(CNN) – Hay miles de empleados y voluntarios locales que ayudan a los participantes olímpicos dentro del “circuito cerrado” instalado en los Juegos Olímpicos Beijing 2022.
La mayoría de las personas nunca ven completamente las expresiones de los demás, ya que todos llevan mascarilla. De hecho, muchos de ellos están cubiertos de pies a cabeza con equipo de protección completo. Pero muchos de ellos están ansiosos por conversar, anhelando más interacción.
En cada conversación, me sorprende el sacrificio personal que han hecho para ser parte del evento. Durante meses, tienen que vivir separados de sus familias dentro de la burbuja olímpica. Después de que terminan los Juegos, están en cuarentena durante 21 días en una instalación del gobierno para garantizar que no se escape ningún caso de covid-19.
Hay dos pequeños cubículos de vidrio afuera de nuestro hotel. Dentro de cada uno hay un trabajador con traje de protección contra materiales peligrosos, mascarilla y protector facial. Ellos administran nuestras pruebas de covid-19 todos los días. El primer cubículo escanea nuestras credenciales y nos entrega un tubo. El segundo cubículo toma nuestra muestra de garganta.
Le pregunté al hombre del primer cubículo cómo estaba. Es enfermero en Beijing y se ofreció como voluntario para trabajar durante los Juegos. Vive en el mismo hotel que nosotros y solo puede ir entre el hotel y el cubículo.
Durante sus turnos que duran al menos seis horas, no puede beber, comer ni usar el baño todo el tiempo. Para evitar la necesidad de hacer sus necesidades, no come antes de que comience su turno. Dice que es difícil estar lejos de su hijo de 6 años durante tanto tiempo, pero se las arregla para llamarlo por video todos los días. A pesar del trabajo agotador, dijo que está orgulloso de ser parte de los Juegos Olímpicos de Invierno.
Para viajar entre nuestro hotel y las sedes olímpicas, contamos con conductores dedicados. Uno de ellos me dijo que extraña a su hijo de 3 años y que ya se cansó de la comida en su hotel del circuito cerrado.
El día del Año Nuevo Lunar, vi a una trabajadora olímpica parada al borde del circuito cerrado, saludando a sus dos hijos pequeños detrás de capas de barricadas y cercas. A metros de distancia, sus hijos le gritaron a su madre que la extrañaban y deseaban poder estar juntos para el Año Nuevo. La mujer me dijo que su familia vive cerca del área olímpica. De hecho, incluso podía ver su casa desde su habitación de hotel en el circuito cerrado. Me dijo que esto era lo más largo que había estado separada de sus hijos, y le hizo llorar pensar en lo cerca y lo lejos que están.