Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2006). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) –
«Ya que la mujer es la razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso y de la destrucción de la antigua ley, y ya que en consecuencia hay que evitar todo comercio con ella, defendemos y prohibimos expresamente que cualquiera se permita introducir una mujer, cualquiera que ella sea, aunque, sea la más honesta en esta universidad».
Decreto de manifiesto de la Universidad de Bologna, 1377.
Mucho costó a las mujeres dejar atrás el aislamiento y la degradación. Fue difícil ganarle la partida a los prejuicios históricos y lograr el derecho al conocimiento a través del ingreso a las aulas. Se necesitaron siglos de lucha social, para que al fin, sucediera. El paso no se dio hasta la década de 1830, primero en Estados Unidos y seguidamente en Europa, donde se admitía la presencia femenina en escuelas muy exclusivas, no vinculadas a la vida universitaria, que iban ingresando a especialidades relacionadas con la medicina, teniendo en cuenta las habilidades adquiridas en el cuidado y la crianza de los hijos, la capacidad de higiene y terapéutica natural de las amas de casa.
“Considerando que la intención de la buena y sabia naturaleza ha sido que las mujeres, ocupadas exclusivamente de las necesidades domésticas, no se sintiesen honradas por tener en sus manos un libro ni una pluma, sino más bien una rueca o un huso […]. Que las mujeres que se ufanan de saber leer y de escribir no son las que mejor saben amar […]. Que hay escándalo y discordia en un hogar cuando una mujer sabe tanto o más que su marido […]”.
Proyecto de ley para la prohibición de enseñar a leer a las mujeres, Sylvain Marechal, 1801.
Hasta ese momento, la ilustración permitida a las damas era a través de planes de estudio privados, con bases enraizadas en la enseñanza hogareña, enfocada en temas específicos como la música, la costura, la culinaria o asuntos vinculados a las bellas artes y el ejercicio de habilidades y destrezas aplicables en el hogar.
Durante esos siglos de exclusión escolástica, la lectura fue para muchas una gran escuela, pero, sobre todo, el refugio necesario. No todas las lecturas eran “aptas para féminas. En cambio, ellas sí se permitían pensar, leer, pero, sobre todo, escribir en secreto, lo que ocurría debajo del iceberg, depositar la esencia de sus pensamientos en poemarios, epistolarios, y las más arrestadas, de forma anónima, en periódicos, revistas o magacines locales, usando la firma masculina de un familiar o amigo discreto. Con arrojo y rigor, y en el mayor secretismo, se desarrollaron durante siglos las habilidades y el ejercicio de la inteligencia femenina a través de la palabra escrita.
Resulta increíble comprobar la cantidad de textos, que en su momento no vieron la luz a causa de la censura social, y que hoy son materia de estudio en las instituciones académicas más prestigiosas del mundo.
Noviembre es un mes cardinal para las ferias del libro, la Feria Internacional de Guadalajara (FIL), la Feria Internacional del Libro de Miami y la Feria Internacional del Libro de Montreal, entre otras, se suceden ahora mismo en varias lenguas y países; por ello, deseo invitarles a leer tres importantes novelas que reverencian la compleja historia de la mujer en todos los tiempos.
George Sand era el nombre masculino que usara la autora francesa Amantine Dupin, nacida en París en 1804, y que facilitó publicar su obra novelística. Sand incursionó en muchos géneros, entre ellos, piezas de teatro político que solo podían presentarse en espacios privados. El atuendo masculino que solía llevar le permitió circular con mayor libertad y acceder a lugares en los que se excluía a las mujeres. Víctor Hugo, con quien tuvo una relación de admiración que asienta su epistolario, comentó: “George Sand no puede determinar si es hombre o mujer, tengo un gran respeto por todos mis colegas, pero no es mi lugar decidir si ella es mi hermana o mi hermano”.
Un invierno en Mallorca: El 8 de noviembre de 1838 llegan a Palma de Mallorca George Sand y Federico Chopin, acompañados por los dos hijos de la autora. Con un lenguaje abierto y sofisticado para su época, la novela describe esa etapa de complejidad endogámica y violencia contenida en la cotidianeidad de dos genios enfrentados. La pareja intenta lo imposible, ponerse de acuerdo, y entre impulsos y detonaciones, luchan contra sus propios demonios, buscando mantener viva la relación. En un escenario social mediocre y convencional, que los juzga y castiga con crueldad, una Mallorca colmada de prejuicios hacia la mujer, que no perdona sus ideas avanzadas y su extravagante vida creativa, Sand y Chopin protagonizan una magnífica novela sensorial, adelantada a su tiempo y escrita en clave de autoficción.
Los Divinos, Laura Restrepo, Colombia, 1950: Premio Alfaguara de 2004 y una de las más importantes, expresivas, lúcidas escritoras latinoamericanas contemporáneas. Su sinceridad salta a la vista y es esto lo que nos hace entregarnos a cada uno de sus escalofriantes relatos.
Hilada impecablemente, reconstruye, desde la ficción, la crónica de un sonado crimen, que, en diciembre de 2016, estremeció a los colombianos. Yuliana Samboní, una niña indígena de 7 años, fue violada y asesinada por el arquitecto Rafael Uribe Noguera. Al leerla, asistimos vívidamente al pasadizo interior de un grupo de hombres, de alrededor de 40 años, quienes, desde niños, adoptaron el nombre de los Tutti Frutti. Esta “hermandad”, fundada en el corazón de la clase alta bogotana, se involucra en un infanticidio. La novela narra el modo en que, el selecto grupo se relaciona de manera violenta con sus madres, novias, esposas, empleadas domésticas o trabajadoras sexuales. Al leer, te instalas en un espacio perturbador, centrado en los oscuros escalones que nos conducen directamente al feminicidio.
Dulce cuchillo: Ethel Krauze, poeta, ensayista, doctora en Literatura por la Universidad Nacional Autónoma de México, y conductora de televisión en Canal 11, ha escrito una novela magnífica de apenas 96 páginas, que resalta por su profundidad y veracidad a la hora de abordar la polifonía de sus personajes. La trama no solo involucra la fuerza secreta que impulsa una violación, sino la apropiación del lenguaje por parte del violador, que intenta funcionar como atenuante del acto. Krauze atraviesa de modo impecable la vida privada de Magdalena, su protagonista, y nos involucra en un proceso desgastante, de abuso sexual infinito, de la niñez a la adultez, que solo pudo sostenerse en el tiempo, amparado por la complicidad de su propia familia.
En mis talleres de escritura he comprobado que toda mujer vive escondida o expuesta en su diario personal. La pregunta de hoy es un reto:
¿Te atreverías a escribir, en presente continuo, una novela en clave de ficción, con situaciones reales, que denuncien o retraten lo que no te atreves a decir por temor a la repercusión social?