Nota del editor: La siguiente historia contiene pequeños spoilers sobre la serie de Netflix “El juego del calamar”.
(CNN) – “El juego del calamar” ha desencadenado su propio juego centrado en Hollywood: tratar de explicar cómo (o realmente, adivinar por qué) un drama surcoreano que llegó sin prácticamente ninguna fanfarria se ha convertido en lo que Netflix está facturando como posiblemente su “programa más exitoso de todos los tiempos”.
Después de ver los nueve episodios, las respuestas probablemente no se deban a un solo factor, sino a una serie de ellos. Entre ellos, la emoción de que el público descubra un concepto por sí mismo, sin necesidad de que los críticos intelectualoides lo dirijan; la distopía al estilo de “Black Mirror” de juegos infantiles familiares que se vuelven mortales; y un mayor apetito en Estados Unidos por contenidos producidos internacionalmente, ya evidente en la irrupción en los Oscar de la película surcoreana “Parasite” en 2020 y la popularidad de otros programas de Netflix procedentes del extranjero, como “Lupin”.
En cuanto a la serie en sí, no hay nada tan novedoso en “El juego del calamar” que explique necesariamente su explosión en las redes sociales, habiéndose convertido en el tipo de tendencia que los medios de comunicación, francamente, no pueden permitirse ignorar.
En cambio, lo que el guionista y director Hwang Dong-hyuk hizo fue servir vino viejo en una botella nueva. Visto así, “El juego del calamar” presenta una variante visualmente atractiva de temas ya vistos en muchas ocasiones, como hacer uso de la división de clases, y de los ricos que se aprovechan de los pobres e indigentes, en un momento en el que el público podría ser más receptivo a ese mensaje.
Como suele ocurrir, el momento, el envoltorio y la plataforma (es decir, los más de 200 millones de suscriptores de Netflix) se han combinado para crear lo que un ejecutivo describió a NBC News como “un fandom orgánico”. Como señaló Vulture, la serie despegó, no obstante, con pocas críticas previas y “sin apenas marketing en Estados Unidos”.
A pesar de las comparaciones con “Parasite”, que también analizaba el tema de la desigualdad económica, no hay escasez de material en la columna de “Te podría gustar” cuando se trata de la visión más oscura de “El juego del calamar”, en la que los ricos hacen que los pobres se arriesguen a morir por su diversión.
El concepto ha estado con frecuencia en el medio del espectáculo, desde “The Hunger Games” a “The Running Man” o la película independiente “Series 7”, que se centraba en un reality show ficticio que obligaba a los concursantes a participar en un juego de eliminación que suponía luchar hasta la muerte.
Un ejemplo más reciente estrenado justo antes de la pandemia, la película de Universal “The Hunt”, provocó controversia con su premisa sobre liberales adinerados que crean un elaborado aparato para cazar “deplorables”.
En su breve vida, el servicio de streaming Quibi también ofreció “Most Dangerous Game”, en la que un enfermo terminal trataba de ganar dinero dejándose convertir en presa de los “1%” representados por Christoph Waltz. El argumento reflejaba en gran medida la película de 1994 “Surviving the Game”, en la que Ice-T interpretaba a un vagabundo secuestrado y perseguido por cazadores adinerados que buscaban la máxima emoción.
A pesar de su espantosa violencia, el enfoque social de “El juego del calamar” se percibe con claridad, estableciendo lo desesperados que están los jugadores y lo poco que valoran sus vidas los “VIP” que están detrás de su sufrimiento.
Al mismo tiempo, ese elemento que involucra a los VIP podría ser el eslabón más débil de la serie, o al menos el más obvio y estruendoso cuando llegan en los últimos episodios.
Aun así, cuando esos elementos entran en juego, los espectadores ya están interesados en el destino de los jugadores clave y sienten curiosidad por saber cuándo y si se revelarán los orígenes y secretos del juego.
Otro aspecto interesante de “El juego del calamar” es la idea de que, por muy despiadada y brutal que sea, las pobres almas sin recursos que participan deben tener una oportunidad justa e igualitaria. En cierto modo, esa vena igualitaria también se refleja en la popularidad del programa, que ha traspasado las barreras culturales y la multitud de ofertas de streaming para convertirse en una sensación inesperada.
Por supuesto, uno de los factores mencionados, la sensación de descubrimiento del público, también es el más difícil de mantener aislado. Como ocurre con cualquier éxito, la especulación ya ha girado en torno a lo que se podría hacer después, y los imitadores no tardarán en llegar.
Ver cómo algo irrumpe en la conciencia del público demuestra lo imprevisibles que pueden ser los éxitos, especialmente en esta época de vertiginosa abundancia. Pero cuando un programa surge de repente, y existe un “fandom”, la única certeza es que no pasará mucho tiempo antes de que a “El juego del calamar” le salgan brazos nuevos.