(CNN) – A raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, los talibanes resistieron las demandas de Washington de entregar al líder de al Qaeda, Osama bin Laden. El resultado fue una invasión de las fuerzas estadounidenses y aliadas, que barrió a los talibanes del poder. 20 años después la pregunta a la que se enfrenta la inteligencia occidental es si los talibanes 2.0 simpatizan más o menos con al Qaeda y otros yihadistas que se refugian en Afganistán.
En el acuerdo de febrero de 2020 alcanzado con Estados Unidos en Doha, los talibanes se comprometieron a evitar que al Qaeda y otros grupos terroristas usaran suelo afgano. La semana pasada, el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, repitió la promesa. “No se causará muerte a nadie fuera de Afganistán […] no permitiremos que nadie use Afganistán en su contra”.
En los últimos años, los talibanes han mantenido a raya a al Qaeda. Edmund Fitton-Brown, quien dirige el Equipo de Monitoreo de las Naciones Unidas en Afganistán, señaló en una entrevista con CTC Sentinel, en 2019, que los talibanes habían “demostrado una autodisciplina férrea en los últimos años al no permitir que se proyectara una amenaza fuera de las fronteras de Afganistán por sus propios miembros o por grupos que operan en las áreas que controlan”.
A las agencias de inteligencia occidentales, y no solo a ellas, les preocupa que la disciplina pueda comenzar a debilitarse, por una variedad de razones. Para empezar, el proceso de Doha está muerto; los hechos sobre el terreno significan que los talibanes no necesitan jugar limpio. Hay pruebas constantes de vínculos estrechos entre los talibanes y los afiliados de al Qaeda. La red Haqqani, que se extiende a ambos grupos, es ahora muy influyente en Kabul. Y mientras vaciaban las cárceles de Afganistán, los combatientes talibanes liberaron a cientos de integrantes de al Qaeda.
Como dijo el exagente antiterrorista de la CIA Douglas London al analista de seguridad nacional de CNN, Peter Bergen, “Esas personas son multiplicadores de fuerza para los talibanes, y es probable que se reagrupen [con] lo que queda de al Qaeda en Afganistán”.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha argumentado que la amenaza de al Qaeda se ha extendido a lugares como África y Yemen. “Hay un peligro mucho mayor de ISIS y al Qaeda y todos estos afiliados en otros países que en Afganistán”, dijo la semana pasada.
Los funcionarios militares superiores parecen menos convencidos. El presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, reconoció en una reciente sesión informativa, según un asesor del Senado de Estados Unidos, que grupos como al Qaeda podrían reconstituirse en Afganistán en menos de los dos años estimados previamente por los agentes de Defensa.
¿Dónde está al Qaeda?
El liderazgo y el núcleo ideológico de al Qaeda permanecen en las montañas a lo largo de la frontera entre Afganistán y Pakistán. El Departamento de Defensa de Estados Unidos dijo, el año pasado, que la filial de al Qaeda en la región, al Qaeda en el subcontinente indio (AQIS), “mantiene estrechos vínculos con los talibanes en Afganistán, probablemente para protección y entrenamiento”.
Ese análisis fue apoyado por el Equipo de Monitoreo de la ONU en Afganistán, que informó, en junio, que “un gran número de combatientes de al Qaeda y otros elementos extremistas extranjeros alineados con los talibanes están ubicados en varias partes de Afganistán”, estimando que el grupo terrorista tiene presencia en 15 de las 34 provincias del país.
El informe agregó que “al Qaeda mantiene contacto con los talibanes, pero ha minimizado las comunicaciones abiertas con los líderes de los talibanes en un esfuerzo por ‘mantener un perfil bajo’”.
Aun así, Raffaello Pantucci, miembro asociado sénior del Royal United Services Institute en London, dice que: “La idea de que los talibanes simplemente echarían por la borda a esos partidarios después de una gloriosa victoria que Dios les dio parece pasar por alto un punto fundamental de la organización”.
Lo mismo se aplica a la red Haqqani, que tiene varios puestos de alto perfil entre los líderes talibanes. El informe de la ONU dijo que “los contactos entre al Qaeda y la red Haqqani, incluido el líder adjunto de los talibanes, Sirajuddin Haqqani, siguen siendo particularmente estrechos. Comparten relaciones personales de larga data, matrimonios mixtos, una historia compartida de lucha e ideologías solidarias”.
Es difícil ver que estos sean destrozados ahora que los Haqqanis son tan influyentes en Kabul.
