Nota del editor: Nikos Tsafos es titular de la Cátedra James R. Schlesinger de Energía y Geopolítica en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). Las opiniones presentadas en este artículo le pertenecen únicamente a su autor.
(CNN) – En cuestión de semanas, la guerra en Ucrania ha cambiado drásticamente una relación energética entre Europa y Rusia que se remonta a décadas atrás. Europa entiende que no puede romper los lazos con Rusia de la noche a la mañana, ya que sigue necesitando la energía rusa. Pero el papel de Rusia en el sistema energético europeo y mundial se ha tambaleado. Se trata de un cambio profundo que marcará el fin de Rusia como superpotencia energética.
Rusia es fundamental en el sistema energético mundial. Es el mayor exportador de petróleo del mundo, con un 8% del mercado mundial. Y suministra a Europa el 45% del gas natural, el 45% del carbón y el 25% del petróleo. Asimismo, los hidrocarburos son el sustento de la economía rusa. En 2019, antes de que el covid-19 hiciera caer los precios, los ingresos por petróleo y gas natural representaban el 40% del presupuesto federal del país. Y el petróleo y el gas representaron casi la mitad de las exportaciones totales de bienes de Rusia en 2021.
Es difícil imaginar cómo sería la economía de Rusia sin el petróleo y el gas.
Desde la invasión, Europa se ha esforzado por idear una nueva estrategia de seguridad energética. La mayoría de los países europeos habían asumido que la dependencia de la energía rusa era un riesgo que podían gestionar, por incómodo que fuera a veces. Creían que Rusia era un actor racional que quería ganar dinero vendiendo su energía. Pero la mayor guerra terrestre en Europa en generaciones ha producido una rápida reevaluación de esas suposiciones. Europa estaba acostumbrada a tratar con un adversario; ahora debe tratar con un enemigo.
Sin duda, la respuesta europea ha sido rápida. Europa esbozó un ambicioso plan para reducir las importaciones de gas ruso en dos tercios en 2022, con el objetivo de eliminar progresivamente el petróleo y el gas rusos para 2027. Mientras tanto, los líderes europeos están debatiendo propuestas para prohibir inmediatamente las importaciones de petróleo ruso. El Reino Unido ya dijo que eliminaría las importaciones de petróleo ruso para finales de 2022. Alemania detuvo la aprobación del gasoducto Nord Stream 2 y dijo que invertiría en infraestructura para importar gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés). Ahora se está construyendo una nueva instalación de importación de LNG en los Países Bajos. El distanciamiento de Rusia se está produciendo rápidamente.
Grandes empresas energéticas como Shell, ExxonMobil y Equinor están dando la espalda a inversiones que se remontan a décadas atrás. La opinión pública está limitando su disposición a comprar petróleo ruso en el mercado abierto, lo que está reduciendo la huella de Rusia en el escenario energético.
Pero Europa se encuentra ahora en una situación difícil. El petróleo y el gas rusos son indispensables. Pero depender de Rusia ya no es tolerable dadas las atrocidades cometidas por Rusia en Ucrania y el temor de que pueda cortar el suministro de gas en cualquier momento. Así que Europa quiere salir de esa relación.
Estas fuerzas opuestas crean una brecha entre dónde está Europa y dónde quiere estar. No está claro cómo se resolverá esto en los próximos años, dado que los suministros alternativos son limitados a corto plazo. Por el momento, la Comisión Europea ha pedido a las empresas que procuren su suministro de países como Estados Unidos, Qatar y Egipto, una medida que podría hacer que los precios suban aún más a medida que la demanda presione contra la oferta limitada. Pero lo que viene después de este periodo de ajuste está bastante claro: el comercio energético de Europa con Rusia acabará reduciéndose hasta casi desaparecer.
Rusia buscará clientes en otros lugares. Alrededor del 20% del petróleo ruso se destina a China, y sus ventas de gas natural a este país aumentarán con toda seguridad, gracias a un oleoducto de más de 8.100 kilómetros. Pero el giro de Rusia hacia el Este está limitado por la geología, la geografía y la geopolítica. Rusia tiene más recursos de petróleo y gas en Siberia Occidental que en el este, lo que dificulta llevarlo a Asia. Además, las infraestructuras existentes están preparadas para enviar energía a Europa. No está clara la disposición de China a financiar un cambio de esta magnitud, es decir, la reconfiguración de la infraestructura de exportación rusa para dirigirla hacia el este. ¿Aceptará China un trato si se lo ofrecen? Probablemente. ¿Elegirá depender en gran medida de la energía rusa? Probablemente no. Dentro de una década, esta dinámica cambiará la posición de Rusia en la energía global y en la economía mundial. Rusia no quedará completamente fuera del mercado energético mundial, pero su papel se reducirá considerablemente. Esta guerra ha causado un daño irreparable a la marca de Rusia como proveedor de energía.
Algunos estrategas sostienen que la capacidad de Rusia para hacer la guerra disminuirá sin los ingresos de los combustibles fósiles para financiar su Ejército. Esto es cierto, hasta cierto punto. Pero Rusia ha estado involucrada en los asuntos europeos durante siglos. La agresión, la inseguridad y la intromisión de Rusia en Europa persistirán mucho después de la era de los hidrocarburos. Al fin y al cabo, una economía rusa aislada de los mercados mundiales difícilmente será un vecino manejable. La guerra acelerará el fin de la era de Rusia como una superpotencia energética. Pero si la nueva Rusia será mejor, es imposible de saber.