(CNN) – Daniel Villacís estaba afuera de la morgue en Guayaquil, Ecuador, con fotos de sus tres hijos: David, Darwin y Johnny, todos asesinados la semana pasada durante el motín carcelario más mortífero en la historia del país.
Su cuarto hijo está vivo pero permanece encarcelado en la misma prisión, lo que lo deja terriblemente vulnerable, dijo Villacís a CNN el sábado.
“Es el último hijo que tengo”, dijo Villacís. “Está adentro por consumo de drogas, sé que se equivocó, pero adentro arriesga su vida”.
Las autoridades penitenciarias están actualmente en proceso de identificación de los cuerpos de 118 personas que murieron en la Penitenciaría Litoral de Guayaquil la semana pasada.
Pero su tarea es difícil: muchas de las heridas fatales fueron desfigurantes, con varios reclusos decapitados o quemados hasta carbonizarse, dijo el equipo forense de la policía a CNN, testimonio de la ferocidad de los enfrentamientos y explosiones que comenzaron el martes.
¿Cómo obtuvieron los presos en instalaciones supuestamente seguras las armas para causar semejante estragos sangrientos? Ecuador es un punto de tránsito clave en la ruta que lleva cocaína de Sudamérica a Estados Unidos y Asia, lo que lo convierte en un terreno fértil para los enfrentamientos entre pandillas. Y en esta lucha cada vez mayor por la supremacía, las cárceles se han convertido en campos de batalla.
FOTOS | Crisis carcelaria en Ecuador: así se ve la situación afuera de una cárcel en Guayaquil donde se desató un motín mortal
Un año de violencia
Incluso antes de la masacre carcelaria de la semana pasada, el encarcelamiento en Ecuador era letalmente arriesgado: más de 140 reclusos ya habían sido asesinados en prisión solo en 2021 según cifras del servicio penitenciario ecuatoriano, SNAI. El número total de muertos ahora es de más de 250.
El gobierno de Ecuador ha declarado dos veces estados de emergencia en todo el sistema penitenciario este año; la semana pasada, anunció que también se proporcionarían millones de dólares a las penitenciarías para mejorar las instalaciones.
El sistema penitenciario del país también ha experimentado una serie de cambios de liderazgo. El 27 de septiembre, fecha de la última masacre, también resultó ser el primer día en el cargo del nuevo jefe de prisiones del país, Bolívar Garzón. Es la tercera persona nombrada para el papel este año.
Sin embargo, los analistas se muestran escépticos de que el estado de emergencia tenga un efecto duradero, a menos que el país aborde causas más profundas, incluido un problema creciente de delincuencia organizada tanto dentro como fuera de la cárcel.
Hacinamiento y altamente armados
Las cárceles de Ecuador están crónicamente sobrepobladas. En julio, el entonces jefe de la prisión, Eduardo Moncayo, dijo a los medios locales que la Penitenciaría Litoral era la más sobrepoblada del país, con más de 9.000 reclusos en una instalación prevista para 5.000.
Tal hacinamiento es la causa principal de la violencia, dijo a CNN Douglas Durán, director del Instituto Latinoamericano para la Prevención del Delito de las Naciones Unidas (ILANUD).
“Según nuestras bases de datos, en 2019 las cárceles de Ecuador superaron en un 140% su capacidad. Eso se considera un trato cruel e inhumano para los presos según los protocolos de la ONU, y es un problema crónico en toda la región”, dijo Durán.
A principios de septiembre, CNN encontró a 30 reclusos compartiendo una celda destinada a 10 personas en la Penitenciaría de Ibarra, un centro penitenciario en el norte de Ecuador.
“La gente duerme en los pasillos aunque ni siquiera tengan colchones”, dijo Bryan Sánchez, un recluso de Ibarra.
Además de esa presión, los reclusos de las prisiones de Ecuador también suelen estar increíblemente bien armados. En Guayaquil desplegaron armas automáticas e incluso granadas. En el pentitenciario de Ibarra, los guardias de la prisión le dijeron a CNN que temían ser abrumados por un número creciente de convictos con acceso a armamento, desde machetes hasta explosivos.
