(CNN) – Filibusterismo: escuchamos esa palabra cada vez que hay un debate complejo y extenso en el Congreso de Estados Unidos. Se trata de un tipo de obstrucción parlamentaria. ¿Pero qué es y por qué es un tema tan propio de la política bipartidista estadounidense?
Cuando un senador o un grupo de senadores presenta un proyecto de ley en el Congreso de Estados Unidos, el texto pasa a una comisión que lo discute, programa audiencias y plantea enmiendas. Si una mayoría simple de los integrantes de esa comisión vota a favor el proyecto de ley, pasa la plenaria del Senado para su debate. Y después del debate se necesita una mayoría simple para que el proyecto sea aprobado.
Suena sencillo, pero no es así.
El problema que desde hace décadas enfrenta a demócratas y republicanos está en el procedimiento que se surte justo antes de la votación final en la plenaria del Senado, el voto para terminar con el debate sobre el proyecto de ley.
Una norma que surgió por accidente (y el origen del filibusterismo)
En ese procedimiento antes de la votación es donde pueden naufragar los esfuerzos del partido con mayor representación, pues se necesita una supermayoría de 60 votos de 100 posibles para terminar con la discusión.
Esta norma no está escrita en la Constitución. De hecho, los registros históricos coinciden en que surgió por accidente para 1806.
Los debates en el pleno del Senado se terminaban con un voto por mayoría simple, así como en la Cámara de Representantes. Pero el entonces vicepresidente Aaron Burrl a consideró una práctica obsoleta y pidió suspenderla.
Sin la necesidad de una mayoría para terminar el debate, algunos senadores recurrieron a una inusual arma dilatoria para hacer naufragar proyectos de ley: debatir, debatir y seguir debatiendo.
Esta táctica obstruccionista es lo que conocemos como filibusterismo, que viene de la palabra en español filibusteros, una referencia a los piratas que asaltaban las islas del Caribe.
Para controlar los debates eternos como práctica dilatoria, el Senado aprobó en 1917 la regla 22, la cual suprimía el filibusterismo si dos terceras partes votaban a favor de terminar con el debate.
En 1975 el Senado redujo esas cifras 60 votos y desde entonces esta es la cifra mágica para que una supermayoría pase proyecto de ley sin mayores obstáculos.
En estos días, el obstruccionismo es algo implícito. Cuando todos se dan cuenta de que no hay 60 votos para limitar el debate, los senadores por lo general no dedican mucho tiempo a debatir. Simplemente continúan. Cuando un senador monta un discurso de toda la noche, el resultado suele estar predeterminado.
Si se cambian las reglas y solo se requiere una mayoría simple para limitar el debate, los republicanos aún tendrán otras tácticas dilatorias para emplear. Simplemente no podrían bloquear la mayoría de los votos por completo.
Pero existe una manera de deshacerse del requerimiento de los 60 votos: la opción nuclear.
La opción nuclear para terminar el filibusterismo
Si no alcanzan los números para cumplir la norma, entonces se modifica la norma.
Cuando se debaten legislaciones en las que los impulsores del proyecto de ley enfrentan grandes obstáculos, se habla de recurrir a un proceso conocido como la “opción nuclear”. Es una frase que se reduce a cambiar las reglas del Senado para aprobar leyes con una mayoría simple.
Los senadores necesitan 60 votos para hacer cualquier cosa en el Senado, excepto cambiar las reglas: eso requiere solo 51 votos.
Los senadores se consideran sí mismos como parte del “mayor cuerpo de deliberación del mundo”. Es un punto discutible, pero para proteger al partido minoritario y asegurarse de que nadie haga nada sin un debate completo, las reglas del Senado exigen que 60 de 100 senadores acepten votar para avanzar hacia la fase de aprobación de la legislación. En el lenguaje elegante que hablan en el Capitolio, limitar el debate y proseguir con una votación se llama “invocar la clausura”.
En realidad, para aprobar una legislación solo se necesitan 51 votos. Pero, debido a las reglas de procedimiento, se exigen 60 para invocar la clausura y llegar a la votación real. Al requerir solo 51 votos para limitar el debate, esto cambiaría todo el carácter de la cámara. En lugar de estar obligado a obtener la participación del partido minoritario ––los republicanos en este momento––, el partido mayoritario podría aprobar cualquier cosa para la que pudiera conseguir una mayoría simple.
