La Habana, Cuba (CNN) – Durante meses, el cántico en Cuba ha sido “¿hasta cuando?”.
Los cubanos están acostumbrados a ser infinitamente pacientes e inventivos frente a una existencia diaria a menudo disfuncional y unas carencias aplastantes.
Pero en los últimos años esa capacidad para superar la desgracia ha sido reemplazada por una fría realidad de que la vida se ha vuelto tan difícil como en cualquier momento de su complicada vida.
Las relaciones con Estados Unidos a menudo actúan como un barómetro de cuán optimista o pesimista ven los cubanos su futuro. Cuando el entonces presidente Barack Obama declaró durante su viaje a La Habana en 2016 que había venido “a enterrar los últimos vestigios de la Guerra Fría en las Américas”, la gente de la isla suspiró aliviada.
Esperaban que el tan esperado alivio de las tensiones con Washington pudiera llevar a su propio gobierno a relajar algunas de las interminables restricciones a la vida en la isla dirigida por los comunistas.
Pero menos de un año después de la visita de Obama, Donald Trump asumió el cargo y abruptamente desenterró décadas de animosidad de la Guerra Fría entre los dos países.
Trump limitó la capacidad de los ciudadanos estadounidenses para visitar la isla, canceló los viajes en crucero de Estados Unidos a Cuba, obligó a abandonar el único hotel administrado por Estados Unidos, cortó los miles de millones de dólares en remesas anuales que muchos cubanoestadounidenses envían a casa y devolvió a Cuba a la lista de países que patrocinan el terrorismo de Estado.
Cuando los cubanos se tambaleaban por el aumento de las sanciones y la represión de su propio gobierno cada vez más cauteloso, la pandemia golpeó.
El turismo se detuvo en seco cuando la isla entró en un confinamiento total y los cubanos en el exterior ya no podían enviar medicinas y dinero a través de “mulas”, como llaman los cubanos a las personas que transportan artículos a la isla en maletas.
Cada vez con más problemas de liquidez, el gobierno cubano comenzó a cobrar por bienes difíciles de encontrar en moneda extranjera.
Las colas para conseguir comida, que ya eran un ritual diario para muchos cubanos, abarcaban varias cuadras y obligaban a las personas a congregarse a medida que aumentaba el número de casos de coronavirus.
Para muchos cubanos, la elección era entre pasar hambre o arriesgarse al contagio.
“Todos los días hay gente aquí para lo que encuentren, algunos días ni siquiera sabes qué productos van a vender”, dijo Rachel, quien pidió que no se usara su apellido, mientras esperaba en una fila por pollo. “Tienes que estar aquí si quieres comer”.
El gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel, el primer jefe de Estado que no se apellida Castro desde que terminó la revolución hace más de seis décadas, brindó actualizaciones frecuentes sobre la crisis económica, pero incluso los altos funcionarios parecían darse cuenta de que las presentaciones no iban bien con una población cada vez más frustrada.
“La gente no come planes”, refunfuñó el primer ministro Manuel Marrero Cruz durante una reunión televisada.
Luego, el domingo, algo pareció quebrarse en los cubanos cuando las protestas se extendieron por la isla de ciudad en ciudad.
En San Antonio de los Baños, una ciudad de aproximadamente 46.000 habitantes, al oeste de La Habana, cientos de cubanos salieron a las calles, hartos después de casi una semana de cortes de luz durante el sofocante calor de julio.
“Todos estaban en las calles”, le dijo a CNN un residente de la ciudad que no quiso ser identificado. “Han pasado seis días con sólo 12 horas de energía cada día. Esa fue una de las cosas que hizo estallar esto”.
Pronto, las imágenes de la notable protesta y otras en toda la isla se compartieron ampliamente en las redes sociales. Los cubanos comenzaron a tomar las calles en la manifestación masiva más grande en décadas, quizás desde que comenzó la revolución de Fidel Castro en 1953.
En La Habana, cientos de manifestantes frente a las filas de la policía corearon “libertad” y “patria y vida”, el título de una nueva canción que pide un cambio en Cuba.
“Represión es todo lo que tenemos”, dijo un manifestante a CNN.
Aunque las protestas contra el gobierno están prohibidas en Cuba, los manifestantes no parecían temer ser arrestados.
El gobierno respondió enviando contramanifestantes, algunos de los cuales coreaban “¡Soy Fidel!”.
La policía detuvo por la fuerza a decenas de manifestantes.
Videos compartidos en las redes sociales mostraron a manifestantes arrojando piedras a los coches de la policía e incluso volcando varios de los vehículos.
A última hora del domingo, policías fuertemente armados y efectivos de las fuerzas especiales recuperaron el control de las calles en La Habana y otras partes de Cuba.
Tanto el gobierno de Estados Unidos como el de Cuba parecían aturdidos por las manifestaciones sin precedentes.
“No creo que hayamos visto nada como esta protesta en mucho, mucho tiempo, francamente nunca”, dijo el presidente Joe Biden, cuya administración hasta ahora se ha mostrado reacia a levantar las sanciones de la era Trump.
Biden advirtió al gobierno de la isla que no tomara medidas enérgicas contra los manifestantes cubanos.
Pero el lunes, en otra larga cumbre del gobierno televisada, el presidente Díaz-Canel dijo que los manifestantes eran criminales.
“Apedrearon a la policía, dañaron autos”, dijo. “Un comportamiento que es totalmente vulgar, totalmente indecente”.
Funcionarios del gobierno cubano dijeron el lunes que no había habido más protestas, al mismo tiempo que ponían en marcha un apagón de Internet que impidió que los cubanos compartieran las imágenes de las primeras manifestaciones.
Es incierto cuánto durará la inquietante paz.
El gobierno puede haber recuperado el control, pero las condiciones subyacentes que llevaron a los cubanos a arriesgarlo todo y pedir un cambio no se irán.