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Nota del editor: Patricio Morelos es consultor de comunicación política. Politólogo por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y especialista en Gestión de Gobierno por la Universidad Camilo José Cela. Actualmente es estudiante de la maestría en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica en la Universidad George Washington. Profesor universitario de las materias de Mercadotecnia Política y Ciudadanía y Democracia en el Tecnológico de Monterrey. Puedes seguirlo en Twitter @patomorelos. Las opiniones expresadas en esta columna son propias del autor.

(CNN Español) – Soy un convencido de que en México, más que existir los seguidores del Partido Acción Nacional (PAN) de derecha, conservador, existen los que están en contra del Partido Revolucionario Institucional (PRI), de centroderecha. Es decir, entre estos dos partidos políticos tradicionales mexicanos, más que panismo, existe el antipriismo. Desde niños, a algunos de los que nacimos en el último tercio del siglo pasado y en los primeros años del siglo XXI, nos dijeron en casa que teníamos que derrotar al PRI, que llevaba 70 años de gobernar el país.

Y así fue. Hasta hace unos años el poder se lo disputaba el bipartidismo PAN y PRI, mientras que el Partido de la Revolución Democrática, de izquierda y más reciente que los otros dos, competía con ellos en algunos estados, sobre todo en el centro y sur de México.

Si bien el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador nos hablaba de que el PRI y el PAN pertenecían a la que él llamaba “mafia del poder”, la realidad es que en el plano electoral y comunicacional existía una fuerte rivalidad entre azules (PAN) y rojos (PRI), como si habláramos de un tradicional clásico de fútbol.

La contundente victoria del partido Morena y AMLO en 2018 lo cambió todo: el PRI y el PAN, junto con lo que quedó del PRD, podrían unirse. Tres partidos con ideologías completamente opuestas, que durante años se acusaron de lo peor, ahora buscaban cómo combinar sus logos para vencer al presidente. La alianza “Va por México” integrada por el PRI-PAN-PRD compitió por primera vez en las elecciones legislativas de 2021 y repetirá en 2022 en elecciones de gobernadores.

Le dieron la razón a AMLO y los resultados lo demuestran. El PAN, el PRI y el PRD perdieron 13 de las 15 gobernaciones que se disputaron en 2021. Como yo lo veo, no entendieron, o no quisieron entender que no se trataba únicamente de criticar a López Obrador, sino de explicarle a la gente por qué ellos eran una mejor opción, sobre todo cuando, en mi opinión, el fenómeno de Andrés Manuel se debe en parte a la decepción hacia los gobiernos del PAN y del PRI.

Y podemos discutir por horas quién gobierna mejor o peor, pero lo importante aquí, entendiendo que la alianza se mantiene al menos para el proceso electoral de 2022, es que si siguen haciendo y diciendo lo mismo, pueden ir olvidándose de lo que significa ganar una elección.

Lo que tendríamos que preguntarnos es, ¿cuál es la agenda de la alianza? ¿qué defienden? ¿a quiénes representan? Y la respuesta, me atrevo a decir, podría ser algo como “no permitir el avance de Morena y López Obrador”.

Hasta ahí ha llegado, a rechazar todo lo que tenga que ver con el gobierno actual. No nos han dicho cómo van a gobernar: si en temas económicos serán panistas, en temas sociales serán perredistas o en temas de gobernanza serán priistas. Si es una alianza conservadora o progresista. Si es una alianza de gobierno o solo electoral.

Tampoco nos han dicho si la alianza, en el futuro, será total o seguirá siendo parcial. Si verdaderamente representa un proyecto para cambiar a México, los partidos de la alianza tienen que ir juntos en todo el país y no ir seleccionando estados dependiendo de sus intereses.

Imagínense que en un estado se diga que se está construyendo un proyecto plural e incluyente, pero en otro estado, solo a unas horas de distancia, se acusen de corrupción para ganar la elección. Eso creo que podría pasar en Oaxaca y Quintana Roo este año, donde los partidos irán por separado.

O es una alianza o no es una alianza, sobre todo cuando se tiene la difícil tarea de convencer a un panista de votar por un priista o a un priista de votar por un panista. Ni se diga un perredista, que en 2006 apuntó al PRI y al PAN como los culpables del supuesto fraude electoral contra AMLO. ¿O es casualidad el crecimiento de Morena y Movimiento Ciudadano en estados que anteriormente gobernaban?

La alianza PAN-PRI-PRD necesita estabilidad. Tiene que darle certeza a sus votantes de que va avanzando y no amenazar con romperse, como sucedió hace unos meses con la discusión de la Reforma Eléctrica.

Y finalmente, ir por sus mejores candidatos y candidatas. Las marcas partidistas, por sí solas, no son lo suficientemente fuertes para ganar las elecciones. Necesitan de hombres y mujeres conocidos, con liderazgo, que puedan sumar las simpatías necesarias para competir contra Morena.

Ya rumbo a las elecciones de 2022 vemos conflictos en los partidos, entre los políticos que controlan las estructuras y quienes buscan hacerse de una oportunidad.

El riesgo de mantener una alianza que no crezca es muy elevado. 2021 fue el primer aviso, 2022 puede ser el segundo, pero llegar débiles a la elección presidencial de 2024 podría ser la última oportunidad de ver a los partidos tradicionales intentando regresar al poder.

Hacer y decir lo mismo no va a funcionar. Ir con las mismas personas, tampoco. La alianza tiene que hacer la diferencia y explicarle, pero sobre todo, demostrarle a la ciudadanía —ahora sí — que sus partidos e integrantes cambiaron y que, como dice su coalición, va por México.