a los animales”, dice la científica principal del WHOI, Dana Yoerger. Estas criaturas son sensibles a la luz y el sonido, por lo que monitorearlas implica que los dispositivos deben ser silenciosos y no agitar el agua, y emplear luces rojas que la mayoría de los animales no pueden ver.

Yoerger desarrolló el “Mesobot”, un robot autónomo que vigila discretamente la fauna que se mueve lentamente. Utilizando cámaras estereoscópicas para juzgar la posición relativa de una criatura (de la misma manera que lo hace el cerebro humano), el robot se mueve con el animal a una distancia fija, lo que permite a los investigadores observar cómo nada, caza su presa y documenta delicadas estructuras corporales que se destruirían si una muestra física quedara atrapada en una red, explica.

Mesobot es un robot submarino diseñado para rastrear y grabar imágenes de alta resolución de la lenta y a menudo delicada fauna que vive en la zona crepuscular del océano.

Los ensayos han durado hasta 40 minutos, pero Yoerger espera poder seguir un objetivo durante 24 horas. “En última instancia, nos gustaría que Mesobot pensara como un explorador científico humano, buscando los animales más inusuales y observando su comportamiento durante largos periodos”, dice.

En julio, los investigadores del WHOI emprenderán la primera fase de un estudio para cartografiar la zona crepuscular de la plataforma continental del noreste de Estados Unidos. Un equipo desplegará una red de sensores capaces de rastrear robots de investigación a la deriva conocidos como “minions”, así como especímenes marcados de las aguas superiores que entran en la zona crepuscular, a lo largo de aproximadamente 1 millón de kilómetros cuadrados.

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Esta terrorífica criatura marina llena de dientes convivió con los dinosaurios
00:56 - Fuente: CNN

Sosik explica que los científicos no solo intentan conocer la zona crepuscular, sino también la forma en que se integra en el océano en general. “Las ballenas y los tiburones, todo aquello con lo que estamos familiarizados, los organismos carismáticos del océano, cuanto más aprendemos sobre ellos, más parece que dependen de la interacción con la zona crepuscular”, afirma.

Esa sensación de hundimiento

Los investigadores también han llegado a la conclusión de que otra especie también podría depender de la zona crepuscular: los humanos.

Se sabe que este ecosistema desempeña un papel importante en el secuestro de carbono en el océano. En un proceso, que forma parte de lo que se conoce como la bomba biológica de carbono, el fitoplancton (microalgas que absorben carbono) que crece cerca de la superficie es consumido por el zooplancton y los peces que suben desde la zona crepuscular por la noche en lo que se cree que es la mayor migración animal del mundo. Estas criaturas defecan, contribuyendo a la “nieve marina”, una mezcla de materia que también incluye organismos moribundos y bacterias.

La nieve marina es consumida por la vida marina, incluidas las salpas, organismos gelatinosos que viven tanto en la superficie del océano como en la zona crepuscular y cuyo papel puede haber sido subestimado históricamente, dice Sosik. Las salpas son capaces de limpiar “enormes volúmenes de agua”, explica, y a su vez excretan densos gránulos fecales que se hunden rápidamente en las profundidades del océano.

Combinados, los procesos biológicos de la zona crepuscular absorben entre 2.000 y 6.000 millones de toneladas métricas de carbono al año, según el WHOI: la estimación más baja equivale al doble de las emisiones anuales de todos los automóviles del mundo.

La oportunidad

El WHOI especula que la pesca comercial podría alterar el equilibrio de la bomba de carbono de la zona crepuscular, con efectos en cadena para el clima. La organización afirma que el valor económico de unos datos más precisos podría valer cientos de miles de millones de dólares y podría ayudar a la sociedad a tomar mejores decisiones, un argumento de peso para seguir investigando.

“En el pasado, los seres humanos encontraron recursos vivos en el océano y se lanzaron de lleno a sobreexplotarlos”, dice Sosik, “y en retrospectiva nos dimos cuenta de que deberíamos haber estado más informados y haber adoptado un enfoque más consciente. Con la zona crepuscular tenemos esa oportunidad”.

Como la mayor parte de la zona crepuscular se encuentra fuera de las jurisdicciones nacionales, se está llevando a cabo un esfuerzo internacional para garantizar una buena administración. La ONU dió su respaldo a un consorcio conocido como JETZON (Red de Exploración Conjunta de la Zona Crepuscular del Océano) para coordinar la investigación, compartir tecnología y resultados e informar a los legisladores.

El consorcio dirigido por el Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido, reúne proyectos del WHOI y entidades de otros cinco países, así como de la Unión Europea, con el fin de responder a preguntas como la cantidad de nieve marina que cae a través de la zona crepuscular y el modo en que la biodiversidad influye en la bomba biológica de carbono.

“Tenemos esta increíble oportunidad de reunir la ciencia básica y la ciencia impulsada por la curiosidad, y tratar de generar soluciones para los grandes retos a los que se enfrenta el ser humano al interactuar con nuestro planeta y nuestros ecosistemas oceánicos”, dice Sosik.