(CNN) – Durante el cierre de las escuelas, los educadores hicieron todo lo posible por recrear el aprendizaje en clase a través de internet. Pero, ¿qué pasa con el tipo de aprendizaje que se produce en los pasillos entre clases, o en el patio durante el recreo y después de la escuela?
Esas interacciones sociales en persona, del tipo que desafía emocionalmente, ilumina y atormenta a nuestros hijos, no podían transferirse a las videollamadas.
Ahora los niños están de vuelta en las aulas, en presencia de los compañeros con los que congenian, de los que habían olvidado y de los que no tenían muchas ganas de volver a ver. Las amistades de los últimos años de la infancia son difíciles de por sí, ya que la tarea de descubrir quiénes somos en el contexto de los demás es un proceso bastante complicado. Si a esto le añadimos un año o más lejos de un campus físico, la conexión social puede ser aún más complicada.
CNN habló con Judith Warner, autora de “And Then They Stopped Talking To Me: Making Sense of Middle School”, sobre cómo ayudar a que esta transición sea lo menos dolorosa posible para los niños. Warner explicó la incomodidad de reaclimatarse a la vida social como niño mayor, la química cerebral de este período y cómo los adultos bien intencionados pueden complicar las cosas para sus hijos. Aunque su libro y su investigación se centran en los niños de secundaria, las lecciones y las ideas se aplican a todas las edades, incluidos (a veces) los adultos.
Esta entrevista fue resumida y editada para mayor claridad.
CNN: ¿Cómo puede ser que todo ese tiempo libre de la escuela presencial esté complicando la vida de algunos niños ahora que han vuelto?
Judith Warner: Los niños están experimentando una combinación de estar emocionados por salir y ver a la gente y hacer al menos algunas de las mismas actividades que les gustaban hacer antes, y pasar por un período de adaptación a estar de vuelta.
Los niños que tienen dificultades para socializar o reajustarse pueden experimentar una sobrecarga sensorial y estar agotados. Por un lado, la socialización está programada. Pero, por otro lado, si no se socializa, el cableado no se desarrolla a la misma velocidad. Las habilidades sociales, como las académicas, se fortalecen con la práctica. Después de un año y medio de ausencia, es lógico que las habilidades sociales de los niños estén oxidadas. Las mías también están oxidadas.
CNN: ¿Hay algún beneficio de ese tiempo libre que los adultos deban tratar de fomentar o preservar?
Warner: Durante ese largo descanso de las aulas, muchos preadolescentes y adolescentes se reencontraron con amigos de los que se habían alejado, tal vez porque no estaban en el mismo círculo social o porque uno estaba en camino de ser “cool” y el otro no. Durante la pandemia no existía la geografía social de la escuela, con todos sus grupitos y reglas informales sobre quién se sienta dónde en el recreo. Eso creó una disrupción, en un sentido a veces positivo, porque significó que los niños se sintieron más libres para estar en contacto con quien querían estar en contacto.
CNN: ¿Qué ocurre en el cerebro de los preadolescentes y adolescentes que los hace especialmente sensibles a la interrupción de la vida que acabamos de experimentar?
Warner: Hay partes importantes del cerebro que tienen un gran aumento de crecimiento justo alrededor de la pubertad. Como resultado, los niños de esta edad desarrollan una memoria increíblemente aguda, y todo les afecta más. También están predispuestos a buscar la aprobación y la popularidad de sus compañeros. Pero la aprobación y popularidad de los adolescentes se basa en la percepción y apariencia de poder, no en que la gente realmente los acepte.
Es una especie de broma cósmica. De repente eres más consciente de cómo te ven los demás justo en el momento en que la maldad y el acoso se disparan.
Pero también tiene su lado bueno. A esta edad, los niños pueden tener amistades maravillosas, llenas de alegría, y descubrir todo tipo de intereses y seguirlos con pasión. El mundo se les abre, y eso puede ser bueno o malo.
CNN: ¿Cómo deben los adultos hablar con los niños sobre cualquier incomodidad social que puedan estar experimentando en este momento?
