(CNN) – El Gobierno de Joe Biden declaró este mes que el brote de viruela del mono, un virus que sepropaga de manera desproporcionada entre hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y sus redes sexuales, es una emergencia de salud pública.
En un intento de no reproducir el tipo de estigma contra los homosexuales que se produjo durante la primera crisis del sida, algunos argumentan que decir qué grupo corre mayor riesgo de contraer la viruela del mono podría ser peligroso.
Sin embargo, los expertos afirman que la insistencia en generalizar las advertencias perjudica a las personas más vulnerables, incluidos los hombres negros y latinos, y simplifica en exceso las lecciones de la crisis del sida, que puso de manifiesto la importancia de luchar contra el estigma y presionar para que se atienda a quienes lo necesitan.
“No queremos añadir estigma a una situación delicada, pero entonces nuestros mensajes se vuelven tan amplios que nadie sabe a qué personas nos dirigimos, y eso se convierte en un verdadero problema”, declaró a CNN Robert Fullilove, profesor de Ciencias Sociomédicas Clínicas en el Centro Médico de la Universidad de Columbia.
En resumen, los expertos afirman que no debemos pasar de puntillas por el tema. En lugar de eso, deberíamos afrontarlo directamente y tener en cuenta la ampliación del acceso a la atención médica.
Lo que muestran los primeros datos sobre la viruela del mono
Parte del problema de hablar de la viruela del mono con rodeos es que acabamos haciendo demasiado hincapié en quién puede contraer el virus y restando importancia a quién lo contrae, según Melanie Thompson, médica e investigadora sobre VIH con sede en Atlanta.
Tomemos, por ejemplo, un desglose detallado de los registros de casos de viruela del mono que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) publicaron este mes. Cualquiera puede contraer el virus, sí, pero el análisis de los CDC muestra que el 94% de los casos se produjo entre hombres que habían tenido un contacto sexual o íntimo reciente con otro hombre. Además, el 54% de los casos se produjo entre negros y latinos.
Los primeros datos del Departamento de Salud Pública de Georgia y del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Carolina del Norte muestran un patrón similar. En ambos estados, la viruela del mono ataca de forma superlativa a los hombres negros.
Thompson subrayó la importancia de la claridad, de una comunicación que explique con precisión dónde está el virus.
“El propósito de los datos no solo es hacer números, sino garantizar que las personas más afectadas por la viruela del mono o cualquier otra enfermedad reciban los servicios necesarios”, afirmó.
“El mensaje de que cualquiera puede contraer la viruela del mono difunde el miedo entre la población en general. Distrae de los mensajes que debemos hacer llegar a las personas con riesgo de contraer la viruela del mono”, agregó Thompson.
Y este tipo de información poco clara no solo distrae, margina de otra manera, señaló.
Jim Downs, historiador de enfermedades epidémicas del Gettysburg College y autor de “Maladies of Empire: How Colonialism, Slavery and War Transformed Medicine”, coincide con algunos de las opiniones de Thompson.
“Las pruebas demuestran que los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres corren un riesgo mayor que cualquier otra población o grupo”, dijo. “Así que cuando hablamos de dirigir los mensajes y, lo que es más importante, de dirigir las vacunas, tenemos que asegurarnos de que esos esfuerzos se dirigen deliberadamente a las personas con mayor riesgo, en contraposición a las personas que podrían pensar ‘bueno, ¿por qué no vacunarse? Es una buena idea’”.
Merece la pena subrayar, según los expertos, que si bien la mayoría de casos parecen registrarse entre hombres negros, no es porque sean negros.
“Cuando utilizamos la raza como forma de identificar una característica importante de una persona enferma, algunas personas piensan que la raza es biológicamente activa, (que) debe haber algo en la piel morena que hace que sea más probable infectarse de viruela del mono”, comentó Fullilove. “Pero ese no es el caso. Lo que se observa es la dinámica de quién se junta con quién y dónde socializan”.
Thompson también le puso una dosis de precaución a la conversación. “No hay ningún tipo de predilección racial por la viruela del mono”, indicó. “Tiene que ver con el racismo estructural y la naturaleza de las comunidades y las prácticas culturales”.
