CNNE 1031222 - el plan de biden para las relaciones entre ee-uu- y cuba
Así están las relaciones entre Estados Unidos y Cuba mientras la Casa Blanca de Biden revisa las políticas que dejó Trump
02:47 - Fuente: CNN

Nota del editor: Dan Restrepo se desempeñó como asistente especial para Asuntos del Hemisferio Occidental del presidente Barack Obama. Es analista político de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son únicamente las del autor. Ver más opinión en CNN.

(CNN) – “Estados Unidos debería intervenir militarmente”.

En menos de una semana, este tipo de llamado a la acción se hizo en relación no con una, sino con dos crisis que se están desarrollando en el hemisferio occidental.

Inmediatamente después del asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, uno de los primeros ministros interinos del país, Claude Joseph, pidió a Estados Unidos que desplegara tropas en el tercio occidental de La Española, para asegurar la infraestructura crítica y mejorar la estabilidad.

Días después, cuando multitudes sin precedentes de valientes cubanos se levantaron en toda la isla para protestar contra el régimen autoritario y decrépito del país y la falta de alimentos y medicinas en medio de una crisis económica en curso, agravada por la pandemia de covid-19, algunos políticos del sur de la Florida formaron un coro pidiendo a Estados Unidos que intervenga militarmente en Cuba.

Aunque indudablemente pensaron que estaban actuando audazmente, quienes hicieron estos llamados estaban comprometidos con la última palabra de que no tenían idea de lo que debería hacer Estados Unidos. O que eran grandilocuentes políticos. O ambos.

No ha habido vergüenza en silencio sobre lo que debería hacer Estados Unidos. Las situaciones en Haití y Cuba son complejas e inmunes al tipo de acción audaz que la gente desea con tanta desesperación cuando las poblaciones que tanto han sufrido, como los haitianos y los cubanos, tienen una necesidad tan urgente de asistencia.

Es innegable el deseo de ciertos políticos de EE.UU. y Haití de que el Gobierno estadounidense entre y rescate a las personas de la depredación económica y política, especialmente cuando los eventos en cuestión se desarrollan en “el extranjero cercano a EE.UU.”, en países donde históricamente no ha dudado en intervenir.

La dura y simple verdad es que Estados Unidos no será el motor principal del cambio político ni en Haití ni en Cuba. El cambio político significativo y duradero en ambos está en manos de las propias poblaciones. Eso también requiere tiempo, ya que la capacidad de esas poblaciones para trazar sus respectivos caminos se ve obstaculizada, en el caso de Haití, por el legado de un Estado depredador seguido de uno ausente y, en el caso de Cuba, por la represión de una larga dictadura.

No existe una acción radical de Estados Unidos que elimine cualquiera de esos impedimentos. En cambio, y aunque se siente profundamente frustrante en tiempos tan urgentes, el camino para la acción de Estados Unidos es mucho más deliberado y paciente.

En el caso de Haití, Estados Unidos necesita enviar un mensaje inequívoco, a todos los que esperan que Washington juegue a hacer de rey, de que esos días han quedado atrás. La carga de navegar en un momento político extremadamente complejo en el que el país tiene solo 10 funcionarios legítimamente elegidos recae sobre los haitianos.

Estados Unidos –y otros miembros del grupo central internacional– pueden y deben desempeñar un papel en unir a los líderes políticos, cívicos y del sector privado del país para trazar un camino hacia y a través de elecciones libres, justas y transparentes. No debe tratar de imponer decisiones a esos actores.

EE.UU., junto con socios internacionales clave, incluidos Canadá y la Unión Europea, pueden y también deben ayudar a aliviar la situación humanitaria en Haití, especialmente en lo que se refiere a la propagación muy subestimada del covid-19, según los expertos. Ayudar a fomentar el consenso político y aliviar parte de la carga humanitaria debería ayudar a los haitianos a forjar un camino a seguir y ayudar a evitar la catástrofe humanitaria que sería una migración masiva marítima similar a las observadas durante la última crisis política prolongada de Haití, a principios de la década de 1990.

En el entorno actual, empoderar al pueblo cubano para que determine su propio futuro se siente quizás incluso más complicado. Aquellos que creen que una explosión social en Cuba es el único camino a seguir, ya están tratando de encajonar a la administración del presidente Joe Biden para que prolongue aún más la errada represión del presidente Donald Trump contra los cubano-estadounidenses que apoyan a los cubanos en la isla con la esperanza de que la pandemia y la división familiar forzada creen la suficiente presión para derrocar al régimen.

Aunque el fin del régimen es el estado final deseado, la historia nos dice que la intensa presión en la isla tiene como resultado solo dos resultados: la migración marítima masiva y o una dura represión de la actividad cívica atribuida a la política estadounidense. Ninguno de esos resultados está en el interés nacional de Estados Unidos ni en el interés del pueblo cubano.

A pesar de las posturas políticas de algunos en el sur de Florida, ahora es el momento de que Estados Unidos adopte un enfoque que involucre y empodere al pueblo cubano, como el que allanó el camino para la conectividad a Internet que permitió que las imágenes de la lucha de los cubanos se volvieran virales, alimentando el reciente levantamiento. Estados Unidos debe extender una mano confiada al pueblo cubano en apoyo de sus derechos fundamentales y sus necesidades y deseos más básicos.

Se deben responder los llamados a la acción; sabiamente y siempre al servicio de los intereses nacionales de Estados Unidos, incluso si los medios para hacerlo se sienten insatisfactorios en el momento.