Nota del editor: Mark Wolfe es economista especializado en energía y director ejecutivo de la Asociación Nacional de Directores de Asistencia Energética (NEADA), que representa a los directores estatales del Programa de Asistencia Energética para Hogares de Bajos Ingresos. Está especializado en energía y asequibilidad de la vivienda y en cuestiones financieras relacionadas. Las opiniones expresadas en este artículo le pertenecen únicamente a su autor.
(CNN) – El mes pasado, varios senadores pidieron al gobierno de Joe Biden que tomara medidas para reducir los costos de los energéticos. En concreto, instaron a la administración a aumentar el suministro de gas natural y de gasóleo de calefacción limitando las exportaciones de gas natural y liberando las existencias de la Reserva Estratégica de Petróleo (SPR, por sus siglas en inglés).
Los senadores tienen razón al pedirlo. Como señalan, las perspectivas para la próxima temporada de calefacción durante el invierno boreal son cada vez más sombrías para los consumidores. El rápido aumento de la demanda de energía sigue superando a la oferta a medida que la economía se recupera de la pandemia, y los precios de la energía para la calefacción doméstica, así como de la gasolina para el transporte, están subiendo de forma generalizada.
La Administración de Información Energética de EE.UU. (EIA, por sus siglas en inglés) ha previsto que los costos de la calefacción doméstica para las familias que utilizan gas natural podrían aumentar hasta un 30% este invierno en comparación con el invierno pasado, lo cual representa un aumento de los costos de US$ 573 a US$ 746. Para quienes utilicen gasóleo de calefacción este invierno, los costos podrían aumentar hasta un 43%, pasando de US$ 1.210 a US$ 1.734. Los precios de la gasolina ya han subido a US$ 3,41 el galón, US$ 1,31 más por galón desde el año pasado. Bank of America predijo recientemente que el precio del crudo, que impulsa el precio de la gasolina, podría subir otro 45% para junio del año que viene.
Por suerte, como señalan los senadores, el gobierno tiene la opción de liberar petróleo del SPR, la reserva federal de petróleo que mitiga las futuras interrupciones del suministro. Esta reserva se creó en 1975 tras el embargo petrolero árabe de 1973-74, que hizo que el precio medio del crudo importado se triplicara. La liberación de petróleo del SPR podría contribuir a reducir los precios del gas y del gasóleo de calefacción. Y la suspensión de las exportaciones de gas natural podría reducir la presión sobre los precios del gas natural en Estados Unidos.
Aunque estos esfuerzos por sí solos podrían no ser suficientes para reducir los precios de forma significativa, en su conjunto enviarán una fuerte señal a los mercados de que la administración se toma en serio la cuestión de los altos precios de la energía.
El presidente ha presionado a la OPEP y a Rusia para que aumenten el suministro de petróleo más allá de los objetivos ya acordados, diciendo que el aumento de los precios de la gasolina era “una consecuencia” de que Rusia y los países de la OPEP se negaran a bombear más petróleo. Sus esfuerzos no han rendido frutos, pero no debe ceder la presión. Un aumento de la producción contribuiría a reducir el precio del crudo y, por tanto, a quitar presión a los precios de la gasolina y el gasóleo de calefacción.
Los activistas del clima han criticado los llamamientos al aumento de la producción porque quieren reducir considerablemente el uso de combustibles fósiles. Reducir la dependencia del país de los combustibles fósiles es un objetivo importante a largo plazo, pero ninguna política de cambio climático aplicada hoy ayudará a reducir el costo el mes que viene para las familias que necesitan conducir al trabajo y mantener sus hogares calientes este invierno. El impacto a corto plazo del aumento de los precios recae con más fuerza en las familias con menos ingresos, que tienen más probabilidades de ser trabajadores de primera línea y tienen menos opciones de ahorrar dinero en gasolina porque no pueden trabajar desde casa.
A largo plazo, necesitamos aumentar la eficiencia energética del sector residencial para reducir la demanda de combustibles fósiles, especialmente para las familias de bajos ingresos que luchan por pagar sus facturas de energía y no pueden costear las mejoras en la eficiencia energética del hogar. Para estas familias, el Congreso debería aumentar la financiación del Programa de Ayuda a la Climatización (WAP, por sus siglas en inglés) para mejorar la eficiencia energética de sus hogares. El Departamento de Energía de EE.UU. estima que por cada dólar invertido en el WAP, el programa genera US$ 1,72 en beneficios relacionados con la energía y US$ 2,78 en otros beneficios, como la reducción de los costos de atención sanitaria resultantes de una vivienda más habitable.
Si el gobierno y el Congreso no toman medidas inmediatas para reducir los costos de calefacción en invierno, las familias que ya están pasando dificultades sufrirán aún más, tanto en las gasolineras como en casa, al tratar de mantenerse calientes este invierno.