Nota del editor: Edith Bracho-Sánchez es pediatra de atención primaria, directora de Telemedicina Pediátrica y profesora adjunta de Pediatría en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia. También es miembro de la Academia Estadounidense de Pediatría.
(CNN) – Antes de tener a mi bebé, pensaba que sería una madre relajada. Recuerdo haber visto a otras madres sudando la gota gorda y pensar: “no señor, yo no, yo nunca”. Lo pensaba en parte porque soy pediatra. Había tratado a muchos niños durante siete años antes de tener a mi hijo, William, que ahora tiene 9 meses. Seguramente, pensaba, mis conocimientos como pediatra me ayudarían.
Para mi sorpresa, me convertí en una madre ansiosa. Me estreso con cada decisión que tomo para William. Hago largas listas de pros y contras, lo discuto todo con mi pareja, lo consulto con la almohada y, por último, rezo, con fuerza, para tomar la decisión correcta. Aunque a veces me parezca una tontería, sé que otros padres se sienten igual.
Independientemente de los antecedentes o del nivel de conocimiento que se tenga antes de ser padre, algo sucede en nuestros cerebros cuando nos encontramos con la responsabilidad del bienestar de una nueva personita. Cada decisión puede parecer de repente monumental.
Sabiendo, e incluso aceptando, que muchos padres sudan por las cosas grandes y pequeñas, pensé que muchos podrían tener dificultades con la más reciente decisión importante que se antepone a los padres: vacunar a nuestros hijos contra el covid-19. Estos son los motivos por los que decidí vacunar a William.
En primer lugar, el covid-19 es una enfermedad imprevisible. Aunque la mayoría de los niños tienen síntomas menores y se recuperan bien, muchos han terminado ingresados en hospitales y salas de urgencias, y hasta la fecha, más de 400 niños menores de 5 años han muerto a causa de la enfermedad tan solo en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Además, aún no conocemos del todo los efectos a largo plazo de la enfermedad, ya que siguen apareciendo nuevas pruebas.
Para poder dormir todo lo que permite un bebé por la noche, necesito saber que he hecho todo lo que está en mis manos para proteger a mi bebé contra una infección grave por covid-19 y los efectos conocidos y desconocidos a largo plazo de la enfermedad.
En segundo lugar, y aquí es donde quizás sí ayuda ser pediatra, sé que la vacuna está en el cuerpo durante un corto periodo de tiempo y con una misión específica. Ordena al cuerpo que produzca anticuerpos protectores contra el covid-19, y los propios mecanismos celulares del cuerpo lo descomponen rápidamente poco después. Por ello, no hay ninguna forma plausible de que interfiera en el desarrollo de mi pequeño William, algo en lo que pienso constantemente.
Por último, además de creer en el riguroso proceso por el que pasaron las vacunas para ser aprobadas, creo que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) y los CDC reclutaron a algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo para formar parte de los paneles independientes que revisaron los datos y recomendaron dar luz verde a las vacunas.
Entiendo que el miedo puede seguir guiando las decisiones de muchos padres, al igual que entiendo que puede ser necesario que una madre ansiosa comparta lo que le hace sentir mejor para que esos mismos padres se sientan seguros y preparados para vacunar a sus hijos.
Para esos padres, tengo un mensaje: espero que puedan dejar de lado lo que leen en línea que constantemente nos hace cuestionar nuestras decisiones y encontrar en su lugar un pediatra que escuche y responda a sus preocupaciones específicas.