Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México, y Álvaro Colom, de Guatemala. El autor también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – “Feliz 2023”, me dijo un buen amigo. “No creo que el 2022 sea tan malo”, le respondí, “yo pienso que va a ser bueno a partir de marzo”. Así que, como esta es una columna de opinión, puedo decir abiertamente que pienso que el nuevo año comenzará recién en marzo. Así que no creo que esta columna esté atrasada.
Cuando esta pandemia comenzó, hace casi dos años, entre sacar turno para la prueba y el resultado pasaba mas de una semana. Como lo lamenta Bill Gates, era casi como recibir una nota de pésame. Tampoco había mucho más que hacer, sino esperar. En esos primeros meses había ordenes de encierro en la casa y salir a caminar estaba prohibido porque muchos pensaban que nos contagiaríamos al primer contacto con el aire. No se podía dispersar la mente, y la buena salud mental también es otra de las víctimas de esta pandemia. Hoy tenemos vacunas, medicinas, pero sobre todo mucha mejor información de qué cosas podemos hacer y qué no debemos hacer.
El 2021 comenzó con los violentos actos del intento de revertir los resultados de una elección democrática: una de las peores cicatrices para la historia de EE.UU. Luego de la posesión de Joe Biden, las cosas comenzaron a mejorar. Se respiraba un aire distinto donde no amanecíamos atentos y sorprendidos de lo dicho públicamente el día anterior. Las noticias políticas ya no eran el orden del día para todos. Las vacunas comenzaron a administrarse masivamente y la economía a activarse fuertemente. Luego llegó la variante delta, la disrupción de la cadena de suministros, la inflación y ahora ómicron. El año pasado comenzó mal y terminó mal.
A pesar que sin duda se vienen semanas difíciles, se siente más precaución que miedo y eso es muy bueno. El miedo viene de no saber cómo enfrentar una amenaza: ahora sabemos cómo y no solo lo sabe el Gobierno, sino la mayoría de los ciudadanos. Sin su compromiso proactivo, esto sería mucho más grave. Tampoco estaríamos aquí si todos hubiésemos hecho lo que debíamos hacer: pero la realidad es que esa sociedad ideal, nunca ha existido, por eso la llamamos utopía.
La salud, la seguridad y economía familiar son siempre y en todo lugar las tres razones principales del bienestar (ahora también, aunque tarde, el medio ambiente). El mundo tiende a ser más inestable e inseguro, pero nos queda la esperanza que cada año hemos sobrevivido a los nuevos retos.
La recuperación económica es de las mejores noticias que nos deja el 2021 y esperamos que crezca aún más en el 2022. Pienso, como han dicho los expertos, que la nota del 2022 será la de una endemia y no de una pandemia. El empleo, el mercado de valores, el crecimiento económico son muy buenas noticias. Está por verse si en el 2022 podemos controlar la inflación; porque de nuevo, lo que más importa es la economía familiar.
En política (no podía faltar escribir de política en una columna política), este año existirán elecciones intermedias en EE.UU. y las elecciones presidenciales en Colombia. Más allá de preferencias políticas, aspiro que no se premie la polarización, la manipulación de la salud pública y el manejo obscuro de la cosa pública. Queremos paz y necesitamos capacidad de gestión para pasar de la improvisación a la profesionalización, también en la política, como nos dice Lara Brown en su libro “Amateur Hour: Presidential Character and The Question of Leadership”.
En Ecuador existe la tradición de quemar el año viejo el 31 de diciembre (ahora restringida justamente por razones de salud pública); pues bien, el 2021 merece quemarse, aunque con menos ganas de lo que fue el 2020. Merece quemarse para como en esa tradición, hacerle este testamento al año que padece y poder saltar sobre sus cenizas para celebrar que se comienza un nuevo año, que tendrá sus retos, sobre todo en estos dos primeros meses, pero igual celebremos lo nuevo de este año que lo más probable comenzará en marzo.
El testamento del 2021
Otro año que quemar,
Otro año que quisiéramos olvidar,
Con pandemia o sin ella,
Gracias a las vacunas pudimos algunas veces abrazar.
2021 que se va,
y como ya es costumbre por casi dos años,
al personal de blanco hay que saber honrar,
Que, en esta nueva ola de infectados,
no pueden dar un paso atrás.
Nosotros latinos de tormentas y huracanes,
Con una economía que fluctúa entre inflación y desempleo,
ojalá que nuestro deseo,
sea siempre salir primero de esta situación de desespero.
Esperábamos ya estar preparados para decidir,
un mejor juicio a la hora de elegir,
Fantoches y fanfarrones ya no queremos en el porvenir,
de esta Latinoamérica que solo quiere sobrevivir,
a la miseria de algunos que no nos dejan progresar.
Quemo este testamento del año 2021,
pero con menos rabia del que quemé el 2020,
que tampoco estuvo tan bien,
no sin antes dar juramento,
que las cosas en algún momento,
pensé que no iban a ser de tanto lamento;
me ayuden a apreciar mejor,
a mi familia, a mi trabajo y salud.
Que vivan las vacunas y lo vacunados,
Se lo debemos a los que no lo lograron,
y que ómicron, solo sea un resacón.
Con esperanza, pero más cautela,
someto mis augurios a una nueva escuela,
donde aprendí a mirar todo con espera,
porque ya sobreviví dos años de pandemia,
y que el 2022, nos deje vivir mucho más.