Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México, y Álvaro Colom, de Guatemala. El autor también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – En términos prácticos, Colombia tiene tres vueltas electorales: las consultas internas partidarias, y luego la primera y la segunda vuelta generales. En estos tiempos de polarización, dispersión política y desinterés, puede ser que Colombia nos dé una guía de cómo contribuir a resolver estos problemas en los sistemas políticos electorales.
Las elecciones de los congresistas de Perú en 2020 dieron una alarmante señal de hacia dónde nos lleva la fragmentación política. Una señal de alarma porque cualquier candidato podría ser elegido en una sola vuelta. Cuando hay 20 candidatos (o muchos más al Congreso), existe poco interés del público y poco tiempo, los candidatos con mayores posibilidades de ganar son cualquiera (o sea, las elecciones se convierten casi en un acto aleatorio). También ganan los que construyen una base electoral de extremismo: los que surgen del escándalo o radicalismo de cualquier clase religiosa o política. En otras palabras, cuando no hay fortaleza o tradición partidaria (como sí las hay en EE.UU. o en Europa), una sola vuelta electoral solo elige líderes que producen principalmente inestabilidad, más corrupción y limitan la gobernabilidad, porque la mayoría de los elegidos tienen el interés de defender solo su esquina del momento.
En elecciones presidenciales, los países con una sola vuelta electoral, como México, pueden terminar eligiendo a un candidato que tenga poca representatividad debido al ausentismo.
Casi todos los países tienen elecciones internas partidistas, pero no son relevantes. Pienso que las excepciones son Paraguay y Chile, donde son muy representativas, aunque cada vez se vuelve más atractivo no participar en ellas (una suerte de trampa o atajo) y enfrentarse directamente en la primera vuelta electoral. Eso debilita los partidos políticos y nuevamente aumenta la dispersión y, por lo tanto, el interés o la confusión de los votantes. La preselección es siempre buena.
Colombia también tiene elecciones internas en los partidos, pero estas, como en casi toda la región, no tienen mucha relevancia porque producen poco interés y pocos participan. Pero lo importante en Colombia se da en las elecciones del Congreso (que en este caso se realizaron el 13 de marzo). A mi juicio, esas son las más interesantes y tuve la oportunidad de estudiarlas gracias a que fui invitado como observador internacional por el Consejo Nacional Electoral.
En esta suerte de primera vuelta, la gente acude a las urnas en buena cantidad, en parte promovidos por los cientos y miles de candidatos al Congreso. Pero cuando los votantes acuden a la mesa de votación, se les invita a escoger una papeleta adicional sobre “consultas internas”. Para Iván Duque, fue algo esencial hace cuatro años. Para Petro no lo fue en aquella ocasión ni tampoco en esta, aunque el resultado de la elección del 13 de marzo dio la primera señal de que Petro tenía un techo que le hacía más difícil ganar en la primera vuelta electoral, como efectivamente sucedió.
Con este proceso de consultas internas, en Colombia al igual que muchos países de América Latina, se da una suerte de preselección de casi 20 candidatos a unos pocos. Eso facilita el trabajo de información e interés para los votantes. Los votantes no van a estudiar 20 planes de gobierno, analizarlos y votar. Tampoco de tres, pero al menos se facilita el nivel de atención y conocimiento de quiénes son los candidatos presidenciales principales.
Fue a través de las consultas interpartidistas que muchos conocieron más a Federico ‘Fico’ Gutiérrez. Rodolfo Hernández no participó, pero su popularidad empezó a crecer aceleradamente semanas antes de la primera vuelta. Hernández terminó siendo la gran sorpresa y para muchos, triunfador de esa primera vuelta a pesar de haber salido segundo.
Esta segunda vuelta, que, en términos prácticos, la llamo la tercera, será mucho más simple para los electores y será corta. Los votantes conocen muy bien a Petro (ha sido alcalde de Bogotá y tres veces candidato a la presidencia), pero desde hace varias semanas muchos votantes le prestan más atención a Hernández por ser nuevo en la política, distinto, espontáneo. Hernández también fue un alcalde exitoso en Bucaramanga, aunque enfrenta una acusación por corrupción de la que se declara inocente. Como todo outsider, ha tenido expresiones políticamente incorrectas y otras que ha debido aclarar (como haber confundido el nombre de Hitler por el de Einstein, por lo que pidió perdón). Lo único certero y sin duda positivo, es que la próxima vicepresidencia será una mujer de raza negra.
En estos tiempos de polarización, redes sociales, noticias falsas y desinterés, debemos buscar nuevas formas de procesos electorales que nos ayuden a dar estabilidad política. Hay otros sistemas muy interesantes que estudiar como en California, Nueva York, Maine o Eslovenia, entre otros. En estos lugares se puede votar por orden de preferencia (en general de tres a cinco candidatos clasificados). O sea, el votante puede “ranquear” su preferencia de candidatos. Esto tiene el objetivo de producir que salga aquel que menos resistencia enfrente, no el que mayor base electoral tenga. En cierta forma, lo que se busca es que se elija alguien moderado o independiente de la confrontación política del momento. Además, en el caso de California simplifica en una sola elección (solo una vuelta). Todos estos son casos que vale la pena observar, pero mientras tanto la elección colombiana, esta suerte de tres vueltas electorales está demostrando ser otro caso de estudio.
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