El anillo de compromiso de Kate Middleton perteneció a la princesa Diana.

Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades durante varias décadas. Es especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento, productora de cine y columnista de estilo de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion

(CNN Español) – Un cambio muy curioso (y bello) en nuestro estilo de vida es el deseo por llevar joyas simbólicas. Piezas que no solo nos gustan por su belleza y su diseño, sino porque significan algo para nosotros.

¡Una pieza que con tan solo tocarla –o verla– nos emociona! Puede ser un anillo que era de nuestras abuelas y nos fue pasado de generación en generación de manera muy sentimental. Una pulsera que represente un día especial, o un lugar donde la compramos y fue un momento romántico por excelencia. ¡O ese primer collar de perlas que reciben muchas quinceañeras!

Como nota curiosa, el anillo de matrimonio que el príncipe Carlos le dio a Camila es de 1920 y perteneció a su abuela, la reina madre Isabel, y el que el príncipe William le dio a Kate Middleton era el anillo de compromiso de su madre, la princesa Diana.

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El gran valor sentimental de las joyas siempre ha sido parte importante en nuestras vidas y son “trozos de vida” y “mensajes” emotivos que atesoramos. Y ahora en el 2022 –cuando existe, sin duda, un renacimiento de la espiritualidad–, hemos aprendido a reflexionar con mayor frecuencia –consecuencia quizás de 2 años de pandemia de covid-19, viviendo más encerrados socialmente– todo lo que simbolice algo que es de gran importancia. Ya sea una joya sencilla o muy valiosa, mientras más significado tenga, mejor. Satya, Foundrae, Aqua, Mejuri, y muchas otras marcas populares tienen colecciones ‘espírituales’ y ‘simbólicas’.

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Y siguiendo una buena idea de mercadeo, las grandes joyerías internacionales, y diseñadores de joyas, han logrado crear sus propios símbolos y los han puesto muy de moda. Todo tipo de iniciales, dijes con los nombres de los hijos (la marca Tous tiene varias colecciones simbólicas muy bellas), pulseritas, casi como talismanes, hechas a mano, colgantes con camafeos o lockets con fotos, todo lo simbólico es muy apreciado.

La colección Alhambra de Van Cleef & Arpels –creada en 1968– es icónica por sus tréboles de 4 hojas de la buena suerte. Y la famosa marca ya había lanzado en 1916 la colección “Tocar madera”, para alejar la mala suerte, incluyendo anillos de piedras preciosas montados en madera.

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También han resucitado viejos símbolos de la joyería, como el famoso Love Bracelet, de Cartier, diseñado en 1969 y lanzado a comienzos de los años 70. Fue un diseño del genial Aldo Cipullo (¡yo estuve en la fiesta del lanzamiento!), como símbolo de amor indestructible y solo podía ponerse y quitarse usando un destornillador. Pues ahora está más de moda que nunca con 41 variaciones del mismo. ¿Algo curioso? Cuando se lanzó, de acuerdo con un artículo de la época de la elegante revista Town & Country, Cartier lo envió como regalo a famosas parejas del siglo XX, conocidas por su gran amor, como el duque y la duquesa de Windsor, Elizabeth Taylor y Richard Burton, y Sophia Loren y Carlo Ponti. ¿Qué les parece?

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De la misma manera, nunca ha sido más codiciado el clásico anillo de compromiso o engagement ring de Tiffany & Co, creado nada menos que en 1886 como símbolo de amor y el comienzo de una nueva vida como mujer casada, fue una pieza simbólica que Tiffany inventó y lanzó por primera vez, convirtiéndose en su legado. El anillo clásico tiene una montadura especial de platino y el diamante redondo más perfecto posible. Muchas novias famosas lo han llevado –y lo siguen llevando– como símbolo de amor, como es el caso de Mila Kunis, un obsequio de Ashton Kutcher (un solitario de diamante valorado en US$250.000), y el de

Priyanka Chopra, quien recibió su anillo de Tiffany con un enorme diamante el día que Nick Jonas le pidió casarse con él.

Por supuesto, cada persona tiene su joya simbólica y eso es lo más bonito de todo. Yo tengo una gaveta llena de ellas y las adoro. E incluyen desde un corazón de tela hecho por mi hija a los 4 años, un colgante con un trozo de una piedra del Muro de Berlín, un viejo “anillo de viuda”, de ónix y plata de mi abuela, traído de España hace muchos años y unos aretes que me mandé a hacer con dos caracoles de la playa de Varadero, en Cuba, que –conociendo mi nostalgia por mi patria perdida– me trajo un buen amigo de la isla ¡Nada más simbólico y emotivo para mí!