Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Actualmente, Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Han pasado 60 años y Europa está al borde de una guerra en la que, de nuevo, Moscú y Washington son los adversarios principales. La prensa cita la crisis de los misiles en Cuba, o crisis de octubre, que puso al mundo a punto de una guerra nuclear, y las compara.
Tienen razón, son en esencia lo mismo. En 1962, la URSS conoció de su debilidad nuclear frente a Estados Unidos y alertó al Gobierno cubano de que se preparaba una invasión contra su país, así acordaron emplazar misiles nucleares a solo 90 millas de Estados Unidos. Ahora, en 2022, es Estados Unidos, a través de la OTAN y con conformidad ucraniana, el que podría situar misiles otros equipos y municiones muy cerca de la frontera rusa, haciendo más débil, de nuevo, a Moscú.
Es lo mismo, pero al revés.
En la crisis de 1962, las Fuerzas Armadas estadounidenses estaban en alarma de combate, dispuestas a invadir Cuba. En 2022, las Fuerzas armadas rusas se encuentran en disposición combativa, a pocas millas de la frontera ucraniana, listas para invadir Ucrania, aunque Rusia nunca lo ha admitido.
Hasta ahí las semejanzas, fundamentales.
Las diferencias también existen.
En 1962, la posible confrontación amenazaba el territorio de Estados Unidos.
En 2022, el conflicto se desarrollaría en Europa, lejos de EE.UU. aunque en su condición de líder militar de la OTAN lo compromete peligrosamente, sobre todo después de Afganistán.
En 1962, era un casus belli entre dos superpotencias mundiales, y lo resolvieron solamente entre ellas, dejando a Cuba afuera, y a Fidel Castro con el orgullo nacional herido.
Ahora, en 2022, es un más complicado casus belli cuatripartito, que implica a Estados Unidos, la OTAN, Ucrania y Rusia. Aunque, hasta ahora, Ucrania no ha participado en reuniones con Rusia. A pesar de las declaraciones del presidente Joe Biden, de que existe unidad en los criterios de la OTAN, existen diferencias. Alemania no está exactamente en la misma posición del resto de los países integrantes, donde hay posturas más y menos agresivas. Alemania sabe que el ruido de los sables se escuchará en su balcón y que una posible escalada nuclear podría situar su balcón en el teatro de los acontecimientos. Algo más: la posibilidad de que Rusia corte el suministro de gas y petróleo aun en pleno invierno. Moscú ha dicho que lo haría si Occidente suspende, como represalia, la participación rusa en el sistema bancario SWIFT. Si no podremos cobrar, ¿para qué vender? Desde los años 70, la URSS suministra combustibles a Europa mediante oleoductos y gasoductos. En la actualidad pasan de 20.
En 1962, la crisis en Cuba, se desató y se solucionó en 13 días.
Esta de 2022 se gestó hace 30 años en las conversaciones entre Estados Unidos y la URSS para la reunificación de Alemania y su integración a la OTAN. James Baker III, entonces secretario de Estado de EE.UU., prometió a Mijaíl Gorbachov –según relata en sus memorias– que los límites de la OTAN no se extenderían “ni una pulgada” hacia la frontera rusa. Aunque nunca se firmó un acuerdo. El presidente George Bush opinó que Baker se había extendido en su promesa y así se quedó el asunto.
Hasta 2008, cuando la OTAN reafirmó en Bucarest, Rumania, su política de puertas abiertas, habían pasado casi 20 años y en la pulgada de Baker cabrían los miles de kilómetros que separaban a Alemania de nueve países integrados a la OTAN, todos fronterizos con la Federación Rusa. Dicha reunión invitó a integrarse también a Ucrania y a Georgia. Pero Alemania y Francia indicaron que vetarían dicha entrada con el apoyo de Italia, Hungría, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. ¿La razón? Que sería una ofensa innecesaria a Rusia.
Y así Rusia se mantuvo en relaciones amistosas con la OTAN. Incluso Putin manifestó su deseo de integrarse, siendo secretario de la organización George Robertson, entre 1999 y 2003, ya que Rusia “era parte de Europa”, alegó el mandatario. Pero todo se complicó en 2014, con el golpe de Estado al presidente de Ucrania Víctor Yanukóvich, cercano a Moscú, y la existente tendencia ucraniana de aliarse con Occidente, es decir la OTAN, cuyo enemigo parece seguir siendo el mismo de su fundación en 1949: Moscú.
Y así estamos. Esperando cada día qué va a pasar en Europa, porque todo el mundo sentirá esa guerra. Moscú alega que la historia de Ucrania y Rusia es una sola, y se resiste a que la OTAN lo cerque completamente. La OTAN dice que no puede negar a priori la integración de los países democráticos que lo soliciten, según su política de puertas abiertas.
En 1962 se impuso la cordura de John F. Kennedy y Nikita Khruschev luego de 13 días de conflicto.
En 2022 han pasado casi dos meses desde que Washington reconociera el peligro de una posible invasión rusa a Ucrania, alertado por una noticia de The Washington Post, del 3 de diciembre.
Este es el principal enfrentamiento entre Rusia y Occidente desde “el final” de la Guerra Fría. Putin no puede retirar sencillamente sus tropas sin haber logrado algo sustancial para la seguridad de Rusia; Occidente insiste en su derecho de integrar al país que desee en la OTAN y no da más respuestas a las peticiones de Moscú sobre Ucrania que un radical “no”.
Vladimir Putin y Enmanuel Macron hablaron este 28 de enero y siguen tan distantes como siempre. Por su parte, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky le pidió a Biden que no mencionara tanto la guerra (¡si Zelensky viera la televisión estadounidense!), como previniendo el mal agüero. Y le subrayó que no veía diferencia entre hoy y hace un año en la complicada relación ruso-ucraniana. Aquí hay crisis para rato. La pregunta sería, en un escenario hipotético, si México consiente que China ponga misiles nucleares en Tijuana, ¿qué haría EE.UU.? Seguiremos opinando.