Entre ellos destaca Khalil al-Rahman Haqqani, a quien se vio el fin de semana pasado reuniéndose con ancianos de todo Afganistán. Con base en el Ministerio del Interior, ha estado involucrado en negociaciones con los oponentes de los talibanes en el valle de Panjshir y se ha convertido en un importante agente de poder en Kabul.
El programa de Recompensas por la Justicia de Estados Unidos tiene una recompensa de US$ 5 millones por su aprehensión, diciendo que “también ha actuado en nombre de al Qaeda y ha sido vinculado a operaciones terroristas de al Qaeda”.
Cuando el periodista paquistaní Azaz Syed le preguntó esta semana si los talibanes podrían ofrecer garantías a los países vecinos sobre los grupos islamistas en suelo afgano, Haqqani solo respondió: “Queremos la paz entre todos los países musulmanes, mi consejo es la paz”.
“Capacidad sobre el horizonte”
Una pregunta es hasta qué punto la recopilación de inteligencia de Estados Unidos en Afganistán se verá afectada ahora que no tiene presencia en el terreno.
El presidente Biden ha minimizado el riesgo y dijo el 16 de agosto: “Hemos desarrollado una capacidad de contraterrorismo en el horizonte que nos permitirá mantener la vista fija en las amenazas directas a Estados Unidos en la región”.
Pero no hay sustituto para los ojos y los oídos en tierra, independientemente de lo que ofrezca la tecnología satelital y de vigilancia.
El secretario de Prensa del Departamento de Defensa de Estados Unidos, el almirante John Kirby, dijo –la semana pasada– que Estados Unidos no creía que el número de combatientes de al Qaeda en Afganistán fuera exorbitantemente alto, pero advirtió que “nuestra capacidad de recopilación de inteligencia en Afganistán no es la que solía ser porque no tenemos la misma cantidad que solíamos tener allí”.
El director de la CIA, William Burns, había testificado ante el Congreso, a principios de este año, que ni ISIS ni al Qaeda en Afganistán tenían la capacidad de lanzar ataques dentro de Estados Unidos, pero dijo que “cuando llegue el momento de que el Ejército de Estados Unidos se retire, la capacidad del Gobierno de Estados Unidos para recolectar y actuar frente a las amenazas disminuirá. Eso es simplemente un hecho”.
Incluso si los talibanes estuvieran dispuestos a frenar a al Qaeda y otros grupos, su capacidad para hacerlo está lejos de ser segura. El mes pasado, Ken McCallum, director de la agencia de inteligencia nacional MI5 del Reino Unido, habló del riesgo de que surjan “espacios no gobernados” en Afganistán.
Una insurgencia eficaz no se traduce necesariamente en un gobierno eficaz en un país de montañas, carreteras en mal estado y muchos distritos electorales en competencia.
ISIS y los talibanes: un odio mutuo
Si bien las conexiones de los talibanes con al Qaeda perduran, ambos grupos detestan a ISIS, que ha tratado de establecerse en Afganistán. La rama de ISIS conocida como IS Khorasan (IS-K) tiene presencia en provincias orientales como Nangahar y Kunar, pero ha sido disminuida por los ataques de los talibanes.
Sin embargo, Abdul Syed, investigador y autor sobre movimientos islamistas en Afganistán y Pakistán, dice que a través de devastadores ataques en Kabul y Jalalabad, IS-K “se ha transformado a una nueva forma para una larga batalla en Afganistán”. Le dijo a CNN que cuenta con el apoyo de salafistas radicales en varias provincias.
Algunos combatientes del IS-K capturados estaban detenidos en una prisión en las afueras de Kabul, que los talibanes invadieron a medida que se aceleraba su ofensiva contra Kabul. Hay informes no confirmados, negados por los talibanes, de que sus combatientes mataron al menos a un detenido de alto rango del IS-K, Abu Umar Khurasani.
Según una fuente regional de lucha contra el terrorismo, más de 100 y quizás muchos más prisioneros de ISIS escaparon de dos cárceles cerca de Kabul que en los caóticos días previos a la caída de Kabul y han evitado volver a ser arrestados.
El asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dijo –el domingo– que la amenaza de ISIS en Afganistán es “aguda” y “persistente”. Fue el riesgo de ataques suicidas por parte de IS-K lo que llevó a Estados Unidos a establecer rutas alternativas al aeropuerto de Kabul y ceñirse a la fecha límite del 31 de agosto para poner fin a la evacuación.
