(CNN Español) – Presos amontonados en espacios reducidos, infraestructura deficiente, falta de acceso a medicamentos y otros insumos básicos. Estas escenas se vieron recientemente en las cárceles de Ecuador, pero se repiten a lo largo de toda América Latina. Y cada vez más derivan en episodios de violencia.
Ecuador no es ni siquiera el país con mayor sobrepoblación penitenciaria en la región. Según datos de World Prison Brief, una base de datos que funciona dentro de la Universidad de Londres, Haití tiene la peor cifra de hacinamiento en sus cárceles, con una ocupación penitenciaria del 454,4% en comparación con la capacidad informada oficialmente, de acuerdo con el análisis de CNN.
Le siguen Guatemala, con una ocupación del 367,2% en sus cárceles; Bolivia, con el 269,9% de ocupación; Grenada, con el 233,8%; Perú, con un 212,2% y Honduras, con un 204,5%.
Ecuador entra más abajo en el ranking, con una ocupación del 133,2% en sus prisiones.
Según un informe de la la Organización de las Naciones Unidas (ONU) publicado en julio, la pandemia ha complicado aún más las consecuencias del hacinamiento en las prisiones.
Si bien en algunos países, ante la dificultad de implementar medidas de prevención en prisiones superpobladas, se optó “por liberar temporalmente a un gran número de personas bajo custodia, en particular a las condenadas por delitos no violentos”, según la ONU, también se tomaron medidas restrictivas que afectan la vida interna de las prisiones.
Con el objetivo de evitar la propagación del covid-19, “algunas cárceles limitaron el tiempo de recreación, las oportunidades de trabajo y los derechos de visita, todos componentes esenciales de los programas de rehabilitación”, dice el informe de la ONU.
Según las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos, conocidas como las Reglas Nelson Mandela, en una cárcel, “cuando los dormitorios sean celdas o cuartos individuales, cada uno de estos será ocupado por un solo recluso. Si por razones especiales, como el exceso temporal de población reclusa, resulta indispensable que la administración penitenciaria central haga excepciones a esta regla, se evitará alojar a dos reclusos en una celda o cuarto individual”.
Las Reglas Mandela también establecen que “los locales de alojamiento de los reclusos, y especialmente los dormitorios, deberán cumplir todas las normas de higiene, particularmente en lo que respecta a las condiciones climáticas y, en concreto, al volumen de aire, la superficie mínima, la iluminación, la calefacción y la ventilación”.
La sobrepoblación en las prisiones impide el cumplimiento de estas y muchas otras normas básicas que hacen al tratamiento digno de una persona detenida.
Pero, ¿Cómo influye esto en los hechos de violencia? Expertos consultados por CNN consideraron que el hacinamiento puede facilitar el estallido de conflictos internos, pero subrayaron que es apenas la punta del iceberg de lo que ocurre en las cárceles latinoamericanas.
¿Cárceles o “bodegas humanas”?
“Hemos llegado al punto de encerrar bajo la visión de castigar y no nos damos cuenta de que ese tipo de encierro genera mayores niveles de criminalidad”, dijo a CNN Oswaldo Samayoa Sosa, consultor en derechos humanos y derecho penal y profesor de la Universidad de San Carlos de Guatemala y la Universidad Rafael Landívar de Guatemala. “No sé si llamarlas cárceles o bodegas humanas”, dijo al referirse a las prisiones de la región.
Para Samayoa Sosa, los principales conflictos que enfrenta el sistema penitenciario latinoamericano son la creencia de que “más cárcel genera más seguridad” y “los tiempos demasiado lentos del sistema judicial”. Esto deriva en que aumenten las tasas de encarcelamiento, a la vez que grandes proporciones de la población penitenciaria latinoamericana son presos preventivos, es decir, que aún no han recibido condena.
Y la sobrepoblación en los centros de encierro se torna difícil de controlar. “Las prisiones se vuelven centros de operación hacia afuera del crimen organizado, con niveles de violencia muy altos”, explicó el especialista, y puso como ejemplo la situación de las cárceles en Centroamérica. “En Guatemala hace unos años estalló una granada dentro de una cárcel para matar a quien dirigía las prisiones. Las pandillas tienen este tipo de pleitos. Y las autoridades, por corrupción o miedo, terminan cediendo el control a los criminales”.
En la misma línea se expresó Gustavo Javier Fondevila, doctor en derecho y miembro del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en la Ciudad de México.
“Lo que ocurre con la sobrepoblación es que hace que las condiciones carcelarias generales sean peores”, dijo en diálogo con CNN. Y añadió: “Se usa la prisión como única solución, y no hemos preparado las cárceles para eso”.
“Cuando no puedes garantizar la seguridad en una cárcel, se forman mercados ilegales al interior. El Estado no controla la vida interna de la prisión y termina en manos de estas pandillas”, señaló el especialista.
Para Fondevila, en las cárceles “el Estado es el primer ausente, cuando debería ser el principal encargado”.
Sobre este punto también puso énfasis Luis Vergara Cisterna, abogado e investigador del Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana de la Universidad de Chile, en Santiago.
“La presencia del Estado en las cárceles tiene que ser a todo nivel. Si el Estado no está presente, esto fomenta la violencia institucional y también entre pares. Así, rige la ley del más fuerte”, explicó Vergara Cisterna a CNN.
¿Qué se puede hacer para mejorar la situación de las cárceles?
“Cuando se habla de hacinamiento, en general la propuesta que surge es construir más cárceles. No creo que sea la solución”, dijo Vergara Cisterna. “No pasa por construir más prisiones, sino por influenciar la política criminal. ¿Cuánta gente mandamos a las cárceles? Cómo enfrentamos el delito debe ser un tema de agenda pública”.
Por otra parte, el investigador chileno destacó la importancia de la gestión, para lo que consideró fundamental generar datos. “Tenemos que saber cuántas personas hay en la cárcel, cómo es el perfil de los detenidos”, señaló.
Vergara Cisterna, que antes fue abogado del Ministerio de Justicia y de la Gendarmería de Chile, subrayó la necesidad de capacitar al personal penitenciario, tanto en la teoría como en la práctica.
Por su parte, Samayoa Sosa sostuvo que es fundamental trabajar en la prevención. “Tienes que empezar a trabajar afuera de las prisiones. La mayoría de las personas de las maras o pandillas son adolescentes. Un abordaje previo, evitar que entren a esos grupos criminales, disminuye la estructura de poder de estas organizaciones dentro de las cárceles”.
En tanto, Fondevila señaló que “es complejo pensar un modelo penitenciario ideal”. “Como recomendación general, creo que hay que buscar que la Justicia incorpore medidas alternas a la prisión, sin lugar a duda”, dijo. Y añadió que es importante fomentar los talleres laborales, educativos y deportivos, así como también se debería promover el encuentro de los detenidos con sus familias.
“Las cárceles ya no son lugares aislados. Están metidas en la sociedad y el problema vuelve. Si no actuamos para mejorar el sistema, vamos a tener más Ecuadores en los próximos años”, concluyó Fondevila.