(CNN) –– En toda China, las ciudades han confinado a sus residentes, las líneas de suministro se han interrumpido y los funcionarios luchan por asegurar el transporte de bienes básicos. Todo mientras el brote más grande jamás registrado de covid-19 amenaza con escalar a una crisis nacional que elaboró el propio gobierno.
Al menos 44 ciudades de China están bajo confinamientos totales o parciales, a medida que las autoridades persisten en tratar de frenar la propagación de la variante ómicron, altamente transmisible, según un informe del banco de inversión Nomura y los propios reportes de CNN hasta este jueves.
Shanghái es ahora el epicentro del brote más reciente en el país. Escenas que antes eran inimaginables para la capital financiera hipermoderna se han convertido en parte de la lucha diaria de 25 millones de personas. Allí, los residentes a los que durante semanas se les ha prohibido salir de los límites de sus apartamentos o bloques de viviendas están desesperados por comida y libertad. Algunos incluso aparecen en videos de redes sociales gritando de frustración a través sus ventanas o enfrentándose a trabajadores vestidos con trajes materiales peligrosos. Incluso después de la publicación de un plan tentativo este lunes para flexibilizar parcialmente las medidas, parece que no hay un final a la vista.
Esta situación puede ser el desafío más importante del país ––y posiblemente para su líder Xi Jinping–– desde el brote inicial de covid-19 en Wuhan hace más de dos años. Además, para Xi llega en un momento especialmente delicado: justo meses antes de que dé su esperado paso hacia un tercer mandato, algo prácticamente sin precedentes, durante el Congreso del Partido este otoño. Un evento que se realiza apenas dos veces por década.
Es bastante lo que Xi tiene en juego como líder ––el más poderoso de China en décadas––, pues ha puesto firmemente su sello personal sobre el objetivo de “cero covid-19”. Una iniciativa que impulsa estas medidas inflexibles, donde incluso un pequeño número de casos puede desencadenar controles radicales de enfermedades.
“Necesitamos superar la parálisis frente al riesgo, el cansancio de la guerra, dejar las cosas al azar y relajarnos”, dijo Xi este miércoles, según citaron los medios estatales. Y reportaron que el mandatario pidió a la nación que “implemente estrictamente medidas normalizadas de prevención y control”.
En China, a los funcionarios locales que implementan medidas contra el covid-19, como los de Shanghái, usualmente los responsabilizan por la mala gestión cuando hay problemas. Justamente, un blanco más aceptable que el gobierno central y sus medidas, en el entorno político estrictamente controlado del país. Y tampoco se espera que una crisis de covid-19 ponga en peligro el probable tercer mandato de Xi.
Pero, a medida que el brote entra en una fase crítica ––con algunas ciudades ya confinadas por semanas y un alto funcionario de salud advirtiendo este martes que el brote de Shanghái “no se había contenido de manera efectiva”–– el gobernante Partido Comunista de China y su líder tendrán que lidiar con las consecuencias económicas. Así como con la creciente posibilidad de que, al igual que el virus, se propague la ira contra el gobierno que se ha visto en Shanghái.
China, una nación alterada
Xi ordenó a los funcionarios locales hacer todo lo posible para detener el virus, mientras simultáneamente minimizan el “impacto en el desarrollo económico y social”. Una orden que, contraria a la intuición, se espera que empuje a las autoridades locales a tomar medidas drásticas ante la señal de algunos pocos casos, o incluso de manera preventiva. Todo a raíz de la crisis en Shanghai.
“Los funcionarios de Shanghái estaban tratando de equilibrar estas dos cosas que se les pidieron, que son ‘mantengamos niveles de cero-covid-19, sin alterar la vida de nadie’. Se enfocaron un poco más en el lado de ‘no alterar la vida de las personas’. Y fallaron”, dijo Trey McArver, socio y cofundador del grupo de investigación de políticas de China Trivium.
“La lección que todos van a aprender es que, de hecho, realmente debes concentrarte en la parte de cero covid-19”, continuó.
Hasta este martes, las autoridades de salud indicaron que se habían reportado más de 320.000 casos locales de covid-19 en 31 provincias, incluidas las de Shanghái, desde el 1 de marzo.
Ya hay decenas de ciudades con algún tipo de confinamiento, a pesar de que la gran mayoría de esos casos totales se han encontrado en Shanghái y la provincia nororiental de Jilin. Trasladar suministros a todo el país se ha convertido en un gran desafío, debido a que algunas autopistas están cerradas y los camioneros quedan atrapados en cuarentena o en miles de puntos de control de seguridad en las carreteras. Algunas ciudades han disuadido a sus residentes de irse, como el principal puerto del sur de Guangzhou, que exige que sus 18 millones de habitantes una prueba negativa de covid-19 si quieren salir.