Las estimaciones de inteligencia sitúan el número de combatientes del IS-K en unos pocos cientos, pero una guerra de desgaste librada por los talibanes no ha logrado extinguir la amenaza.
ISIS se ha burlado de la victoria de los talibanes, describiéndola como delirante y diciendo en su publicación semanal en línea al Naba que “la victoria del islam no llegará a través de los hoteles en Qatar ni de las embajadas en Irán y China”.
El líder del IS-K, Shahab al-Muhajir, puede esperar atraer yihadistas desencantados de otros grupos si se considera que los talibanes “tratan” con Occidente.
Hay otros grupos que ven a Afganistán como un refugio y representan una amenaza más regional.
Partes de los talibanes paquistaníes (TTP), que han llevado a cabo decenas de ataques en su país de origen, tienen conexiones profundas con sus hermanos en Kabul. Abdul Syed, que ha estudiado a fondo a los talibanes paquistaníes, señala que la caída de Kabul provocó la liberación de unos 800 prisioneros del TTP, incluido el emir adjunto del grupo. El TTP renovó su juramento de lealtad a los talibanes y exhortó a sus miembros a seguir los pasos de sus homólogos afganos.
“El ascenso de los islamistas afganos de al lado solo envalentonará a los radicales en casa”, escribió Husain Haqqani, exembajador de Pakistán en Washington, en Foreign Affairs.
“Los esfuerzos [de Pakistán] para forzar la mano de los talibanes podrían resultar en un violento retroceso, con los talibanes paquistaníes atacando objetivos dentro de Pakistán”.
China está preocupada por el hecho de que los yihadistas uigures utilicen el este de Afganistán como plataforma de lanzamiento para ataques dentro de la inquieta provincia musulmana de Xinjiang.
En los últimos meses, según fuentes de inteligencia y exfuncionarios afganos, los uigures pertenecientes al Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM) han estado en evidencia en la provincia de Badakhshan, que comparte una frontera montañosa con China.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, dijo –el mes pasado– al cofundador de los talibanes, Mullah Abdul Ghani Baradar, que el ETIM era una “organización terrorista internacional”, y dijo que los talibanes deberían “romper completamente todos los lazos” con el grupo.
Pantucci dice que la principal preocupación de China es que Afganistán se convierta en una base para tales grupos. Hasta ahora, dice, los talibanes han brindado en gran medida “garantías retóricas” sobre los uigures que podrían intentar usar el territorio afgano para conspirar contra Beijing.
Elevación de la moral de al Qaeda
Por lo menos, la caída de Afganistán ante los talibanes ha elevado la moral entre los simpatizantes de al Qaeda. Un mensaje ampliamente distribuido en foros yihadistas aclamó el 15 de agosto como un día monumental que había demostrado que “lo que fue tomado por la fuerza solo puede recuperarse por la fuerza”.
Del mismo modo, el afiliado más influyente de al Qaeda, al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), celebró la victoria de los talibanes como el comienzo del avance de la nación musulmana hacia la “soberanía, rompiendo los grilletes de la dependencia y la esclavitud, deshaciéndose de los tiranos y expulsando a los invasores de tierras musulmanas”.
Y la filial local de al Qaeda, al Qaeda en el subcontinente indio, fue igualmente efusiva y rezó para que el “Emirato Islámico” en Afganistán se convirtiera en un “escudo” para los musulmanes en todas partes.
El informe del Equipo de Monitoreo de la ONU, en junio, concluyó que al Qaeda “puede beneficiarse de una credibilidad renovada gracias a las ganancias de los talibanes”.
Y dijo que era “imposible evaluar con confianza que los talibanes estarán a la altura de su compromiso de reprimir cualquier amenaza internacional futura que emane de Al-Qaida en Afganistán”.
Incluso si el actual líder de al Qaeda, Ayman al Zawahiri, está enfermo, como creen muchos analistas, y fuera de contacto, es posible que al Qaeda no tenga que buscar muy lejos a su sucesor. La comunidad de inteligencia occidental ve al veterano egipcio de al Qaeda, Saif al-Adl, como la opción más probable para suceder al enfermo Zawahiri.
Actualmente vive al lado, en Irán.
Pantucci cree que los talibanes “harán lo que se requiere para ser políticos y tratar de establecer su Estado, pero fundamentalmente creen que la victoria les fue dada por Alá. ¿Por qué deberían volverse contra sus aliados que lucharon con ellos?”.