Asegura que Georgia, por ejemplo, sigue estando muy segregada en función de la raza y la sexualidad.
“Esto significa que las personas que son negras tienen más probabilidades de tener parejas sexuales que también son negras”, explicó Thompson. “Y como son una proporción menor de la población, hay una mayor probabilidad de entrar en contacto con el virus”.
Si hay un aspecto positivo, es que debería ser más fácil contener y erradicar la viruela del mono porque tenemos una idea más concreta de dónde está el grueso de la infección.
“El activismo contra el sida no se limitó a decir lo correcto”
La presión de algunos para que se difundan mensajes más amplios sobre la viruela del mono se basa en buenas intenciones y pretende evitar el feroz estigma en contra de los gays que se produjo durante la crisis del sida en los años 80 y 90.
Sin embargo, este enfoque despoja de complejidad al periodo.
“Creo que hay un intento muy bienintencionado de no contribuir al estigma antigay. Mucha gente tiene una idea general de cómo funcionaba eso en el contexto de la primera epidemia de sida. No creo que se trate necesariamente de una comprensión matizada de cómo ocurrió, pero existe la conciencia de que ocurrió y la sensación de que no deberíamos volver a hacerlo”, dijo Dan Royles, profesor asociado de Historia en la Universidad Internacional de Florida y autor de “To Make the Wounded Whole: The African American Struggle Against HIV/AIDS”, y añadió que toda esta situación se produce en el contexto de un ataque de la derecha a los derechos de la comunidad LGBTQ.
Royles señala que las ambiciones de los activistas durante el comienzo de la epidemia del sida eran grandes y se extendían más allá del ámbito de los mensajes.
“El activismo contra el sida no consistía solo en decir lo correcto”, explicó. “Se trataba de hacer llegar la atención a las personas que la necesitaban”.
Consideremos algunos de los trabajos de la organización de lucha contra el sida ACT UP. El 21 de mayo de 1990, más de 1.000 manifestantes irrumpieron en los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) en Bethesda, Maryland. Su objetivo: instar a los NIH a corregir lo que los activistas consideraban un ritmo lento en los esfuerzos de investigación y tratamiento del sida.
En otras palabras, ante la inadecuada respuesta del gobierno a la epidemia, los activistas se tomaron la justicia en sus manos y lucharon por un sistema sanitario más humano. (Las comunidades queer actuales hacen algo parecido, ya que se enfrentan a la lentitud de los esfuerzos estatales para contrarrestar la viruela del mono).
No se trata de restar valor a un mensaje cuidadoso.
Thompson cree que la viruela del mono está muy estigmatizada. Dijo que los médicos escuchan a algunos pacientes que se avergüenzan de tener el virus.
Para complicar aún más las cosas, añadió, está el hecho de que hay proveedores de atención médica que no quieren ver a personas con viruela del mono, lo que significa que los que tienen el virus tienen menos lugares para recibir tratamiento.
Está claro que importa mucho que haya mensajes que no avergüencen, y esto influye en parte en el debate actual sobre si se debe llamar a la viruela del mono una enfermedad de transmisión sexual, como informó recientemente mi colega de CNN Jacqueline Howard.
Sin embargo, el punto más profundo de Royles es crucial. Mientras seguimos enfrentándonos a la viruela del mono, no debemos perder de vista que el objetivo principal es ampliar el acceso a la atención médica.
“Nuestra política se reduce a menudo a debates sobre el discurso y mensajes que están divorciados de la realidad material de la vida de las personas”, afirmó Royles. “Al igual que el VIH y el sida, la viruela del mono tiene importantes consecuencias materiales en el cuerpo si se contrae. Está tan encarnada que resulta profundamente irónico que gran parte de la conversación se centre en el discurso, que es incorpóreo en muchos sentidos”.
O como resumió acertadamente Joseph Osmundson, profesor clínico adjunto de Biología en la Universidad de Nueva York, al referirse a la dificultad de acceder a la atención médica: “No puedes deshacerte de una enfermedad infecciosa con mensajes. Necesitamos pruebas, tratamientos y vacunas, y ninguno de ellos ha llegado a tiempo”.