Nota del editor: Vaclav Masek Sánchez es un doctorando guatemalteco en sociología en la Universidad del Sur de California (USC). Recibió su maestría en el Centro para Estudios Latinoamericanos y el Caribe (CLACS) de la Universidad de Nueva York (NYU). Investiga la Centroamérica contemporánea. Síguelo en @_vaclavmasek.
(CNN Español) – Las elecciones presidenciales del domingo 3 de abril en Costa Rica se vieron como un referéndum sobre el futuro del sistema político de 70 años en la nación más estable y una de las más prósperas de Centroamérica. La segunda vuelta entre dos candidatos que registraron escasos niveles de apoyo en primera vuelta revela que el país enfrenta altos niveles de abstención electoral y un Congreso donde crecen los partidos de derecha. La victoria de Rodrigo Chaves Robles, según resultados provisionales, significa que el partido que liderará el Poder Ejecutivo no tendrá la mayoría en el Legislativo, por lo que requerirá de acuerdos y diálogos con otros cinco partidos.
Las candidaturas polarizadas de José María Figueres Olsen y el presidente electo Chaves representaron dos proyectos de país distintos: uno que prometía rescatar la política de antes, mientras que el otro enarbolaba un discurso antisistema. En un contexto donde el gobierno saliente terminó con altos índices de reprobación ciudadana, las campañas centradas en ataques, más que en propuestas, no lograron convencer a los y las costarricenses para asistir a las urnas. Para gran parte de la población en general parece desvanecerse el “encanto patriótico” que resurge cada cuatro años durante las elecciones y promete, pero no logra, cambios transformacionales.
Celebrada en febrero, la primera vuelta de las elecciones presidenciales ticas registró una participación del 59,71%, lo que significa el abstencionismo más alto desde 1958. Y el domingo en la segunda vuelta bajó al 56,76%, por lo que, aproximadamente, solo uno de cada cuatro votantes registrados emitió su voto el domingo por uno de los dos candidatos finalistas, fragmentando el sistema de partidos que ha mantenido a Costa Rica fuera de las turbulencias políticas de América Central, pero que gran parte de los ciudadanos parece haber llegado a considerar corrupto y fuera de contacto con los problemas cotidianos de la gente.
José María Figueres Olsen, de 67 años, buscaba gobernar el país por segunda ocasión. Educado en la Academia Militar de West Point y con un posgrado de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, Figueres Olsen gobernó Costa Rica entre 1994 y 1998, cuatro años después del fallecimiento de su padre, José Figueres Ferrer. Conocido coloquialmente como “don Pepe”, Figueres Ferrer fue una figura que definió la nación y construyó la organización política más grande de Costa Rica, el Partido de Liberación Nacional (PLN), después de liderar la facción ganadora en la breve guerra civil del país en 1948.
Figueres Olsen dejó el poder a los 43 años y antes de los 50, cuando ejercía como director del Foro Económico Mundial en Davos, en Suiza, se vio envuelto en un escándalo de corrupción. El expresidente habría cobrado US$ 906.000 en 2004 a la telefónica francesa Alcatel por una supuesta consultoría que más parecía un presunto tráfico de influencias políticas para ganar contratos con una compañía estatal creada por su padre medio siglo atrás, cuando se gestaba el “milagro costarricense” Figueres Olsen negó haber cometido actos indebidos y defiende su trabajo de consultoría, y la Fiscalía desestimó la causa en 2007 por falta de pruebas. Estas nostalgias figueristas son las que en campaña el actual candidato prometió renovar y, así, regresar a Costa Rica a su época dorada.
La antítesis política de Figueres Olsen fue Rodrigo Chaves, un economista de 60 años con un doctorado de la Universidad de Ohio, que regresó a Costa Rica en 2019, después casi tres décadas en el Banco Mundial (BM). Allí ascendió al rango de director como representante principal del BM en Indonesia, una importante economía en desarrollo. Allí fue sancionado por conductas sexuales impropias, luego de una denuncia de acoso sexual presentada en su contra por dos empleadas, y dejó el BM poco después. Chaves negó en varias ocasiones las acusaciones y restó importancia al asunto, al afirmar que los investigadores nunca probaron que se hubiera producido acoso sexual alguno, pero aún así recibió un veredicto desfavorable del tribunal interno del BM en junio de 2021, que lo degradó aunque sin despedirlo. La prensa costarricense también señaló a Chaves por la opacidad del financiamiento de su campaña. Estos indicios de un financiamiento ilegal generaron cuestionamientos que propiciaron la apertura de investigaciones de las autoridades electorales y penales en su contra. El partido de Chaves, sin embargo, sostiene que no hubo nada ilegal, aunque la investigación de la Fiscalía continúa.
Chaves se postuló con una posición tecnocrática de fundamentos económicos liberales. Su plataforma es socialmente conservadora. Dice que está a favor de la ley y el orden y en contra de la clase política dominante. Antes de ser elegido para presidir al país, Chaves, representante del Partido Progreso Social Democrático (PPSD), ya había sido la gran sorpresa de los comicios, que contaron con 25 candidatos en la primera vuelta. Chaves pareció sacudirse los efectos negativos de haber sido ministro de Hacienda brevemente en la administración del presidente saliente Carlos Alvarado Quesada, cuyo Partido Acción Ciudadana (PAC) resultó tan impopular en la primera vuelta que se quedó sin representante en el Congreso. El PAC, nacido en 2000 con un discurso anticorrupción, rompió en 2014 el bipartidismo que gobernó durante ocho años. En los comicios del 6 de febrero, recibió menos del 1%, quedando así sin un solo escaño legislativo para el período 2022-2026, luego de haber contado con 14 en el período anterior.
La apatía democrática demuestra que los costarricenses se están alejando de los partidismos tradicionales. El debate previo a la segunda vuelta fue un intercambio de descalificaciones. Para Figueres no fue suficiente apelar a su tradición familiar y partidaria; fue el discurso antipolítico y outsider de Chaves el que resultó victorioso. Ahora, Chaves asumirá el cargo bajo importantes limitaciones político-económicas. No solo no contará con una mayoría determinante en el Congreso, sino que tendrá que lidiar con los efectos de varias políticas aprobadas por el impopular gobierno saliente. En particular, el ingreso de Costa Rica a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con las diversas reformas a impulsar que esto implica; la entrada en vigor del nuevo acuerdo de 36 meses con el Fondo Monetario Internacional (FMI); y una nueva y muy polémica ley de empleo público que, probablemente, afectará el desempeño del sector público. Y si bien no parece haber mucho en juego en cuanto a la orientación general del modelo político y económico del país, Chaves deberá maniobrar la actual crisis económica y sanitaria, en el que seguramente será un país más polarizado y conflictivo.