(CNN Español) – A la casona de cantera rosa ubicada en Avenida Paseo de la Reforma #483, en la colonia Cuauhtémoc de la Ciudad de México, le falta menos de una década de cumplir 100 años. Su historia, sin embargo, pudo haber acabado repentinamente con la construcción de la Torre Reforma, un imponente rascacielos de 246 metros de altura, si no hubiera sido por la idea que surgió una mañana de 2008.
Ese año, el arquitecto Benjamín Romano, encargado de la obra de Torre Reforma junto a su despacho LBR&A, fue invitado por los futuros dueños de la propiedad a conocer el terreno y en general toda la casona, cuyo origen data de 1929.
Los propietarios, que todavía no se decidían a comprar la casa pero que eventualmente lo hicieron, querían saber la opinión de Romano sobre el lugar y en especial, sobre un punto muy particular: la permanencia de la casa al momento de realizar otra construcción.
“(El que iba a ser el propietario) me dijo: ‘¿Qué le hacemos a esta casa?’. Le dije: ‘No te preocupes, la movemos. No pierdas el terreno, no pierdas la oportunidad’. Y, bueno, me hizo caso y creyó en mí”, cuenta el arquitecto de Torre Reforma en entrevista con CNN.
Cuando los nuevos dueños la compraron, la casona era un bar por las noches, así que Romano y un grupo de profesionales la visitaban por las mañanas para discutir cómo se podría mover.
“El doctor Roberto Meli, el maestro Enrique Santoyo, Rodolfo Valles y yo nos reuníamos en la casa, que en aquella época, en 2008, era un antro de diversión, un bar. Los propietarios consiguieron que nos prestaran el antro en las mañanas cuando no había el evento nocturno”, comenta el arquitecto Benjamín Romano.
En una de esas mañanas, nació la idea ganadora. Hubo varias propuestas, incluso enjaular la casona para moverla, pero a Romano se le ocurrió algo más sencillo, gracias a quienes bebieron en el antro la noche anterior.
“Tuvimos muchísimas ideas. Recuerdo que el maestro Santoyo propuso manejar una serie de micropilotes para poner unos rieles para desplazarla. Recuerdo también que estaba la idea de enjaularla y con una grúa moverla. (En el bar), había una barra con charolas y copas vacías del día anterior. Le dije a Roberto Meli: ‘Roberto, eso es lo que tenemos que hacer. Tenemos que ponerle una charola y, como el mesero se lleva las copas llenas de bebida, nosotros nos vamos a llevar la casa’”, explica.
Meli, doctor en Ingeniería e investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se volteó y le respondió a Romano: “Yo creo que es una muy buena idea”.
El movimiento de US$ 800.000
Si bien las conversaciones para desplazar la casona comenzaron en 2008, las obras comenzaron realmente en 2012, en parte porque las autoridades no creían que se pudiera llevar a cabo la idea de Romano y por lo tanto, no otorgaban el permiso que se requería.
“Siempre nos daban largas y nos pedían cosas que nosotros cumplíamos. Cada (vez) que las cumplíamos, pedían otra cosa. Recuerdo que una vez les dijimos: ‘Si quieres te doy una fianza de cumplimiento para demostrarte que no pretendo tirarla’. Porque la palabra de ellos era: ‘¿Y si luego la tiras? ¿Y si se te cae?’. No aceptaron una fianza. Pero finalmente ya nos creyeron”, cuenta el arquitecto de Torre Reforma.
La idea de Romano, en pocas palabras, consistía en encapsular la cimentación original de la casa con una bandeja de concreto para luego desplazar toda la vivienda. Previamente, indica Romano, se tenía que demoler el semisótano de la casona, porque sin eso no se podía realizar movimiento alguno.
Se ejecutó la demolición del semisótano y el 14 de febrero de 2012, recuerda el arquitecto, comenzó el movimiento de la casona.
Los cálculos estaban bien definidos: la vivienda se tenía que desplazar 18 metros al norte de la Ciudad de México para ponerle debajo unos ‘muros Milán’ que delimitarían los sótanos donde se ubicarían los estacionamientos de la Torre Reforma; posteriormente se realizaría un segundo movimiento (otros 18 metros) para regresar la casa a su posición original.