Warner: Para empezar, es importante seguir su ejemplo y no sacar el tema si los niños no lo hacen y parecen estar bien. Creo que todos tendemos a identificarnos en exceso con nuestros hijos, así que si a ellos les duele, a nosotros también. También tendemos a aferrarnos a ello durante más tiempo que ellos y a tenerlo sobre nosotros como una nube oscura, cuando ellos ya lo superaron.
También es importante asegurarse de que los niños sepan que tienen alguien a quien acudir para hablar de las situaciones sociales difíciles. Puede ser uno de sus padres, o alguien del colegio, como un profesor o un orientador, en quien confíen y se sientan cercanos y que les dé una opinión objetiva.
Cuando tus hijos estén en casa, sentados en la cocina atacando a alguien, hazles preguntas. No te limites a aceptar que fulanito parece tal cosa, por muy tentador que sea a veces. Y no te limites a decirles que los chismes son horribles, lo que inevitablemente falla. En lugar de eso, intenta obtener información real sobre por qué hablan así de esa persona.
Trata de que vean las cosas desde el punto de vista del otro. Ayúdales a verlos como una persona real, porque es difícil destruir a alguien cuando se convierte en una persona real con sentimientos complicados y emociones contradictorias como ellos. Esto no significa que les tenga que agradar todo el mundo, pero deberían ir desarrollando el sentido de que debemos tratar de proteger los sentimientos de otros seres humanos.
Todo lo que puedas hacer para guiarlos en la dirección de la amabilidad básica les hace un favor a ambos niños. Las investigaciones demuestran que ser competitivo no hace feliz a la gente, mientras que ser generoso, amable y de mente abierta sí.
CNN: Escribes sobre cómo nuestro sistema educativo y la cultura en general contribuyen al estrés social de los adolescentes. ¿En qué nos estamos equivocando?
Warner: Cuando empecé a trabajar en el libro, conversé con adultos de Francia, España, India y otros países, y ninguno de ellos tenía las asociaciones negativas con la escuela secundaria que yo tenía. No se callaron, ni jadearon, ni lo recordaron como lo peor. Encontré una investigación que lo corrobora. Utilizando una serie de mediciones, los niños estadounidenses que tienen la edad para asistir a la escuela secundaria eran mucho menos felices que sus compañeros de otros países.
Parte de esto puede tener que ver con la forma en que nuestros sistemas escolares los separan. Los niños pueden estar mejor en las escuelas K-8, permaneciendo en esa atmósfera hogareña de la escuela primaria en lugar de comenzar algo nuevo durante esta época vulnerable.
Cuando los niños se sienten vulnerables o débiles, es más probable que sean crueles. Algunos distritos ya están cambiando hacia esta (estructura escolar).
Además, la naturaleza competitiva de la vida estadounidense, que los adultos suelen transmitir a sus hijos, tampoco ayuda. Erosiona nuestro sentido de la comunidad, la solidaridad y la amabilidad porque, como me explicó la psicóloga Suniya Luthar, si todos compiten por el anillo de bronce, todos los demás son, por definición, sus competidores. Eso no crea un mundo feliz ni amistoso.
CNN: ¿Podría nuestra experiencia colectiva de vulnerabilidad e incertidumbre durante la pandemia ayudar a cambiar eso?
Warner: Espero que veamos a los preadolescentes y a los adolescentes experimentar una versión de algo que estoy notando con los adultos: después de tanto tiempo en casa, haciendo llamadas de Zoom sin vestirse profesionalmente, con niños y gatos entrando y saliendo de la pantalla, creo que la gente se está permitiendo ser un poco más humana en sus conversaciones profesionales.
Es como si presentar una cara perfecta, física y verbalmente, hubiera seguido el camino de teñir las canas. Sería fantástico que entre los niños se creara un tipo de solidaridad similar, basada en el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad colectiva, y aún mejor si se mantuviera mientras la vida vuelve a ser algo parecido a la normalidad.
– Elissa Strauss es colaboradora habitual de CNN, donde escribe sobre la política y la cultura de la paternidad.