“Podrías decir básicamente que todo el país ahora es como una gran cantidad de islas separadas”, dijo Yanzhong Huang, miembro principal de salud global en el Consejo de Relaciones Exteriores.
La situación ha impulsado a varios ministerios en Beijing a tomar medidas. Incluso, un funcionario de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma se comprometió este martes a “coordinarse activamente con los gobiernos locales” y “emplear información de datos” para garantizar que se entreguen los elementos esenciales.
Mientras tanto, los funcionarios de salud y los medios estatales han intensificado los mensajes públicos sobre por qué China debe apegarse a la política. En ese sentido, citan los riesgos, especialmente para su gran población anciana y poco vacunada, de un brote generalizado en el país de 1.400 millones de personas.
Esos problemas de salud vienen junto a un cálculo político “oculto” de los costos de un brote a gran escala, según Huang.
“(Beijing) está evaluando el impacto percibido en la estabilidad económica política y social, evaluando el impacto en la transición de liderazgo antes del Congreso del Partido y considerando la legitimidad del régimen. Hay mucho en juego”, apuntó Huang.
Pero los riesgos que enfrenta el Partido Comunista al mantener esta política, que ha desatado una creciente frustración e ira en Shanghái y amenaza con más alteraciones, también son claros. Especialmente porque el país tiene más del 88% de su población vacunada y la mayoría de los casos, dicen las autoridades, siguen siendo leves.
“La desaceleración económica es una gran preocupación”, destacó Alfred Wu, profesor asociado de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kuan Yew de la Universidad Nacional de Singapur.
“El gobierno central siempre utiliza el llamado desempeño económico para mejorar su legitimidad. Entonces, ¿cómo van a (explicar) el lento desempeño económico? No lo sé. Pero una cosa es segura, la gente sufrirá”.
El juego de la culpa
Al estar el nombre de Xi tan estrechamente asociado a las políticas, el líder se ha vinculado al éxito de esas medidas.
“Cuando tienes el poder tan claramente centralizado en las manos de una persona, entonces creo que plausiblemente puedes poner cualquier problema en los pies de esa persona. Por lo que obviamente se refleja mal en él”, dijo McArver.
Pero, en cuanto a si esto pondría en peligro el tercer mandato del líder, “la respuesta es no”, dijo. Y apuntó a lo que los observadores de la opaca política de élite en China creen que es un vacío de competencia real por el puesto principal.
Mientras tanto, es posible que incluso desde las profundidades del desafío actual ––si logran encontrar una manera de controlar los brotes en gran medida–– el gobierno central popuedadría obtener una victoria política, similar a lo que hicieron en Wuhan en 2020, dicen los analistas.
En ese momento hubo una ira significativa contra el gobierno, por ejemplo, tras la muerte del médico denunciante Li Wenliang. Pero, el Partido Comunista de China salió de la crisis para pintar su estricta estrategia de control como un ejemplo de la superioridad de su gobierno.
Esta vez hay una clara frustración contra el gobierno, la cual se extendió a las redes sociales esta semana cuando los usuarios adoptaron en masa etiquetas a favor de China para hacer comentarios velados o sarcásticos contra el gobierno, antes de que los censuraran.
Pero también hay chivos expiatorios preparados en todo el país en forma de funcionarios del gobierno local, quienes están bajo una enorme presión y a los pueden culpar por las fallas en la implementación de la política de “cero covid-19”, desviando la responsabilidad de la política del gobierno central en sí, advierten los expertos. Muchos delegados han sido despedidos o degradados durante la pandemia, incluso recientemente en Shanghái, mientras los medios estatales por lo general informan sobre los detalles.
“El gobierno central chino es muy, muy, cuidadoso y también muy, muy, inteligente al volcar la ira en los gobiernos locales en lugar de ellos mismos”, dijo Wu.
Y en un entorno político donde se anula toda disidencia, dominará la narrativa del partido de Xi.
Sin embargo, algunos argumentan que China se ha acorralado en un lugar donde ahora necesita mantener su política estricta, después de deleitarse durante dos años con el éxito del “cero covid-19”, mientras sembraba alarmismo sobre el virus y generaba un amplio apoyo para la política.
Huang lo expresa de esta manera: “Nunca debemos subestimar la capacidad del gobierno para redefinir su narrativa con el objetivo de mantener el apoyo público. Y nunca debemos subestimar la tolerancia de la gente, incluso para las políticas que dañan sus intereses”.
La oficina de CNN en Beijing contribuyó a este informe.