Nota del editor: Holly Thomas es una escritora y editora con sede en Londres. Es editora matutina en Katie Couric Media. Tuitea en @HolstaT. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora.
(CNN) – El 8 de enero de 2017, Meryl Streep pronunció un discurso en la entrega de los Globo de Oro que, dependiendo a quién se le pregunte, dio voz a los estadounidenses desconsolados o juzgó muy mal las frustraciones de los votantes.
Consternada y asustada tras la victoria presidencial de Donald Trump, Streep reunió a su audiencia de estrellas de Hollywood, cineastas y prensa extranjera, diciéndoles que pertenecían a “los segmentos más vilipendiados de la sociedad estadounidense en este momento”, pero que si los echaban, el público no tendría “nada que ver más que el fútbol y las artes marciales mixtas, que no son artes”.
Su discurso no podía ser menos persuasivo para el grupo demográfico al que parecía más desesperada por alcanzar.
Muchos estadounidenses que votaron a Trump en 2016 lo hicieron porque se sentían olvidados por el establishment político y social, y creían que su modo de vida estaba bajo amenaza. Es poco probable que entre sus motivaciones se encuentre la de garantizar que las celebridades sigan cobrando millones de dólares por jugar a ser otros. Rodeada de compañeros que compartían sus mismas prioridades, el mensaje de Streep no hizo más que acentuar la brecha ya existente.
Casi cinco años después de aquel discurso, “Don’t Look Up”, la sátira de catástrofes de Netflix protagonizada por Streep junto a Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, pasa más de dos horas cometiendo el mismo error. En sus esfuerzos por defender su causa, la película no hace más que alienar a quienes más necesitan ser conmovidos por su mensaje.
La premisa de la película es que un enorme cometa está en curso de colisión con la Tierra, pero la presidenta corrupta y egocéntrica (interpretada por Streep) y los malvados medios de comunicación deciden ignorar el peligro porque creen que pueden sacar provecho de él.
Es una metáfora del cambio climático que debería generar empatía, por naturaleza. Por desgracia, nunca ha habido un entorno más hostil para utilizarla.
Como dice “Don’t Look Up”, el mayor problema al que se enfrenta el mundo es que el público crédulo y las élites codiciosas siguen negándose a escuchar a los científicos inteligentes.
En el contexto reciente de la desinformación sobre las vacunas y los multimillonarios que hacen viajes de vanidad al espacio, es una posición tentadora. El problema es que cuando la ciencia se politiza, ya sea por quienes la defienden o por los que la niegan, la verdad objetiva deja de tener un poder persuasivo general.
Aunque a veces parezca contradictorio, para ganarse a la gente, la ciencia debe mantenerse apolítica.
Por ejemplo, Anthony Fauci, el sufrido experto en enfermedades infecciosas de Estados Unidos. Se esforzó mucho por mantenerse políticamente neutral mientras servía bajo el gobierno de Trump porque sabía que la apariencia de parcialidad solo serviría para alejar a muchas de las personas que necesitaban desesperadamente escuchar sus consejos.
Al igual que Greta Thunberg, que hasta las elecciones estadounidenses de 2020 se centró implacablemente en la acción climática sin entrar en la suciedad de la izquierda contra la derecha, Fauci entiende que cualquier asociación política solo sirve como distracción de la tarea en cuestión.
Cuando las palabras de Fauci fueron sacadas de contexto en un anuncio del Partido Republicano a mediados de octubre de 2020, se apresuró a distanciarse. Cuando las recomendaciones de Fauci para combatir el coronavirus, como el uso de mascarillas, siguieron entrando en conflicto con los intereses de Trump, este cambió de táctica y comenzó a desacreditar tanto a Fauci como a la ciencia que representaba.
¿Cómo lo hizo? Afirmó que Fauci, quien no está registrado en ningún partido político, era demócrata.
Esta fractura política se reflejó en la aceptación pública (o la falta de ella) de la ciencia. A finales de octubre de 2020, según el Pew Research Center, los demócratas representaban el 76% de los que expresaban su preocupación porque otros no usaran mascarillas, mientras que los republicanos representaban el 92% de los que expresaban escepticismo u oposición a las mascarillas.
Casi un año después, los estadounidenses que confiaban principalmente en Trump para su información sobre el covid-19 estaban entre los menos propensos a vacunarse. Lejos de ganarse a la gente para las precauciones basadas en la evidencia, la asociación impuesta por Trump de Fauci con los demócratas solo sirvió para convertirlo en un blanco para la ira republicana.
La ciencia es objetiva: las “matemáticas”, como dice constantemente “Don’t Look Up”, o bien suman o no. Pero en cuanto la verdad científica se asocia intrínsecamente con un credo político, la gente que tiene simpatías políticas opuestas estará predispuesta a desconfiar de ella.
Por muy bien intencionados que sean los guionistas y el reparto de “Don’t Look Up”, el objetivo de defender los hechos científicos debe disociarse del de afirmar la superioridad moral. La insinuación constante de que quienes dudan en aceptar nuevas evidencias, ya sea la seguridad de las vacunas o el impacto del cometa, son estúpidos, corruptos y se encuentran del lado “equivocado” políticamente, solo añade otro obstáculo que la ciencia debe superar.
Hacia el final de la película, cuando uno de los mítines claramente trumpianos celebrados por el personaje de Streep se convierte en un caos, Jonah Hill, quien interpreta al hijo y secretario general de Streep, grita “rednecks” por encima de su hombro mientras escapa. El mensaje que se pretende transmitir –que los políticos “malos” que intentan engañar al público no tienen más que desprecio por ellos– se ve empañado por el hecho de que los “buenos” que hicieron la película tampoco parecen pensar mucho en ellos.
Los defensores de la ciencia deben tratar siempre de dejar la política en la puerta. De lo contrario, la tarea no es solo convencer a la gente de que el cometa se acerca, el planeta se sobrecalienta rápidamente o la vacuna los protegerá. Se trata también de obligar a grandes sectores de la población a aceptar que una piedra angular de su ideología personal está equivocada.
Y cuando el cometa está tan cerca, no hay tiempo para ello.