(CNN Español) – Sumapaz, una localidad rural a unas dos horas al sur de la Bogotá urbana, esconde en sus adentros un tesoro más preciado que el oro: una fábrica natural de agua que abastece a millones de personas cerca a la capital colombiana.
Allí, en pleno centro del país, el páramo de Sumapaz, el más grande del mundo, se extiende sereno y frío por más de 333.420 hectáreas, de las cuales solo 142.112 están protegidas en el Parque Nacional Natural Sumapaz.
“El que no conoce el páramo no sabe qué es la vida”, le dijo a CNN Sandra Peñalosa, una líder comunitaria de la localidad de Sumapaz que trabaja en la protección y conservación del páramo.
“Es todo es lo que uno tiene para vivir y mucha gente lo desconoce”, dice.
El páramo de Sumapaz es “la fábrica de agua más importante” de Colombia como ella lo llama, por lo que es imperativo cuidar este ecosistema, que está en riesgo por varias razones.
“No se dan cuenta dónde se fabrica el agua, de dónde viene el aire. Ahora eso se junta con la contaminación y el cambio climático”, agrega Peñalosa.
Con paisajes fríos, grises y nublados, las temperaturas en el páramo de Sumapaz pueden ir desde los 0 ºC y llegar hasta los 23 ºC, e históricamente es un paisaje húmedo, pero en días como estos en los que hablamos con Peñalosa, el sol aparece y las lluvias faltan.
“Mire el cambio climático, en esta época de Semana Santa era para que estuviera lloviendo y yo estoy en camiseta”, dice ella hablando sobre una sola de las varias amenazas que enfrenta este ecosistema.
“El cambio es dramático y drástico y la gente no lo entiende. Por la gente me refiero a todo el mundo, tanto como los que vivimos acá, como los que viven en ciudad”, agrega, diciendo que los turistas van allí a respirar aire puro y dañan el páramo, y los que viven allá “no sabemos cuidar lo que tenemos”.
Y no es para menos: el páramo, un ecosistema hogar de vegetación y fauna excepcionales, solo está presente en otros cuatro países como Venezuela, Panamá, Costa Rica y Perú, pero el de mayor extensión está en Colombia y es este, el páramo de Sumapaz.
Además, este es el hogar de los frailejones, una planta tan hermosa como vulnerable, que pueden entenderse como una fábrica de agua.
Los frailejones, los “reyes de los páramos”, están en peligro
Los frailejones, una planta que recientemente se volvió viral en las redes sociales por cuenta de un pintoresco personaje animado de la televisión pública llamado Frailejón Ernesto Pérez, son considerados los “reyes de los páramos”.
Capturan el agua de las nubes o de la abundante neblina de los páramos y gota a gota la llevan hasta los suelos, en tierras compuestas por musgos superabsorbentes que ayudan a retener el agua y luego compartirlo con todo un ecosistema.
“Las plantas que confirman este ecosistema están diseñadas para retener agua de la neblina. Es algo que se llama lluvia horizontal: ellas la conservan y la llevan a través de su corteza hasta el suelo”, dijo a CNN Luz Dary Rodríguez, guarda parques del Parque Nacional Natural de Sumapaz.
Son unas plantas carismáticas, fáciles de reconocer, que son únicas en de este tipo de ecosistemas y que solo existen en tres países del mundo: Ecuador, Venezuela y Colombia, este último tiene la mayor cantidad de especies de frailejones, según el libro Frailejones en Peligro, publicado por el Instituto Humboldt, una organización con sede en Bogotá que investiga temas de biodiversidad.
Estas plantas se caracterizan por sus pálidos colores verdosos, sus hojas de vellosidades doradas, plateadas o amarillas, son suaves como el terciopelo y tienen vistosas flores amarillas.
Sin embargo, algunas especies de frailejones están en peligro “inminente” y con ellos la supervivencia de algunos ecosistemas clave, según la investigación del Instituto Humboldt.
El 60% de las especies de frailejones en Colombia (55 de 90 especies reconocidas en el país) están amenazadas y la especie está en “inminente riesgo” de desaparecer de no tomarse las medidas necesarias, dice la investigación.
“Hay especies (de frailejones) que están en peligro crítico, que generalmente son las que están en un solo sitio y con muy pocos individuos quiere mantener el sitio puesto y amenaza”, le dijo a CNN Carolina Castellanos, autora del libro e investigadora de temas ambientales.
Y ese peligro para los frailejones se basa en las amenazas para los páramos, según Castellanos. Primero está la transformación del hábitat, que “implica que se pierda la cobertura del páramo y que se reemplace por pastizales para ganadería o por cualquier otra cobertura”, dice ella.
