(CNN) — Rusia y Japón están oficialmente en guerra.
Setenta y seis años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, las conversaciones para finalmente declarar la paz entre Rusia y Japón colapsaron a fines del mes pasado.
Las dos naciones nunca llegaron a un tratado porque Rusia se negó a ceder cuatro islas que la Unión Soviética tomó frente a la costa norte de Japón en 1945. The Washington Post informó el jueves que miles de japoneses que huyeron de las islas tras esa antigua invasión ahora ven su sueño de volver a casa frustrado por la nueva tensión por la guerra en Ucrania. Rusia dijo que se retiraría de las conversaciones de paz sobre el territorio en disputa en respuesta a las sanciones impuestas por Japón tras la invasión de Ucrania.
Es un ejemplo clásico de los “conflictos congelados” que han persistido en regiones de todo el mundo mucho después de que cesan los combates.
La semana pasada, los ataques con misiles continuaron azotando las ciudades de Ucrania, a pesar de que los rusos afirmaron que estaban reenfocando su estrategia en la guerra en la parte oriental del país. Nadie sabe cómo se desarrollará la guerra y si cualquiera de los bandos podría ganar, pero es muy probable que también se convierta en un conflicto congelado.
El jefe de inteligencia militar de Ucrania sugirió la semana pasada que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, quiere separar el oeste de Ucrania de las partes separatistas rusas del este, y crear una división muy parecida a la que existe entre Corea del Norte y Corea del Sur.
Ese es otro conflicto congelado, a pesar de que las hostilidades de la Guerra de Corea finalizaron el 27 de julio de 1953.
“Por un breve momento esta semana, pareció vagamente posible que Rusia pudiera moderar su brutal embestida en partes de Ucrania”, escribió Frida Ghitis. “Después de que los enviados rusos hablaran con una delegación ucraniana en Estambul, Turquía, el martes, el viceministro de defensa ruso anunció que Moscú retiraría sus fuerzas y ‘reduciría drásticamente la actividad militar’ alrededor de las ciudades de Kyiv y Chernihiv para impulsar la ‘confianza mutua’”.
“Pero aquellos que han estado prestando mucha atención a Rusia bajo su líder, Vladimir Putin, sabían que no debían confiar en su palabra”. ¿Se puede confiar en la palabra de Putin?, preguntó Ghitis. “¿Cómo se negocia con un interlocutor que miente como rutina, repetidamente y sin escrúpulos? ¿Cómo se negocia con un régimen que tiene un historial de décadas de incumplimiento de sus compromisos internacionales?”.
En el Financial Times, Edward Luce argumentó: “En algún momento, Occidente tendrá que hablar con el enemigo que tiene, en lugar de con el que le gustaría tener. Eso significará hacer algún tipo de trato con Putin. La alternativa —apuntar a la rendición incondicional de Rusia y la expulsión de Putin— es una apuesta que los líderes occidentales no pueden permitirse”.
Luce apuntó que “pocos creen probable que Putin abandone su ambición final de tragarse a Ucrania. Cualquier acuerdo, y mucho más un alto el fuego, debe ser tratado como una pausa táctica”. Su sombría visión: “Ucrania podría verse obligada a sufrir meses o incluso años de sangrienta parálisis”.
Lawrence Freedman, también en el FT, alegó que “por ahora ninguna de las partes tiene un incentivo para comprometerse en un acuerdo de largo plazo. Están esperando avances militares y una visión más clara sobre el curso probable de la guerra. Si la perspectiva es de un largo estancamiento, entonces ambos podrían sentirse obligados a negociar”.
En una conversación con Peter Bergen, el mayor general estadounidense retirado Mike Repass dijo que la invasión rusa “culminó” hace casi una semana, es decir, que las fuerzas de Putin “ya no tienen suficiente poder de combate para continuar avanzando en la ofensiva”. Pero agregó que el alcance de las pérdidas en el lado ucraniano no está claro, lo que hace extremadamente difícil predecir el futuro curso de la guerra.