Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor, periodista y colaborador de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – Dice la AARP, citando datos de los CDC, que el 95% de los muertos en Estados Unidos son mayores de 50 años. Se refieren al covid-19, claro. La AARP es la mayor organización de personas retiradas que existe en EE.UU. No son demócratas o republicanos. Defienden los intereses de los viejos. Es un lobby formidable al que todos los políticos cortejan y temen. Recuerdo que comencé a recibir propaganda de bastones y pañales para adultos tan pronto cumplí los 60. Entonces, me pareció una excentricidad. De esto hace 18 años. (Hoy, no me resulta tan excéntrica la propaganda).
En este momento, gran parte de las personas contagiadas y hospitalizadas debido al coronavirus son jóvenes que no se han vacunado. ¿Por qué no se han vacunado? Por razones una gran variedad de razones. (He leído delirantes e infundados ataques a la masonería, a China, al Estado que va a colocar un chip para controlar a la sociedad para ponerla al servicio de las farmacéuticas, a Bill Gates y a George Soros). Porque piensan que el virus no es tan peligroso. (Aunque al principio no lo era, ahora vemos a jóvenes en las UCI por la peligrosa variante delta ). De acuerdo con esos datos, el porcentaje de muertos menores de 18 años es de menos del 0,2%. Y aumenta muy poco con cada década de vida, hasta llegar a los 50 años. De 18 a 29 años muere el 0,5%; de 30 a 39, el 1,3%. De 40 a 49 años mueren 3,1%. Pero de 50 para arriba se disparan los decesos hasta llegar al 95% de las muertes.
¿Por qué sucede ese fenómeno? Porque el sistema inmunológico se va deteriorando con los años y pierde eficacia. Frente al covid-19 no es lo mismo un muchacho de 10 o 12 años que un anciano de 70 u 80. Con la edad, aumentan los padecimientos, producto, esencialmente, de la indefensión de los organismos de los ancianos. Las cardiopatías, la presión alta, el cáncer, la diabetes 1 y 2, y las enfermedades severas de los pulmones, como la fibrosis quística o el asma. A esas enfermedades se suman otras de estilo de vida como la obesidad y el tabaquismo.
A veces, se invierte la peligrosidad y ataca más a los niños y a los adultos jóvenes. Hasta 1955, era frecuente la poliomielitis, también llamada “parálisis infantil”. Los síntomas eran inexistentes o vagos: dolor de cabeza, náuseas, vómito, fiebre. Como en el caso del covid -19, había personas asintomáticas, que tenían la enfermedad, pero no la padecían y podían contagiar a otros. Ese panorama comenzó a cambiar tan pronto se perfeccionó la vacuna contra la polio, pero ni siquiera un virus tan terrible estuvo exento de controversias ideológicas.
Según el Dr. Elmer Huerta, brillante consultor de CNN en Español, en el año que se distribuyó la vacuna contra la poliomielitis, en 1955, la señora que debía defenderla, pues estaba a cargo de la Sanidad en el gobierno de Ike Eisenhower, opinó que la sociedad no debía vacunarse porque aquella vacuna “era medicina socializada”. Es verdad que estábamos en un momento crítico de la Guerra Fría, pero de ahí a calificar a la vacuna de “comunista” hay un gran trecho.