Nota del editor: Silvina Moschini es emprendedora especializada en la transformación digital del mundo del trabajo. Es fundadora y presidente de TransparentBusiness, una plataforma que permite gestionar equipos remotos de forma transparente. Es presidente y productora ejecutiva de Unicorn Hunters y Unicoin. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente a la autora. Ver más artículos de opinión en CNNE.com/opinion
(CNN Español) – Perseverantes, prácticos, con un ojo puesto en las oportunidades y otro en cómo llegar a ellas. Los hispanos en Estados Unidos somos una comunidad pujante que a lo largo de las décadas continuamos reafirmando nuestro gen emprendedor.
Más allá de subjetividades y expresiones de deseos, los datos lo confirman: según Stanford Latino Entrepreneurship Initiative (SLEI) estamos creando empresas a un ritmo más rápido que la media nacional. El número de pequeñas compañías en manos de hispanos creció un 34% en los últimos diez años, comparado con el 1% para el resto de las pequeñas empresas.
Desde mi lugar como mujer latina y emprendedora, me siento inevitablemente parte de esta enorme historia, que en lo personal he escrito enfocándome siempre en las posibilidades de la tecnología y en cómo hacer para que impacte positivamente en la vida de las personas.
Cuando trabajé promoviendo la revolución del trabajo remoto (mucho antes de la pandemia) y convertí el producto de esa transformación en un unicornio, es decir una compañía valuada en más de US$ 1.000 millones, siempre tuve claro que la solución tecnológica era el medio y que conectar talento diverso con oportunidades era el fin.
El contexto actual, sin embargo, nos demanda claramente otros desafíos. La transición hacia el dinero digital está en pleno desarrollo y la “criptoeconomía”, aunque no exenta de altibajos, asoma como una perspectiva posible y deseable. Pero la fascinación tecnológica no debe hacernos olvidar las preguntas imprescindibles sobre los fines y los medios. Por esa razón, creo que es fundamental plantear qué criptomonedas queremos y para quiénes.
En este sentido, si bien es saludable el entusiasmo de los hispanos frente a las criptomonedas (en EE.UU, el 23% de quienes las poseen son de esta comunidad) creo que tenemos el reto pendiente de dar el salto hacia una nueva generación de divisas digitales que sean menos volátiles y estén respaldadas por activos.
A pesar de que esto parecía inimaginable un par de años atrás, el concepto de una criptomoneda con respaldo viene ganando terreno a medida que corroboramos que la volatilidad extrema de la primera generación de criptomonedas como bitcoin no está a la altura de las circunstancias macroeconómicas derivadas de la recesión ni de las aspiraciones de crecimiento sostenido de millones de pequeños y medianos empresarios.
El panorama de los emprendedores hispanos de Estados Unidos es, en este sentido, muy revelador. Su velocidad para crear nuevas compañías no coincide con las persistentes dificultades que enfrentan a la hora de obtener financiamiento y creo que esta paradoja les abre la oportunidad de levantar capital utilizando criptomonedas. Se trata de una tendencia que se consolida en medio de la crisis, ya que presenta oportunidades de liquidez mucho más inmediatas frente a los cada vez más ralentizados procesos de oferta pública inicial (IPO).
Comprendo que el tema de las criptomonedas aún tenga matices abstractos para muchas personas, pero ya casi nadie duda de su gradual inserción en nuestras vidas.
Las preguntas que siguen, sin embargo, son aquellas relativas a cómo ponerlas al servicio de la innovación y de la creación de riqueza. En otras palabras: es hora de hablar del futuro del dinero ya no como medio de pago sino como una respuesta tecnológica más sofisticada ante un escenario global en plena crisis.