Londres (CNN) – Ir detrás de palos y masticar huesos es cosa del pasado. Los perros de hoy tienen opciones mucho más emocionantes en cuanto a pasatiempos, como llamar por video a sus dueños.
Y, ¿quién hizo que los perros pudieran estar en línea? La inventora de DogPhone, Ilyena Hirskyj-Douglas, profesora y asistente de Interacción de Animales y Computadoras en la Universidad de Glasgow, Escocia.
Hirskyj-Douglas observó que en el mercado actual de la tecnología para mascotas, la experiencia del usuario se centra en el dueño, en lugar de en el perro, y por eso se propuso cambiar esa situación.
Después de crear y probar su dispositivo, publicó sus conclusiones en un artículo de investigación para la Association for Computer Machinery Digital Library, y dice que son especialmente relevantes en un momento en el que algunas mascotas experimentan ansiedad por separación tras pasar meses con sus dueños durante la pandemia.
“Nadie ha hecho realmente este tipo de cosas antes”, dijo Hirskyj-Douglas a CNN. “¿Por dónde empezamos a hacer cosas desde el punto de vista de los perros?”.
Para responder a esa pregunta, no tuvo que mirar demasiado lejos: su propio labrador negro de 10 años, Zach, le proporcionó una vasta inspiración sobre cómo podría funcionar un dispositivo de comunicación de este tipo.
Con la ayuda de investigadores de su antiguo lugar de trabajo, la Universidad de Aalto en Finlandia, Hirskyj-Douglas creó el DogPhone, un sensor oculto en una pelota que activa una videollamada desde una computadora cada vez que se mueve.
Aunque Hirskyj-Douglas no está del todo segura de que Zach fuera consciente de que la llamaba cada vez que usaba la pelota, dice que nunca lo entrenó para usarla, y cree que se necesita más tecnología centrada en los perros en el mercado.
“El modo en que se fabrican actualmente los dispositivos para los perros no es el mismo que el de los humanos: los tratamos un poco como si no tuvieran capacidad de decisión”, afirma. “Los animales que tenemos en nuestras vidas son mucho más inteligentes y merecen una tecnología mucho mejor que la que tenemos para ellos”.
Fuera consciente o no, Zach mantuvo el teléfono de Hirskyj-Douglas sonando: al final del experimento, la llamaba hasta cinco veces al día. Pero cuando ella intentaba llamarle, él no siempre respondía, lo que podía hacer moviendo la pelota.
“Me metí en esto con una mente muy abierta”, dijo Hirskyj-Douglas. “Al principio no dejaba de pensar en esa famosa cita, ‘no le gustas tanto’, cuando le llamaba y no respondía”.
Sin embargo, saber que Zach tenía su teléfono a una pata de distancia también tenía su lado negativo: Hirskyj-Douglas dijo que llegó a esperar llamadas de su perro en determinados momentos y la hizo sentirse nerviosa si no le llamaba.
En última instancia, la investigadora tiene previsto centrarse en su trabajo diario, pero afirma que seguirá explorando los dispositivos centrados en el perro en su trabajo y que le encantaría colaborar con organizaciones para ponerlos en práctica.
Aunque Hirskyj-Douglas y Zach seguirán trabajando juntos en nuevas tecnologías, tienen sus altibajos como cualquier humano y su perro.
“Mi perro es un gran olfateador, come hierba, va de un lado a otro, este tipo de cosas”, dijo. “Es un perro muy independiente. Así que digo que salimos a pasear juntos, pero normalmente está en su propio paseo, separado de mí”.