(CNN) – La película “Moonfall” sigue una órbita familiar hacia el ridículo, ya que la última epopeya de desastres del director Roland Emmerich es ruidosa, apresurada y sin ataduras a la lógica, así como a la gravedad. Aunque algunos pueden divertirse sucumbiendo a las tonterías, esta luna mala no llega ni siquiera al nivel de un placer culposo.
Emmerich ya conoce el procedimiento, luego de dirigir “Independence Day”, una secuela despistada de 2016, y la pesadilla del cambio climático “The Day After Tomorrow”. “Moonfall” comparte ADN con todas ellas, pero su antecedente más obvio podría ser “Armageddon”, otra película que requería enviar una tripulación al espacio en una misión aparentemente imposible para salvar el mundo.
No es de extrañar que los protagonistas de esta película aporten su bagaje a la tarea que tienen entre manos. Los astronautas Jo Fowler (Halle Berry) y Brian Harper (Patrick Wilson) son introducidos en un desafortunado vuelo espacial, que deja su carrera y su vida en ruinas.
Una década más tarde, Jo tiene un trabajo de alto nivel en la NASA mientras Brian lucha por pagar sus facturas. Entra en escena un astrónomo aficionado, K.C. Houseman (John Bradley de “Game of Thrones”), que se da cuenta de que la luna se comporta de forma extraña, con alguna fuerza misteriosa que altera su órbita y amenaza con destruir la Tierra, o grandes partes de ella, en cuestión de semanas. (Antes de que alguien piense que la premisa recuerda a la de “Don’t Look Up”, se trata de una idea similar, pero con un tono y una ejecución totalmente diferentes).
Emmerich comparte el crédito del guión con Harald Kloser y Spenser Cohen, y describir la trama como enrevesada sería quedarse corto. En un momento dado, Donald Sutherland aparece en un lugar insólito, suelta una información útil sobre un encubrimiento del Gobierno más rápido de lo que se puede decir “JFK” y desaparece casi con la misma rapidez.
Más allá de eso, el reparto se ve envuelto en situaciones absurdas y diálogos torpes, incluyendo una estructura que alterna entre los que se dirigen al espacio para salvar a la humanidad y sus parientes (porque, oye, se trata de la familia) que luchan por sobrevivir mientras se desata el infierno en casa.
Bradley podría ser el único que sale ileso de los escombros, sacando el máximo partido a lo que es esencialmente el papel de Jeff Goldblum en “Independence Day” como el ingenioso extraño (y nerd simpático) que supera a todos los cerebros de la NASA, después de haber sido descartado como un loco.
Estos paralelismos ponen de manifiesto la sensación de poca originalidad de “Moonfall”, lo que hace que la reciente entrevista de Emmerich, en la que se lamentaba de que las películas de cómic “arruinan” la industria cinematográfica, resulte bastante irritante. Aunque obviamente es cierto que la dependencia de Hollywood de las secuelas hace más difícil apostar por grandes conceptos originales, como sugiere el director, ese argumento no tiene mucho peso a la hora de promocionar un vehículo que recicla éxitos pasados, solo que con un desastre diferente (y particularmente literal) de que el cielo está cayendo.
La película posee un cierto espíritu de superación, pero sin el ambiente de “unir al mundo” que a veces se asocia con el género.
Es posible que “Moonfall” tenga muchas posibilidades de arrasar en la taquilla, en parte por las razones que dio Emmerich, pero una premisa que diera menos dolores de cabeza seguramente habría ayudado a su causa.
“No he llegado hasta aquí para fracasar”, afirma Brian con toda seriedad.
Pero en términos de la película, si no de la misión, ya es demasiado tarde.
“Moonfall” se estrena en los cines de Estados Unidos el 4 de febrero. Está clasificada como PG-13.