Esos peligros incluyen el uso de suelos para ganadería, agricultura extensiva, quemas de bosques, y hasta el turismo inusitado que se ha generado en la zona.
“Esa transformación del hábitat claramente si continúa, puede hacer que perdamos el ecosistema y que hayan unas implicaciones muy graves en la provisión de agua”, aseguró Castellanos.
Y otra amenaza es el cambio climático, que en estas zonas, históricamente frías, ya está generando sus consecuencias.
Un enemigo silente: el retamo espinoso
Como si estas amenazas no fueran suficientes, los frailejones enfrentan otra amenaza: el retamo espinoso, una especie que vive a costa de ellos, que crece como maleza a su alrededor y los ahoga hasta acabar con ellos.
“Es una planta invasora… que al contrario de todo lo que hace el ecosistema, de compartirnos el agua, se la apropia y se la queda para ellos mismos”, dijo a CNN Gonzalo Sánchez, activista ambiental y líder de la reserva natural la Casita Feliz, en el Sumapaz.
“Esta planta tiene amenazados a los frailejones por la capacidad de crecimiento y su fácil propagación”, dice Sánchez.
Esta planta invasora, dice Sánchez, crece unas 10 veces más rápido que los frailejones, que aumentan de tamaño un centímetro cada año según la especie, y ahoga a la planta, le quita el agua hasta desaparecerla. Y como ha sido usada por los campesinos como cerca natural, está ampliamente extendida por gran parte del páramo.
“Es una problemática absolutamente grave porque acaba con todo este ecosistema. La planta se dispersa también muy rápidamente”, dice.
Sánchez, que llegó a la región hace unos 8 años, trabaja en un proyecto productivo en el que procesa esa el retomo espinoso y lo convierte en biomasa con la que hace papel, tablas, y hasta materas para sembrar incluso nuevos frailejones que crecen en lo que alguna vez fue su enemigo.
Sumapaz, de la guerra a la paz… y al turismo
Por su cercanía a Bogotá, Sumapaz fue históricamente un territorio rural donde hacía presencia las FARC, logrando el control “territorial y civil buena parte de la localidad” desde la década de 1990, según un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
Hacia principios de la década del 2000, con la llegada del Ejército para combatir a la guerrilla, se observó un “recrudecimiento del conflicto armado” en esta región, y por ende el aumento de “hechos de victimización hacia la población campesina”, dice el CNMH.
Y por cuenta de ese conflicto, el Sumapaz, rica en recursos naturales, estuvo fuera del alcance de la población en general hasta hace muy pocos años y el turismo estuvo restringido durante años. Es, prácticamente, una zona virgen.
“Ya cuando se dan los acuerdos de paz (firmados entre el Gobierno y las FARC en noviembre de 2016) empieza todo el mundo a hablar y conocer del Sumapaz y todo el mundo quiere venir a conocerlo”, dijo Rodríguez, de Parques Nacionales.
Y para Peñalosa, que llegó hace 25 años a esta zona huyendo del conflicto armado de las FARC en una zona aledaña, hay una dualidad entre la guerra y la paz y el cuidado de la naturaleza.
“Por un lado se protegía la la naturaleza, el ecosistema, todo”, dice Peñalosa. “El hecho que haya habido guerra en todos lados mantuvo la civilización o a la gente de ciudad lejos”.
Pero asegura que es triste que el silencio de los fusiles generara un deterioro ambiental tan grande como el que atestigua.
“Es triste porque si bien se nos arregló la vida a nosotros que vivimos esa guerra, se nos dio paz, se nos dio tranquilidad, pudimos trabajar, pudimos salir sin ese miedo de que me van a coger los combates a la mitad del camino, que me van a robar a los niños, pero entonces viene el daño para el ecosistema”, lamenta Peñalosa.
¿Cómo proteger este ecosistema?
Actualmente varios campesinos de la región adelantan labores de conservación con el fin de controlar el deterioro del páramo, pues si bien en esta zona hay un gran área como reserva nacional, las zonas aledañas enfrentan desafíos como la frontera agrícola que se está expandiendo para dar paso a cultivos de papa.
Una de esas iniciativas es la de Oswaldo Barriga, un campesino que habita en la zona y tiene huertas y algunas vacas para su supervivencia, pero decidió delimitar un área de cuatro hectáreas de su propiedad para conservación de flora y fauna.
Otra más la adelanta la propia Peñalosa, quien tiene dos apiarios para que las abejas renueven de manera natural las zonas devastadas del páramo volviendo estos espacios de reserva.
“Todo eso pasa porque ya estamos interrumpiendo en el páramo. Deberíamos trabajar en lo que tenemos y cuidar lo que ya tenemos. Es tan sencillo, pero la gente no lo entiende”, puntualiza.