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Nota del editor: David Bittan Obadia es abogado, escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista del diario El Universal de Venezuela y colaborador en otros medios de comunicación. Como conferencista, participó en el Congreso Judío Mundial y fue presidente de la comunidad judía de Venezuela. Su cuenta de Twitter es @davidbittano. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Puedes leer más artículos como este en cnne.com/opinión.

(CNN Español) – La variante delta del nuevo coronavirus prende las alarmas en Estados Unidos y abre un importante debate para dilucidar si los intereses colectivos están por encima de los particulares; asimismo se descubren las limitaciones que tiene el Estado más poderoso del mundo para persuadir a su población de la necesidad de vacunarse.

El sistema de libertades de Estados Unidos tiene una limitación que no puede ser otra que la protección del bien jurídico más preciado: la vida. Con esta discusión, los estadounidenses tienen un importante desafío en el cual no solo se juegan su prestigio, sino también, en mi opinión, la posibilidad de perder su hegemonía.

Resulta que, según informó la Casa Blanca el 6 de agosto, solo se ha vacunado —con ambas dosis— casi el 50% de la población de Estados Unidos y, según la autoridad más importante en inmunología, el Dr. Anthony Fauci, el 99,2 % de los fallecimientos por covid-19 de los últimos meses corresponden a personas no vacunadas. (…) Esto nos indica que las vacunas definitivamente están haciendo su labor y que la gente que quiere preservar su vida debe vacunarse.

El Dr. Elmer Huerta, especialista en Salud Pública y colaborador de CNN en Español, explica, según el método estadístico de la curva de Gauss con el que se distribuyen los grupos de población frente a una innovación, que el 34% de la gente, un grupo muy diverso que puede estar influenciado por política, religión o teoría de la conspiración, entre otras, no se va a vacunar tan pronto y se requiere educación para llegar a este grupo. Luego, hay un 16% que nunca se va a vacunar, según ese mismo método. Siendo así las cosas, tenemos un panorama desalentador, pues puede que nunca alcancemos la inmunidad colectiva.

Pienso que sería acertado decretar que sea obligatorio que todos los habitantes de ese país se vacunen; por lo pronto empezar a exigir la vacunación masiva en todos los entes del Estado, y motivar al sector privado. Así, poco a poco, quienes no quieran vacunarse, aquellos que están poniendo en riesgo inminente a los demás, quedarían cercados.

Ya el conflicto se está dando entre los estados y el Gobierno Federal; ojalá que, de llegar el caso a la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, prevalezca el sentido común y se ponga orden en casa. Por ejemplo, en 1905 la Corte Suprema de EE.UU. hizo que la vacuna contra la viruela fuera obligatoria porque determinó que había que proteger la salud pública.

El mundo no puede seguir sometido a las minorías ruidosas, que si bien tienen derechos y hay que respetárselos, jamás podrán estar por encima del bienestar social.

Mientras se debaten cuestiones que realmente son de menor importancia en un país tan importante, un tema crucial como la necesidad de decretar la obligatoriedad de la vacuna contra el covid-19 no se toma como prioritario, y este puede ser el comienzo del descenso, en todos los aspectos, de un país que, por preservar un sistema de libertades que para mí ha sido mal entendido, estaría destinado al fracaso.

La tarea del Gobierno del presidente Joe Biden debe estar orientada no solo a conseguir los mecanismos legales para decretar la obligatoriedad de la vacuna, sino también luchar contra la desinformación, pero sobre todo, educar a la población.

Esto para mí va a terminar en que los países que logren imponer la vacuna sacarán partida de ello. Creo que veremos a China seguir creciendo, pues a la población no se le da posibilidad de decidir entre vacunarse o no.

La lucha por superar el covid-19 debería ser prioritaria ante cualquier otro tema, por los intereses que están en juego.