CNNE 1291893 - hija de republicanos inmigrantes lucha por ganar las elecciones en virginia
Cerca de 70.000 hispanos en EE.UU. podrían marcar la diferencia en las elecciones en un distrito de Virginia
04:54 - Fuente: CNN

Nota del editor: Justin Gest es profesor asociado en la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad George Mason. Es autor de seis libros sobre la política de la inmigración y el cambio demográfico, entre ellos, el más reciente, “Majority Minority”. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) – “¿Cuál es su raza u origen?”. Esa pregunta, que hace la Oficina del Censo de Estados Unidos cada 10 años, parece sencilla. Pero no es simple para muchas personas, incluyendo a los latinos, que tienen una variedad de antecedentes familiares que no siempre encajan claramente dentro de las categorías raciales de Estados Unidos.

En vísperas de las elecciones legislativas de 2022, sus respuestas están indicando un cambio político más amplio dentro de la mayor minoría étnica de Estados Unidos.

Los hispanoamericanos, que durante mucho tiempo han sido demócratas de confianza, han demostrado en decenas de encuestas que a menudo se sienten en conflicto con los dos partidos políticos de Estados Unidos, lo que los convierte en un valioso electorado oscilante cultivado por demócratas y republicanos.

Según un nuevo análisis de la serie Axios/Ipsos US Latino, los latinos con fuertes preferencias partidistas siguen decantándose por los demócratas por un margen de 2 a 1, pero la mayor parte de los latinos —más de cuatro de cada diez— dice ahora que ninguno de los dos partidos representa a la gente como ellos, o no están seguros de a quién apoyan.

Entre estos indecisos, las prioridades políticas de los latinos se dividen en función del color de la piel, lo que revela la forma en que las enojosas fronteras raciales siguen definiendo la vida de los estadounidenses y, como resultado, ayudan a explicar sus preferencias políticas.

Los latinos que enfatizan su identidad blanca son más propensos a identificarse como republicanos conservadores y a oponerse a las políticas de bienestar social redistributivas. Mientras tanto, los latinos negros y mestizos tienen casi el doble de probabilidades que los latinos blancos o los que evitan seleccionar una raza de sentir que ninguno de los partidos representa a la gente como ellos.

La raza siempre ha sido un asunto complicado en América Latina, donde las políticas coloniales europeas produjeron distinciones entre subgrupos de origen africano, indígena y europeo, no muy diferentes de las de Estados Unidos.

Pero los estadounidenses —y los demógrafos estadounidenses— se han distraído con las diferencias lingüísticas e históricamente los han etiquetado a todos, monolíticamente, como “hispanos”. Esto enmascara la complejidad de la identidad latina, y el modo en que muchos latinos llevaron consigo las distinciones y sensibilidades raciales a Estados Unidos.

Muchos latinos de origen indígena o mestizo —personas que, por lo demás, pueden autoidentificarse como “morenos”— son naturalmente reacios a encajar en el binario blanco-negro de la métrica convencional estadounidense. Y se discute si quienes seleccionan “blanco” en las encuestas lo hacen porque realmente se consideran blancos, o porque emplean la identidad blanca estratégicamente como señal de asimilación o defensa contra la discriminación.

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Sin embargo, para entender cómo pueden votar los latinos indecisos en las elecciones intermedias de 2022, una mirada a las prioridades temáticas revela la forma en que los latinos se clasifican realmente en las persistentes categorías americanas de color.

Los latinos que se identifican como “blancos” tienen prioridades temáticas que reflejan las de los blancos no hispanos. Las principales preocupaciones de los latinos blancos giran en torno a la delincuencia o la violencia armada, la inflación y el covid-19, mientras que los blancos no hispanos priorizan la inflación, la delincuencia o la violencia armada y el extremismo político o la polarización. El subgrupo más pequeño de latinos que se identifican con dos o más razas se alinea aún más con los blancos.

Políticamente, los encuestados latinos blancos perciben a los republicanos como más fuertes en política económica que los demócratas. Los latinos “negros” y “marrones” creen que los demócratas son mejores en economía.

Los latinos que se identifican como “negros” tienen prioridades diferentes, según la encuesta de Ipsos. Mientras que también están más preocupados por la delincuencia o la violencia con armas de fuego, sus siguientes preocupaciones son la injusticia racial, la discriminación y la educación, prioridades más cercanas a las de los afroamericanos en general.

Mientras tanto, los latinos “morenos” que se autoidentifican como “otros” sitúan la inmigración como uno de sus principales problemas, a la par que la inflación y sólo 10 puntos por detrás de la delincuencia o la violencia armada.

El Partido Demócrata ha considerado durante mucho tiempo la política de inmigración como una forma principal de movilizar el apoyo de los latinos, pero ahora es una prioridad para un subconjunto más estrecho de personas: alrededor de una cuarta parte de los latinos en el estudio de Ipsos.

Esto ayuda a explicar por qué el ex presidente Donald Trump y los republicanos no fueron penalizados por su retórica antiinmigración en las elecciones de 2020 tanto como algunos observadores esperaban. En la actualidad, la mayoría de los latinos dice apoyar la invocación de la política del Título 42, que la administración Trump promulgó en los primeros días de la pandemia y que permitía a las autoridades estadounidenses rechazar a los migrantes en la frontera sin juicio previo para reducir la propagación del covid 19. Esta política, a la que puso fin la administración del presidente Joe Biden a principios de este año, es menos popular entre los latinos que no se identifican como blancos ni negros.

Para entender por qué los latinos difieren en estas prioridades políticas, sus experiencias vitales son reveladoras.

Los latinos “morenos” que evitaron identificarse con algún grupo racial importante fueron significativamente más propensos que cualquier otro grupo a experimentar que alguien les preguntara si eran “ilegales” o “indocumentados”. Más de la mitad de este subgrupo afirma que la gente les ha preguntado si hablan inglés antes de iniciar una conversación, y a una parte similar le han preguntado de qué país son, sustancialmente más que a cualquier otro grupo.

La mayoría de los latinos negros y mestizos afirman que han sido objeto de comentarios racistas y han experimentado que alguien se burle de su acento hispano o latino, sustancialmente más que los latinos blancos.

Mientras tanto, los latinos que destacan su identidad latina y los que tienen estudios universitarios son menos propensos a autocategorizarse como blancos. Los que tienen mayores ingresos son más propensos a hacerlo.

A medida que los latinos blancos se distancian de sus orígenes como inmigrantes y experimentan la sociedad estadounidense de forma más parecida a los blancos no hispanos —con menos encuentros con la discriminación o las microagresiones—, su política puede ajustarse a las tendencias ideológicas de los estadounidenses blancos en general. Y como representan el 60% de todos los hispanos nacidos en Estados Unidos, su evolución influirá en el voto latino en general.

En conjunto, estas tendencias no hacen sino ampliar la racialización de los asuntos públicos estadounidenses. En una época definida por las guerras culturales y las políticas de identidad, los hispanos —un grupo dinámico que siempre ha encajado de forma incómoda en las reductoras categorías raciales de Estados Unidos— están demostrando el continuo poder de estas fronteras coloniales y su absorción en las mega-identidades que ahora encarnan demócratas y republicanos.

Solo empezaremos a trascender nuestras divisiones reconociendo las formas en que las personas de todas las identidades raciales comparten una devoción común por el proyecto americano, una lucha común por perseguir el sueño americano. Pero en su propensión a clasificar a los votantes en coaliciones establecidas, el proceso político estadounidense es un puente improbable.