(CNN) – Hay pocos proyectos energéticos en el mundo tan controvertidos como el gasoducto Nord Stream 2, y este martes prácticamente murió cuando el líder de Alemania detuvo su proceso de aprobación como respuesta a la crisis de Ucrania.
El gasoducto de 1.230 kilómetros debía transportar enormes cantidades de gas natural directamente desde Rusia a Europa a través de Alemania, y aunque lleva más de cinco meses construido, no ha pasado ni una sola entrega.
El proyecto ha dividido a políticos, analistas y europeos durante años, y se ha visto acosado por los retrasos, las anteriores sanciones de Estados Unidos y la oposición por su impacto en la crisis climática.
El anuncio del canciller de Alemania Olaf Scholz ha sido la respuesta concreta más contundente de occidente a la acción militar de Rusia en el este de Ucrania.
Pero pone a Europa en una posición incómoda: Rusia podría simplemente cerrar sus otros grifos de gas que alimentan la mayor parte del continente y dejar a millones de personas a oscuras y con frío. El gas natural es el combustible utilizado para el funcionamiento de los calentadores de agua, hornos y estufas.
Alemania ya recibe gas ruso a través de Nord Stream 1, un gasoducto similar que también pasa por debajo del mar Báltico. Pero cuando Rusia intensificó su acción militar en Ucrania de la noche a la mañana, la presión sobre Alemania para que detuviera el proyecto de tajo se incrementó.
Independientemente de que Alemania deseche oficialmente el gasoducto Nord Stream 2 a largo plazo, las acciones de Rusia en Ucrania hacen que el proyecto esté políticamente muerto.
Los temores de que Rusia utilizara el Nord Stream 2 como arma geopolítica para impulsar sus intereses, y su expansionismo, en Europa se están justificando. Pero cargar el arma con gas real debilitará aún más la posición de Europa.
El proyecto ya tenía problemas políticos.
El nuevo gobierno de coalición de Alemania cuenta con una fuerte presencia de los Verdes, que se oponen al aumento de la dependencia del gas natural, un combustible fósil que ahora contribuye más a las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea que el carbón. La región se ha vuelto tan dependiente de un combustible que se suponía que era para la transición a las energías renovables.
Nord Stream 2 iba a añadir 100 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera cada año, por no hablar de las inevitables fugas de metano, un gas de efecto invernadero con un poder de calentamiento del planeta más de 80 veces superior al del CO2 a corto plazo.
Ahora Europa, y Alemania en particular, tiene la oportunidad de aprovechar este momento para alejarse no solo del Nord Stream 2, sino de su creciente dependencia del gas fósil.
Alemania es una de las pocas naciones desarrolladas que se opone a la energía nuclear y está en proceso de cerrar sus pocos reactores. Sin ella, se ha convertido en un país altamente dependiente del gas, y necesitará un replanteamiento radical para acelerar la generación de energía a partir de las fuentes renovables.
Teniendo en cuenta los problemas medioambientales que conlleva el tratamiento de los residuos radiactivos de la energía nuclear, su papel en la futura combinación energética de toda Europa tiene sus limitaciones. Un rápido aumento de las energías renovables (solar, eólica e hidroeléctrica) ofrece seguridad tanto en la energía como en la protección del clima. Un primer paso sencillo sería desplazar las subvenciones de los combustibles fósiles a las energías renovables.
A corto plazo, Europa puede conseguir gas de otros países, seguramente no lo suficiente como para sustituir a Rusia, pero sí para salir del paso, y hacer frente a la amenaza rusa inmediata.
Pero el problema eterno de la crisis climática seguirá agitándose y, en última instancia, será más letal y costoso que la confrontación militar.