Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México, y Álvaro Colom, de Guatemala. El autor también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – Las causas no fueron su culpa, pero ha sido un mal año para el Gobierno de Biden: inflación, variantes delta y ómicron del nuevo coronavirus, Afganistán, Ucrania (o mejor dicho Vladimir Putin), disrupción en la cadena de suministros y polarización política. La mayoría de la gente tiene razón para no estar contenta. A pesar de no ser culpa de Biden, lastimosamente en política eso no es suficiente y la factura la paga siempre el político de turno. Biden tiene menos de diez meses para que las cosas cambien; pero como en gran parte no depende de él, no sabemos cómo terminará este nuevo año y la elección del Congreso (y de varias gobernaciones) es en noviembre.
El que la comunidad científica haya descubierto las vacunas efectivas contra el covid-19 y que los Gobiernos de los países ricos hayan financiado su producción fue un gran logro para la humanidad. Es una pena que el Gobierno anterior no las haya financiado a cambio de liberar las patentes para los países pobres; eso habría cambiado la provisión de vacunas en el mundo. Pero lo peor se dio por el tóxico debate político incentivado por Trump y los suyos. El programa de vacunación impulsado en la administración Biden habría sido un éxito total, pero, en parte por las personas que se rehúsan a vacunarse, el virus siguió mutando y las variantes delta y ómicron llevaron los contagios a niveles récord. Nunca responsabilicé a Trump de la pandemia, pero sí de contribuir a la confusión e incentivar a los activistas antivacunas. La mayoría de los votantes, por el contrario, indirectamente siempre responsabilizan de todo al presidente de turno: sea o no responsable.
Es difícil ganar una elección cuando la gente está molesta. No importa de quién sea la culpa. Hasta ahora me parece que el virus tomará su curso y solo podemos cuidarnos, pero no controlarlo. Gran parte de la comunidad científica dice que pasaremos pronto de esta pandemia a una endemia. Nos acostumbraremos a vivir con ella. Biden, entonces, tiene seis meses para que las cosas mejoren. Si la causa principal es la variante ómicron y bajan los contagios en un par de meses, el ánimo de la gente se recuperará rápidamente y Biden podrá tener un buen año. De ser así, mi artículo anterior tendría razón cuando dije que lo bueno del año nuevo comienza en marzo. Ya veremos.
¿Cuáles son las otras amenazas de peso para este año y los dos siguientes? Para mí, la amenaza más próxima para la paz mundial es Putin con sus claras intenciones de invadir Ucrania. De hacerlo, podría ser una guerra larga y muy costosa para Rusia. Esto será una carrera de resistencia, como con el virus. Lastimosamente, en política mucha gente espera respuestas rápidas y drásticas. Sería un error. Como en muchas cosas en la vida cuando no hay victorias inmediatas, es mejor saber resistir. El problema para Biden será político. Al igual que en Afganistán, donde tras una larga ocupación se perdieron los objetivos en el camino, y la vergonzosa retirada fue su responsabilidad. Frente a Putin, Biden deberá actuar con prudencia y paciencia. Al igual que con el virus, al final, venceremos. ¿Cuándo será ese final? No lo sabemos, ojalá fuera antes de noviembre para el bien de los demócratas.
La otra gran amenaza es más compleja y mucho más peligrosa: los movimientos sociales y políticos radicales de algunos marginados que se expresan de manera violenta. En varios países europeos muchos de ellos se manifiestan violentamente con los activistas antivacunas, o en aquellas minorías organizadas de manera estructurada, alrededor de partidos políticos y/o a través de las redes sociales, de manera espontánea o inorgánica. También pueden expresarse políticamente en las calles o contra el Congreso de EE.UU. En el caso de este país, los movimientos extremistas son una amenaza real a la democracia porque están aupados o incentivados por muchos líderes políticos que buscan infiltrarse en las instituciones democráticas (sobre todo electorales) para ganar elecciones sin ganarlas. Esta, para mí, es la mayor amenaza latente en EE.UU.
Biden tuvo muchos aciertos, pero los éxitos en la política siempre valen menos que los fracasos. Biden logró la aprobación de dos grandes paquetes de estímulo y la economía está dando muestras de fuerte recuperación; también lo dice el mercado de valores y el empleo. Si se concretan otros logros legislativos, que a juzgar por todo lo que ha pasado estas últimas semanas, parece muy difícil, eso le dará oxígeno político a Biden por un par de meses. La gente votó contra Trump, pero no se puede gobernar exitosamente solo por estar en contra de alguien, a pesar de que muchos de los aliados de Trump son una gran amenaza para la democracia de EE.UU.