Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.
(CNN) – Casi inmediatamente después de la explosión del mes pasado que destruyó una sección del puente de Kerch que conecta a Rusia con Crimea —el territorio ucraniano que Moscú anexionó en 2014—, el Kremlin intensificó los ataques contra la infraestructura civil de Ucrania, intensificando sus bombardeos contra edificios de apartamentos, la red eléctrica y los sistemas de agua.
Gran parte del armamento para estos ataques que están causando estragos en la vida de los ucranianos proviene de Irán, que ya ha suministrado a Rusia cientos de drones letales.
Ahora, CNN ha informado de que Irán está a punto de empezar a enviar aún más armas —y más potentes— a Rusia para la lucha contra Ucrania, según un país occidental que sigue de cerca el programa de armamento de Irán.
El fortalecimiento de la relación entre Moscú y Teherán ha atraído la atención de los rivales y enemigos de Irán en Medio Oriente, de los miembros de la OTAN y de las naciones que todavía están —al menos en teoría— interesadas en restablecer el acuerdo nuclear de 2015 con Irán, cuyo objetivo era retrasar la capacidad de Irán para construir una bomba atómica.
La intersección de la guerra en Ucrania y los conflictos en torno a Irán es solo un ejemplo de cómo Ucrania se ha convertido en el punto de pivote de muchas de las tensiones geopolíticas del mundo.
Poco más de ocho meses después de la invasión de Rusia, Ucrania se ha convertido en el escenario en el que se libran múltiples batallas.
Se trata de un conflicto como pocos, si es que hay alguno, en la memoria reciente, con consecuencias graves y de gran alcance. Las ramificaciones que ya hemos visto subrayan lo importante que es —y no solo para Ucrania— que la agresión de Rusia no tenga éxito.
La invasión de Ucrania por parte del presidente de Rusia, Vladimir Putin, nunca fue una simple disputa fronteriza. Incluso antes de que comenzara, cuando Putin inició —y negó continuamente— su marcha hacia la guerra, estaba clara la importancia de impedir que el régimen autocrático de Rusia se hiciera con el control de su vecino, con su incipiente democracia.
El historiador Yuval Noah Harari ha argumentado que está en juego nada menos que el rumbo de la historia de la humanidad, porque una victoria de Rusia reabriría la puerta a las guerras de agresión, a las invasiones de un país por otro, algo que desde la Segunda Guerra Mundial la mayoría de las naciones habían llegado a rechazar como categóricamente inaceptable.
Por eso, Ucrania recibió un apoyo masivo de Occidente, liderado por Estados Unidos. La guerra de Ucrania dio un nuevo impulso a la OTAN, e incluso atrajo nuevas solicitudes de ingreso de países que se habían comprometido con la neutralidad. También contribuyó a reafirmar el interés de muchos en los estados de Europa del Este —antiguos satélites soviéticos— de orientar su futuro hacia Europa y Occidente.
Tensiones en Oriente Medio
Mucho de lo que ocurre hoy en día lejos de los campos de batalla sigue teniendo repercusiones allí. Cuando las naciones productoras de petróleo, encabezadas por Arabia Saudita, decidieron el mes pasado recortar la producción, Estados Unidos acusó a los sauditas de ayudar a Rusia a financiar la guerra aumentando sus ingresos petroleros. (Una acusación que los sauditas niegan).
Por otra parte, el suministro de armas a Ucrania se ha convertido en un punto de tensión con Israel, que ha desarrollado sistemas de defensa muy eficaces contra los misiles. Ucrania ha pedido a Israel que le proporcione esos sistemas, incluyendo la Cúpula de Hierro y la Honda de David, pero Israel se niega, citando sus propias preocupaciones estratégicas.
El ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, reiteró recientemente que “Israel apoya y está junto a Ucrania, la OTAN y Occidente”, pero no trasladará esos sistemas a Ucrania, porque “tenemos que compartir nuestro espacio aéreo en el norte con Rusia”.
El espacio aéreo de Siria, fronterizo con Israel, está controlado por las fuerzas rusas, que han permitido a Israel atacar los flujos de armas iraníes hacia Hezbollah, una milicia que ha jurado la destrucción de Israel. Gantz se ha ofrecido a ayudar a Ucrania a desarrollar sistemas defensivos y, al parecer, le proporcionará nuevos sistemas de comunicaciones militares, pero no escudos antimisiles.
