(CNN) – Tras divorciarse y mudarse por undécima vez, Barbara Iweins decidió hacer un balance de su vida, y de todo lo que había en ella.
Pasó casi cinco años documentando cada uno de los objetos que poseía, desde piezas sueltas de Lego y viejos llaveros hasta controles remotos, utensilios de cocina y chucherías varias.
Las 12.795 imágenes resultantes ofrecen un retrato íntimo y sin filtros de la fotógrafa belga. Su enfoque, que incluye un vibrador y un molde dental, es casi la antítesis de las redes sociales actuales, en las que los usuarios controlan lo que revelan al mundo.
“Todo el mundo intenta protegerse mostrando una versión idealizada de su vida”, explica Iweins por teléfono desde Francia, donde algunas de las imágenes se exponen actualmente en el festival de fotografía Rencontres d’Arles. “Así que pensé: ‘Bien, voy a mostrarlo todo; tiene que ser real’”.
Mientras fotografiaba sus posesiones, Iweins las clasificó por color, material y frecuencia de uso (desde una vez al día hasta nunca). Su hoja de cálculo le proporcionó una gran cantidad de información, tanto sorprendente como divertida. El azul es el color dominante en su casa, ya que representa el 16% de todos los artículos, mientras que el 22% de su ropa es negra. El 43% de los objetos de su baño son de plástico. El 90% de los cables de su casa no se usan nunca, y el 19% de sus libros no se han leído.
Uno de los hallazgos más inesperados fue la abundancia de peines metálicos utilizados para extraer los piojos del pelo de sus tres hijos. “Es algo que perdemos constantemente, y descubrí que tenía seis o siete de estas cosas”, dijo. “Me sorprendió todo lo que estaba perdiendo todo el tiempo y volviendo a comprar”.
El proyecto ha llevado a la fotógrafa a reflexionar sobre su propio materialismo y el consumismo de la sociedad en general. Calcula que se gastó 121.046 euros (unos US$ 124.000) en todo el contenido de su casa, aunque su inventario reveló que solo el 1% de los objetos tenía valor sentimental. Sin embargo, conserva lo que ella llama una “conexión” con sus miles de posesiones.
“Es un poco triste”, dice. “Y lo entiendo perfectamente, porque mis amigos son en su mayoría viajeros y me miran con un poco de pena, pero tener (una relación con mis cosas) me tranquiliza”.
Y aunque se confiesa una “coleccionista neurótica”, la fotógrafa no se considera una acaparadora. “Regalo mucho, no compro en exceso… creo que soy una persona normal”, dijo.
“Sé que es mucho”, añadió. “Pero pensé que sería más”.
Un acto de “autopreservación”
En un nuevo libro que acompaña a la serie, titulado “Katalog”, la fotógrafa ordena sus posesiones por tipos, con páginas enteras dedicadas a utensilios de escritura, productos de limpieza y animales de juguete. Cuando se ven en masa, las imágenes adquieren una calidad gráfica hipnótica, revelando variaciones aparentemente interminables de formas cotidianas.
Y aunque a menudo son mundanas por separado, las imágenes individuales contienen las historias de su vida: la novela erótica que sacó de la biblioteca de su padre a los 16 años, el brazalete de hospital que llevaba al dar a luz o la medicación contra la ansiedad que empezó a tomar a los 40 años.
A lo largo de los años, Iweins dedicó una media de 15 horas semanales al proyecto. Poner orden en el caos se convirtió en una especie de “terapia” que la ayudó a superar no solo su divorcio sino la posterior muerte de su novio.
“Cuando empecé, realmente creía que estaba agotada de cambiar de casa y de trasladar mis cosas”, dice. “Y luego me di cuenta de que no se trataba de eso en absoluto. Era más bien un acto de autopreservación: que hacer algo (para la serie) cada día era realmente organizar mi vida en mi cabeza. Era un proceso positivo.
“Ahora que el proyecto está terminado e identifiqué los objetos que son valiosos, puedo empezar a vivir”, añadió. “Todo estaba ahí por una razón, supongo”.
“Katalog” se expone en el festival de fotografía Rencontres d’Arles hasta el 25 de septiembre de 2022. El libro que la acompaña, publicado por Delpire & Co, ya está disponible.