CNNE 1098264 - topshot-cuba-daily life

Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2014). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) – Una niña cubana nace, crece y sobrevive con la idea de que es el embargo estadounidense el único culpable de todos nuestros males. En esta narrativa se edifican nuestras vidas. Bajo esta situación límite, de plaza sitiada, nos entrenamos, aceptando en silencio el destino que nos ha tocado vivir: partido único, simulacro de elecciones, y el Estado, decidiéndolo todo en la figura de padre maltratador.

Una madre cubana no puede elegir bajo qué sistema educa a sus hijos, quienes, para escolarizarse, tienen que matricular en la única enseñanza obligatoria de todo el país adscrita a la Organización de Pioneros José Martí. Somos adoctrinados, manipulados ideológicamente y, desde los cinco años, se nos obliga a tomar partido y abogar públicamente por asuntos políticos ajenos a esa edad.

Esta ha sido mi vida. Así crecimos todos, diciendo cada mañana algo tan abstracto como: “Pioneros por el comunismo: ¡seremos como el Che!”. ¿Para qué sirve entonces la patria potestad si durante la adolescencia las madres tampoco pueden decidir el destino de sus hijos?

Muchos se ven obligados a continuar la enseñanza media en los programas de Escuela al campo, a trabajar y estudiar lejos del hogar, en condiciones de hacinamiento y carestía, donde son explotados como agricultores sin remuneración. La mala alimentación, la promiscuidad, la marginalidad y los altos índices de suicidio entre los más jóvenes nunca saldrán publicados en la prensa oficial.

El Estado se niega a divulgar las verdaderas cifras de los cada vez más alarmantes feminicidios, a revelar las condiciones de insalubridad de los hospitales, o a manifestarse abiertamente sobre los presos de conciencia juzgados por presuntos delitos comunes. Como del alto número de profesionales de la medicina esclavizados en trabajo mal remunerado dentro de las llamadas misiones internacionalistas, que tienen como destino más de 67 países, no se debate en la única prensa que tenemos, la oficial, entonces muy pocos medios del mundo se atreverán a denunciar las graves, terribles faltas generadas dentro de un sistema inamovible e irrevocable impuesto en el artículo 4 de la Constitución aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular en 2019.

Como nuestros problemas no son reflejados en las estadísticas oficiales, nuestra tragedia no está probada y, por tanto, se vuelve invisible. El abuso y la degeneración son solo investigados por organizaciones de la sociedad civil, asediadas y castigadas por sacarlo a la luz. Sin pruebas, sin estadísticas y sin fuentes fiables, muchas cadenas de noticias no se pueden dar el lujo de transparentar el tema de Cuba y la última palabra la tendrá siempre el poder.

Es la serpiente que se muerde la cola: hasta que el Gobierno de Cuba no cambie su arbitraria política interna –imposible de denunciar– no se acabará el embargo estadounidense y es justo esa la justificación de Cuba para no cambiar su política.

Entonces, ¿cuál de los dos daña más a Cuba, el bloqueo interno o el embargo externo?