Como otros han señalado, Israel se resiste a desprenderse de sus sistemas defensivos en parte porque podría necesitarlos para su propia defensa. Hezbollah, en el norte, posee un enorme arsenal de misiles, y Hamás, en el sur, tiene sus propios cohetes.
Alimentos, combustible e inflación
Más allá de Medio Oriente y Europa, la guerra de Ucrania también ha provocado una conmoción económica y potencialmente política en todo el mundo.
El asalto de Rusia a los puertos ucranianos y sus patrullas en el Mar Negro detuvieron las exportaciones de grano de Ucrania justo después de que comenzara la guerra, lo que hizo que los precios de los alimentos se dispararan. El director del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, advirtió en mayo que el mundo estaba “marchando hacia la inanición”.
Un acuerdo auspiciado por la ONU y Turquía permitió la reapertura de los corredores marítimos de Ucrania, pero esta semana Moscú suspendió temporalmente ese acuerdo después de que los barcos de la Armada rusa fueran golpeados en el puerto de Sebastopol, en Crimea. El anuncio de Putin fue seguido inmediatamente por un aumento de los precios del trigo en los mercados mundiales de materias primas. Esos precios determinan en parte lo que se paga por el pan en África y en todo el planeta.
De hecho, la guerra en Ucrania ya está afectando a todo el mundo, en todas partes. El conflicto también ha hecho subir los precios de los combustibles, contribuyendo a una explosión global de la inflación.
Los precios más altos no solo afectan a los presupuestos familiares y a las vidas individuales. Cuando vienen con un impulso tan poderoso, tienen un gran impacto político. La inflación, agravada por la guerra, ha puesto a los líderes políticos en ejercicio a la defensiva en innumerables países.
Los admiradores políticos de Putin
Ahora llega un nuevo capítulo en el impacto internacional de la guerra en Ucrania. Algunos de los antiguos amigos de Putin en la extrema derecha se han vuelto contra él, pero no todos. Algunos políticos de extrema derecha y figuras prominentes en Europa y Estados Unidos se hacen eco de las afirmaciones de Putin sobre la guerra. Su esperanza es aprovechar el descontento, que podría agravarse con la llegada del invierno y el aumento de los precios de la calefacción.
Y no todo está en los márgenes. El representante Kevin McCarthy, líder republicano que podría convertirse en presidente de la Cámara de Representantes tras las elecciones estadounidenses de la próxima semana, sugirió que el Partido Republicano podría optar por reducir la ayuda a Ucrania. Los demócratas progresistas publicaron y retiraron una carta en la que pedían negociaciones. Evelyn Farkas, exfuncionaria del Pentágono durante el gobierno de Obama, dijo que todos ellos están provocando “una gran sonrisa en la cara de Putin”.
La guerra en Ucrania se está convirtiendo en un motor que alimenta la presión de la extrema derecha para obtener más influencia; una relación simbiótica entre Putin y sus seguidores en Occidente. Al igual que un comité de acción política vinculado al exasesor de Trump Stephen Miller, argumenta en contra del gasto en Ucrania, vinculándolo de alguna manera con la pobreza y el crimen en Estados Unidos, figuras afines en Europa están tratando de promover sus puntos de vista señalando las dificultades de su país como el costo de ayudar a Ucrania. Por el momento, el apoyo a Ucrania sigue siendo fuerte en Europa y en Estados Unidos, aunque flaquea entre los republicanos.
Ucrania se ha convertido en el epicentro de un conflicto mundial; un conflicto que se conecta a todos los países, a todas las vidas. La agresión de Rusia —sus aviones no tripulados iraníes, sus objetivos civiles y la militarización del hambre— ya se ha cobrado un precio global, reduciendo el nivel de vida en todo el mundo y aumentando las tensiones internacionales.
Si se permite que Rusia gane, la guerra de Putin marcaría el comienzo de una nueva era de inestabilidad global, con menos libertad, menos paz y menos prosperidad para el mundo.