(CNN) – El atronador sonido de los disparos reverbera a través de una habitación durante un bombardeo aparentemente interminable.
Son poco más de las siete de la tarde y el campo de tiro G-16 en São Paulo está ocupado, ya que los clientes ingresan para relajarse después de un ajetreado día de trabajo. Los campos de tiro como el G-16 han prosperado y se han expandido en los últimos años, ganando más miembros a medida que aumentan las ventas de armas y municiones.
El mérito, según el copropietario del G-16, Daniel Pazzini, es del presidente de Brasil Jair Bolsonaro.
“Básicamente hizo publicidad gratuita, alentando a la gente a comprar armas y defenderse de esa manera”, dijo Pazzini, refiriéndose al mensaje a favor de las armas de Bolsonaro desde hace mucho tiempo. Dos grandes retratos del presidente decoran las paredes de su campo de tiro, junto a una plétora de pistolas, escopetas y algunos rifles de gran calibre.
Las leyes de armas se han convertido en un campo de batalla clave, junto con la religión, antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del domingo entre Bolsonaro y su rival de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva.
La dividida campaña ha visto a ambos hombres tomar lados opuestos del debate sobre la posesión de armas, mientras intentan cortejar a los cristianos evangélicos, que se estima que representan más del 30 por ciento de la población de Brasil, según el instituto de investigación Datafolha.
Si bien las personas de todas las afiliaciones políticas son bienvenidas en su club, Pazzani dice que la elección de sus miembros probablemente será simple. “Bolsonaro defiende los derechos de los dueños de armas, para la gente buena, mientras que Lula [da Silva] defiende el desarme”, dice.
Durante la presidencia de Bolsonaro, entre 2018 y 2021, el número de armas de fuego registradas en el país aumentó de 350.000 a más de 1 millón, según la Policía Federal de Brasil.
Por el contrario, Lula da Silva se ha comprometido a reforzar el control de armas si es elegido. Según su propuesta, a los ciudadanos comunes aún se les permitiría poseer armas pero no portarlas.
Pazzini dice que no espera que Lula da Silva tenga un gran impacto en su negocio incluso si se convierte en presidente, pero le apuesta a Bolsonaro.
Política de salvación
En una temporada de campaña que se ha centrado más en cuestiones sociales y guerras culturales que en los aspectos prácticos de la política, un número cada vez mayor de iglesias y líderes religiosos han comenzado a predicar abiertamente la salvación electoral.
Ambos candidatos presidenciales han reconocido el impacto y la influencia que tienen las iglesias en el electorado, y se han esforzado por tener de su lado a tantos grupos religiosos como sea posible.
La tarea parece más fácil para el titular Bolsonaro, quien reza regularmente en sus mítines y tiene una postura socialmente conservadora sobre el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el género, que están más alineados con la mayoría de las iglesias.
En la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, una iglesia pentecostal en Santo André, un pueblo suburbano en las afueras de Sao Paulo, el pastor principal Odilon Santos no es tímido acerca de su afiliación política y dice que “votará por Bolsonaro debido a los principios él defiende”.
Santos no solo cree que es justo que la iglesia se involucre en política, sino que disfruta la oportunidad.
“Creemos que esto es excelente, es un privilegio para nosotros, porque durante muchos años la iglesia no tomaría posición en un momento tan importante para la nación”, dice. “Soy predicador de la iglesia pero también soy ciudadano brasileño, cumplo con mis obligaciones, pago mis impuestos. Creo que tengo derecho a tomar una posición e influir en los demás”.
Lula da Silva también ha hecho esfuerzos para cortejar a las iglesias de Brasil. El expresidente ya superaba a Bolsonaro con un 53 % frente a un 28 % entre los católicos —la denominación religiosa más grande del país— antes de la primera vuelta electoral a principios de este año, según una encuesta de DataFolha del 22 de septiembre.
Y la semana pasada, Lula también publicó una carta abierta a los evangélicos, prometiendo salvaguardar las libertades religiosas y distanciándose de algunos de los temas más divisivos, como el aborto.
“Yo personalmente estoy en contra del aborto y les recuerdo a todos que este no es un tema que lo decida el presidente de la República, sino el Congreso”, escribió Lula.
Pero sus palabras cayeron en oídos sordos en la congregación de Santos, dice. “Para nosotros, esa carta no tiene valor”.
Campañas llenas de desinformación
La desconfianza se ha visto exacerbada por una temporada de campaña amarga, marcada por intensas campañas de desinformación e insultos en ambos lados.
Las autoridades de Brasil han redoblado los esfuerzos para eliminar información imprecisa de los sitios web de redes sociales, incluso creando su propia plataforma para desacreditar algunas de las acusaciones. Pero el esfuerzo provocó gritos de censura entre los partidarios de Bolsonaro, quienes se han enfrentado a más investigaciones por supuesta difusión de información errónea que quienes respaldan a Lula.
En octubre, la Corte Suprema de Brasil ordenó que una estación de radio afiliada a Bolsonaro le diera a la campaña de Lula da Silva el derecho de responder a algunas acusaciones, que la corte consideró “falsas, distorsionadas u ofensivas”. La decisión enfureció a los simpatizantes de Bolsonaro, quienes afirmaron que la estación, Jovem Pan, estaba siendo reprimida injustamente.
“Dicen que son noticias falsas, actos antidemocráticos. ¿Qué es eso? ¿Cuál es la definición? dijo el hijo de Bolsonaro, el legislador Eduardo Bolsonaro, en un mitin en Sao Paulo el 25 de octubre en apoyo de Joven Pam. “Es increíble. Solo dicen que esto es una noticia falsa. Esto son actos antidemocráticos y te arrestan”.
Dado que las encuestas muestran solo un pequeño margen entre los candidatos antes de la votación del domingo, es difícil predecir quién saldrá victorioso. Sin embargo, lo que está claro es que las campañas polarizadoras, que exacerbaron las muchas fallas de Brasil, dificultarán el trabajo del nuevo presidente.