El general de división Arnaldo Ochoa y Norberto Fuentes en el sector militar (cubano) del aeropuerto internacional de Luanda, el 4 de febrero de 1988.

Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) – La figura de Fidel Castro y de la Revolución cubana son inevitables en la historia mundial. Las opiniones sobre la política revolucionaria, sus actos y sus consecuencias, tanto dentro de Cuba como en el exterior, se parten en dos ácidas vertientes: la admiración a Fidel o la condena a Castro. Hoy, su legado pervive en el mismo dominio donde el líder prefirió jugar: la confrontación. El legado del comandante y su Revolución siguen vigentes, para bien o para mal. Tal vez porque ha sido el gobernante latinoamericano con más impacto mundial, desde Latinoamérica hasta África, desde Washington hasta Moscú, y desde el Medio Oriente hasta el sudeste asiático, en la sangrienta guerra de Vietnam.

Cientos de libros se han escrito sobre el dirigente cubano: Georgie Anne Geyer tituló el suyo “El patriarca de las guerrillas”, hay otros sorprendentes como “Fidel y la religión” de Frei Betto, hasta llegar a lo despampanante, como los “Yoga Sutras de Fidel Castro”, de John Curl, promotor de la “alquimia revolucionaria” y quien en su libro reúne 51 aforismos poéticos “condensados de la sabiduría de los maestros de yoga y el socialismo”. Geyer entrevistó muchas veces a Castro, Betto le hizo una larga entrevista y Curl jamás habló con Fidel ni una palabra. Y así se prolongan los libros sobre el revolucionario cubano y sus hechos. Con entrevistas, relatos e imaginación.

El sello editorial Cuarteles de invierno acaba de lanzar “Nunca digas morir” de Norberto Fuentes, conocido como el cronista de la Revolución cubana. Fuentes abandonó Cuba en 1994 después de haberse declarado en huelga de hambre —como su última protesta en suelo cubano— por el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y del coronel Antonio de la Guardia en 1989. Fuentes vivió primero como un simple joven revolucionario, y mucho más tarde como escritor y periodista cercano a Fidel y Raúl Castro, todas las etapas del proceso cubano, hasta su exilio rumbo a México, en un avión enviado especialmente por el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari. En 1993 había intentado escapar en balsa, pero fue detenido. Al año siguiente, gracias a la intervención directa de Gabriel García Márquez –quien lo acompañó en el vuelo– Norman Mailer, William Styron y William Kennedy, pudo abandonar la isla.

“Nunca digas morir” es un apasionante relato de los hechos, a menudo desconocidos, de la Revolución cubana. Comienza en 1959. No se centra en la personalidad de Fidel Castro, sino que novela las consecuencias no siempre victoriosas de la capacidad insurreccional y conspirativa del mandatario. Con la excepción de los realizados a sus espaldas, como el ataque al cuartel militar argentino de La Tablada, en enero de 1989, organizado por el guerrillero Enrique Gorriarán Merlo, y apoyado por el general cubano Arnaldo Ochoa, Héroe de la República de Cuba[i] entonces jefe militar de la Misión cubana en Angola, y antes de la misión militar cubana en Etiopía durante la guerra de Ogaden.

Fuentes no emite opinión alguna sobre los hechos relatados en las 311 páginas del libro. Su redacción es sucinta, clara, fibrosa. Para que el lector sea absoluto dueño de su lectura y sus conclusiones. No sobra nada ni falta nada para una lectura que invita a continuarlo hasta la última anécdota, extraída del amplio archivo documental que cita el autor en su prefacio, y perfilada con la ayuda de la “actual difusión en Cuba de los teléfonos celulares [que] me permitió el acceso a los viejos compañeros y al precioso caudal de sus historias”, explica el autor en el prefacio.

Y la operación en la isla Dawson, Chile, para liberar a presos del régimen de Pinochet, donde se coordinó la participación de submarinos soviéticos en una operación conjunta. 1991: descubrimiento casual de un cargamento de armas occidentales en el fondo de una represa al oeste de La Habana.

Fuentes, a quien conozco personalmente, es un escritor abandonado a su libertad intelectual. Escribe a contrapelo del exilio cubano en Miami y del poder político en la isla, porque narra solo censurado por su oficio y la veracidad de los hechos que cita. Y eso no gusta en ningún extremo. En 1968 ganó el Premio Casa de las Américas con “Condenados de Condado”, colección de relatos sobre la guerra del Escambray[ii] que provocó el rechazo de Fidel Castro y le deparó por años el exilio intelectual en su propia isla.

En el hilo narrativo del reportaje-novela de Norberto Fuentes están siempre presentes, desde principio a final, los hermanos Antonio y Patricio de la Guardia[iii]. Es un homenaje íntimo a sus amigos, cuyo lema era “Nunca digas morir”, y que ahora titula este libro esencial para conocer, entre las operaciones militares y conspirativas, las luces y sombras de la Revolución cubana.

[i] Despojado de ese honor en 1989, durante el proceso militar en su contra.

[ii] Guerra librada en esa región montañosa de Cuba, y que duró hasta el año 1965, con la victoria del gobierno cubano

[iii] El coronel Antonio de la Guardia fue fusilado el 13 de julio de 1989. El general Patricio de la Guardia fue condenado a 30 años de cárcel. Se le concedió licencia extrapenal (libertad condicional) en 2006. Actualmente se encuentra libre, pero el Estado cubano no le ha otorgado oficialmente, después de 33 años, el cumplimiento de su condena.