Ese nivel de armas en manos de los internos apunta a otro factor en el derramamiento de sangre extremo: la presencia de grupos criminales entrenados y organizados con sofisticada capacidad financiera y logística para contrabandear enormes cantidades de armas de fuego dentro de las penitenciarías.
Los brazos largos de los cárteles mexicanos
En septiembre, CNN obtuvo acceso exclusivo a otra prisión, la Penitenciaría de Lacatunga. Las paredes de los pabellones mostraban grafitis de las dos pandillas principales que gobiernan la clandestinidad en Ecuador, Los Lobos y Los Choneros.
Estas pandillas están acusadas de trabajar en alianza con dos de los cárteles mexicanos más temidos, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa respectivamente, quienes están en guerra por el narcotráfico en Ecuador según Mario Pazmiño, exjefe de la unidad de inteligencia del Ejército Ecuatoriano.
Según datos de 2020 de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) el 74% de la cocaína que ingresa a Estados Unidos proviene del Pacífico Oriental, siendo la costa de Ecuador un punto de partida clave.
“Una tendencia en los últimos diez años es la creciente presencia de cárteles mexicanos en Ecuador, que contratan y se arman con pandillas locales para proteger sus corredores de drogas”, dijo Pazmiño.
Los cárteles mexicanos, que dominan el mercado de las drogas, a menudo necesitan ejercer un control físico sobre el territorio para almacenar y transportar cocaína desde el otro lado de la frontera con Colombia, donde se produce la mayor parte de la droga, dice Pazmino. Eso ha llevado a una situación similar a la de México, donde los carteles competidores están librando una guerra total contra el Estado y entre ellos.
Una rivalidad entre dos grupos vinculados al narcotráfico fue la causa del motín de la semana pasada en Guayaquil, según información preliminar de las autoridades locales.
Para detener el derramamiento de sangre en las cárceles de Ecuador, las autoridades deben priorizar la separación de los presos comunes de los convictos del crimen organizado, utilizando alas especiales para prevenir el reclutamiento de pandillas y aislar los brotes de enfrentamientos, dice Durán.
Pero no todas las cárceles en Ecuador están haciendo eso: cuando CNN ingresó a las penitenciarías de Ibarra y Lacatunga el mes pasado, los reclusos fueron divididos en diferentes alas según la duración de la sentencia restante, no el tipo de delito que habían cometido.
“Una de las fallas más grandes del sistema penitenciario ecuatoriano es que cuando se trata de grupos criminales transnacionales, el nivel de seguridad, los protocolos deben ser diferentes a los habituales”, dijo Stuardo Ralón, comisionado de Reclusos y Prevención de la Tortura en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
A menos que esas poblaciones estén aisladas unas de otras, muchos prisioneros ecuatorianos se encuentran expuestos y no pueden huir cuando estalla la lucha.
En los últimos días, el Gobierno ecuatoriano ha respondido a las críticas diciendo que se está llevando a cabo una reforma penitenciaria y que proporciona fondos para contratar más guardias penitenciarios y renovar las penitenciarías para lidiar mejor con las pandillas.
Garzón, el jefe de prisiones, no respondió a una solicitud de entrevista de CNN.
Pero los presos y sus familias tienen claro los peligros que acechan dentro de las cárceles de Ecuador.
María Casierra, cuyo esposo murió en el motín de Guayaquil, dijo que no había ninguna sorpresa. Su esposo recibió amenazas de muerte explícitas en los días antes de que estallaran los disturbios, dijo.
“Estaba asustado, porque alguien le había dicho que lo iban a matar, lo iban a cortar en pedazos. Y no solo a él, los presos les decían a las familias que esto iba a pasar. Él era un ladrón, no voy a decir mentiras, pero no era un asesino, y ahora está muerto”, le dijo Casierra a CNN.
Un recluso en la Penitenciaría de Lacatunga el mes pasado, que pidió no ser identificado por temor a represalias, le dijo a CNN que su único recurso era esconderse.
“Ya he estado en tres disturbios pero déjame decirte: no tengo nada que ver con los combates. Lo que hago es refugiarme en mi celda y esperar”, dijo.
Cerca, otro se hizo eco: “A veces, simplemente me siento como un objetivo en esas situaciones…”
Información adicional de Florencia Trucco y Abel Alvarado.