Odesa, Ucrania (CNN) – En el primer día de la contraofensiva en el sur de Ucrania, Mark Ayres disparó más de 2.000 balas de su ametralladora PK de diseño soviético durante los feroces tiroteos con las fuerzas rusas.
El exsoldado británico trabaja con una unidad de reconocimiento del Ejército de Ucrania en la batalla para retomar la región meridional de Jersón, siendo uno de los tres únicos extranjeros del equipo.
“Los combates fueron bastante intensos, con muchos bombardeos”, dijo Ayres, de 48 años, a CNN. “Luchamos muy duro y tomamos las posiciones rusas que debíamos tomar”.
Ayres sufrió una grave herida de metralla en la pierna izquierda el segundo día de la contraofensiva, al igual que otros cuatro heridos de su unidad.
Pero a pesar de las bajas en el frente, dijo que las fuerzas ucranianas están haciendo un progreso lento pero definitivo sobre el terreno.
“No será rápido; es una lucha dura y lenta, metro a metro, posición a posición, porque no tenemos los recursos para hacer una guerra relámpago masiva, con masas de artillería y blindaje”, dijo Ayres. “Así que tenemos que hacerlo de forma inteligente y tratar de hacerlo (con) el menor número de bajas posible”.
Hasta ahora, los ucranianos afirman haber tomado un pequeño puñado de asentamientos en la región de Jersón durante la ofensiva, ganancias que, según los expertos de inteligencia del Reino Unido, probablemente se lograron gracias a un “grado de sorpresa táctica”.
Ayres, originario de Londres, ha estado luchando junto al ex infante de Marina estadounidense Michael Zafer Ronin, que también resultó herido la semana pasada al comienzo de la contraofensiva, sufriendo heridas de metralla en la cabeza, el estómago y la mano.
Ambos se conocieron luchando junto a combatientes kurdos en Siria. Ahora se recuperan en hospitales de la ciudad de Odesa, en la asediada costa del mar Negro, al sur de Ucrania.
Zafer Ronin, de 34 años y originario de Kansas, dijo que la moral de los militares ucranianos en el frente sigue siendo “bastante alta”, pero que, en cambio, las fuerzas rusas contrarias parecen ser “algo poco profesionales y desorganizadas”.
Los dos hombres llegaron al principio de la guerra como voluntarios, y más tarde se alistaron como soldados pagados para el Ejército ucraniano con contratos de tres años.
Ayres dijo que se unió a la lucha porque estaba “inspirado” por el espíritu del pueblo ucraniano.
“Estaba (entre) el bien y el mal”, dijo Ayres. “Fue un ataque no provocado a un país soberano”. No siente ninguna simpatía “en absoluto” por los soldados rusos, añadió.
Su principal reto en el campo de batalla es estar en inferioridad de armas y de número con respecto a sus homólogos rusos. Las unidades de primera línea están bien abastecidas de armas pequeñas y municiones, pero carecen de armas pesadas como artillería y tanques, dijo Ayres. Un número limitado de armas suministradas por Estados Unidos y la OTAN, como HIMARS, Howitzers y sistemas de misiles antitanques Javelin, han demostrado ser útiles en esta lucha, pero no son suficientes para igualar la potencia de fuego de sus oponentes.
“Nos aplastan constantemente con la artillería, así que eso es lo que lo hace mucho más difícil, la artillería, y el blindaje que tienen, es superior al nuestro”, dijo Ayres. “Nuestros ataques son más quirúrgicos, pero más limitados”.
El sábado, un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) dijo que, según funcionarios ucranianos, la ofensiva era “una operación intencionadamente metódica para degradar las fuerzas y la logística rusas, más que una destinada a recuperar inmediatamente grandes franjas de territorio”.
“En mi país no soy nada”
Ayres tiene una barba blanca y sus camaradas ucranianos lo apodaron “abuelo”. Pero ya se ha ganado la confianza de sus compañeros más jóvenes.
“En cuanto te ven en la batalla y saben que estás aquí para quedarte, y saben que eres un soldado capaz, te ganas su respeto enseguida”, dijo Ayres.
Ayres pasó su adolescencia como Royal Green Jacket, un regimiento de infantería del Ejército británico, y ahora siente que esta batalla le ha dado un propósito renovado.
“En mi país no soy nada, solo soy un viejo que alquila una habitación”, dijo Ayres. “Mientras que ahora soy un soldado, haciendo algo bueno, luchando”.
Su hijo está orgulloso de lo que hace, añade.
Para estos dos combatientes extranjeros heridos, su próximo objetivo no es volar a casa para ponerse a salvo, sino solo volver al frente para reincorporarse a la lucha tan pronto como puedan.
“Una vez que todo se cure en mi cuerpo, probablemente dentro de tres o cuatro semanas, debería estar de vuelta allí”, dijo Zafer Ronin.
“Por supuesto que voy a volver”, añadió Ayres. “Porque soy un soldado”.