La idea es que en sentido figurado esto “explotaría” el Senado. Por ahora, un Senado de mayoría simple entusiasma a muchos demócratas que quieren aprobar más legislaciones. También asusta a los republicanos, cuya estrategia es hacer que todo se estanque en el Capitolio.
Hasta ahora la opción nuclear ha sucedido dos veces, la primera en 2013, cuando el entonces líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, modificó el umbral de 60 votos, de manera que con una mayoría simple, se pudiera terminar el debate y votar en la plenaria por la confirmación de funcionarios designados por el presidente y por jueces que no fueran para la Corte Suprema.
En 2017, el líder republicano Mitch McConnell hizo lo mismo, pero para lograr la confirmación de magistrados para la Corte Suprema.
El simbolismo de una “opción nuclear” presagia una especie de destrucción mutua asegurada en el futuro, tomando prestado otro término de la Guerra Fría. Los demócratas no siempre controlarán el Senado. Y cuando los republicanos estén a cargo, se puede apostar a que les pagarán con la misma moneda.
¿De dónde viene el umbral de 60 votos?
Está en las reglas del Senado. Lee el capítulo sobre la clausura.
Pero las reglas han cambiado con el tiempo. Hasta 1949, por ejemplo, según el Servicio de Investigación del Congreso, los senadores ni siquiera podían moverse para limitar el debate (invocar la clausura) sobre los nombramientos.
Según el sitio web del Senado, Henry Clay fue el primer senador que amenazó con adoptar una legislación nuclear, allá en 1841. Hasta 1975, en realidad se necesitaban 67 votos para superar una maniobra obstruccionista.
Los ejemplos más famosos ocurrieron durante la era de los derechos civiles, cuando los sureños de ambos partidos bloquearon la legislación sobre igualdad de derechos. Fueron necesarios 60 días de maniobras obstruccionistas para encontrar los votos para la Ley de Derechos Civiles de 1964.
Lo que busca Joe Biden en 2022
El presidente Joe Biden, está abogando por una nueva excepción. Pide reducir la condición de los 60 votos para aprobar, con una mayoría simple, dos reformas electorales que, según el mandatario, buscan contrarrestar esfuerzos republicanos a nivel estatal para dificultar la participación electoral de las minorías e influir en el monitoreo del conteo de votos.
Para aprobar el uso de la opción nuclear. Biden y el Partido Demócrata necesitan una mayoría simple en el Senado. Actualmente, el partido de Gobierno cuenta con 48 legisladores demócratas, dos independientes que votan con el partido y el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris. Con ello lograría la cifra de 51 votos. Pero hay dos senadores demócratas que se oponen a la opción nuclear: John Manchin, de Virginia Occidental, y Kyrsten Sinema, de Arizona. Ambos consideran que es una norma peligrosa porque el Partido Republicano podría usarla cuando vuelva a tener la mayoría.
Para Biden y el resto de su partido la protección del sistema electoral justifica el riesgo.
Cada vez más demócratas apoyan la eliminación del obstruccionismo, al menos en algunas circunstancias. La mayoría de las leyes importantes ––reducción de impuestos durante la administración de Trump y atención médica durante el gobierno de Obama–– requerían encontrar una forma de eludir las reglas obstruccionistas. En esos dos casos, los líderes del partido explotaron las reglas presupuestarias.
Pero esa es una solución imperfecta y no funcionaría para los derechos sobre el voto, el tema acerca del cual la mayoría de los demócratas argumentan que vale la pena cambiar las reglas.
Los demócratas quieren imponer nuevas reglas nacionales para proteger los derechos de los votantes, mientras los republicanos en estados clave se esfuerzan por limitar el acceso a la votación por correo y, de lo contrario, dificultar la emisión de un voto.
Pero las consecuencias de la opción nuclear se extenderían más allá de los derechos de voto. No se puede volver atrás de esta medida. Es por eso que los demócratas más moderados, como los senadores Manchin y Sinema aún no están de acuerdo.
Con información de Edwin Giraldo y Zachary B. Wolf