La estimación era de 3 horas para el primer movimiento, luego algunas semanas para colocar los muros y al final, otras 3 horas para regresar la casa a su lugar. Pero no ocurrió exactamente de esa forma.
En el primer desplazamiento, el equipo del arquitecto encontró un obstáculo que aumentó el tiempo de 3 a 11 horas. Pese a que finalmente se logró, la complejidad de la idea era obvia, tanto así que hasta los amigos de Romano apostaron entre ellos si se iba a lograr o no.
“A mí lo único que me preocupó es que, como de ida tuvimos el tropezón (el obstáculo), le estaba yo haciendo el favor a mis amigos que apostaron (en contra). Pero de regreso ya no existía ese tropezón”, recuerda.
Después de seis semanas colocando muros y sin obstáculo en el regreso, la casona volvió a su sitio original en 3 horas, justo como se planeó inicialmente.
Romano no tiene claro cuánto dinero se gastó en construir la charola de concreto que ayudó a mover la casa. Lo que sí hay es una estimación: US$ 800.000 para llevar a buen puerto la idea.
“Si tú me preguntas cuánto costó mover la casa, yo digo que fue muy barato: US$ 800.000. ¿Por qué digo que fue muy barato? Porque si yo le descuento lo que me hubiera gastado de la losa (para la cimentación del rascacielos), y si le descuento que la casa está apoyada en los muros de contención del edificio mismo, pues entonces yo considero los US$ 800.000”, menciona.
Esto quiere decir que la Torre Reforma, con o sin casa de por medio, habría necesitado los materiales que se utilizaron para hacer el desplazamiento; por esa razón, Romano no toma en cuenta el costo de dichos materiales para mover la casona, sino solo lo que invirtió para comprar el terreno debajo de la vivienda.
“Con US$ 800.000 adquirimos el subsuelo de estos metros cuadrados para hacer estacionamiento en 9 sótanos. Entonces a mí me parece que es muy económico. Yo sé que suena mucho dinero, pero es poco”, señala.
Preservar la historia y la arquitectura
Luego del desplazamiento, el resto fue historia arquitectónica: la Torre Reforma, con todo y sus 246 metros de altura y 57 niveles, se terminó de construir en noviembre de 2016 con un costo total de US$ 130 millones. Ha ganado diversos premios nacionales e internacionales, entre ellos el International Highrise Award 2018 como ‘El mejor rascacielos del mundo’.
El edificio destaca gracias a los inmensos muros de concreto en los que se alza; su diseño sustentable que lo hacen ahorrar hasta 30% en agua y energía; sus cajones de estacionamiento robotizados, además de los que se encuentran en los sótanos; su ventilación natural (necesaria en tiempos de covid-19, destaca Romano) y su resistencia a sismos en la capital mexicana.
Además de lo que representa la Torre Reforma, al arquitecto Benjamín Romano le gusta pensar en la conservación de la historia que lograron al dejar en pie la casona, aunque no necesariamente le guste lo que representa esta vivienda del siglo XX.
“Lo que tiene es historia. Si tú ves la casa, no tiene gran chiste, ¿no? Bueno, en mi opinión. De lo que habla esta casa es de la opulencia del porfiriato. Cada quien hizo su sangronada, tiró la casa por la ventana, que es el caso aquí porque está toda forrada de cantera”, dijo.
Preservar la casona (donde ahora se encuentra una tienda MacStore) tiene un valor aún mayor justo por su relevancia histórica: está catalogada como una construcción de valor artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y de valor patrimonial por la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) de la Ciudad de México.
“Tuve la oportunidad de ir a Japón, a Tokio específicamente, y salí a las afueras de Tokio. Ahí hay muchísima arquitectura antigua y en Tokio no hay. Entonces, reflexionando con unos amigos arquitectos en el viaje, nos dimos cuenta que en Tokio no hay porque las guerras han devastado la arquitectura. A mí me dio la impresión, cuando estuvimos ahí, que es una ciudad sin historia urbana, arquitectónica, y creo que es un acierto preservar la arquitectura. Ojalá que se pueda hacer cada vez más”, finaliza Romano.