(CNN Español) – “Vamos a despedirnos como vivimos, con alegría”, propuso Joan Manuel Serrat al subirse al escenario en Montevideo por última vez. Y lo logró: durante más de dos horas, le arrancó una y otra vez carcajadas a los miles de devotos que fueron a rendirle homenaje en el Estadio Centenario. Pero ni las risas más fuertes pudieron ahuyentar la melancolía feliz de un adiós después de más de 50 años compartidos.
“Soy feliz de haber podido disfrutar de una vida llena gracias a este oficio de cantar, este vicio de cantar”, dijo el cantautor catalán al inicio del espectáculo, en alusión al nombre de su última gira, “El vicio de cantar (1965-2002)”, que lo tiene recorriendo América de norte a sur desde abril y que finalizará en diciembre en su tierra natal.
En Uruguay, además del concierto, el cantante de “Mediterráneo” tuvo una agenda nutrida que incluyó un encuentro con el expresidente José Mujica, una ceremonia en la que la Universidad de la República le entregó el título de Honoris Causa y el reconocimiento por parte de la Fundación Mario Benedetti —encargada de promover la historia del escritor al que Serrat tanto quería y a cuyos poemas puso su música y su voz en “El sur también existe” (1985)—, que le entregó un premio por su lucha por los derechos humanos.
Serrat quería que “la nostalgia no haga presa en nadie”, pero eso fue imposible. Porque inmediatamente después de decirlo, cantó “Mi niñez”, del disco homónimo de 1970, uno de los hits más conmovedores del artista, en el que relata su infancia en el Poble-sec de Barcelona. La familia fue una gran protagonista del show del show a la vez alegre y melancólico del catalán, que le cantó a su madre, su padre y su abuelo, y a través de ellos a muchas madres, padres y abuelos presentes entre las 15.000 personas que lo despidieron en Montevideo.
Pero Serrat le hizo honor a su palabra con fuertes dosis de humor de las que no se salvó ni la familia real británica, aunque el objeto principal de sus bromas fue el paso del tiempo.
Los secretos de “El Carrusel del Furo”
Serrat aprovechó el último concierto en tierra uruguaya para develar las historias detrás de algunos de sus grandes éxitos, como “El Carrusel del Furo” (del álbum “Para piel de manzana”, de 1975). “Furo” era el sobrenombre de su abuelo, contó, un sobrenombre habitual en los pueblos de Aragón que lo acompañó durante toda la vida y se transmitió de generación en generación.
Tras esta explicación, que hizo con una foto de su abuelo de boina de fondo, continuó: “Mi abuelo nunca existió porque su partida de bautismo, su licencia de matrimonio se perdieron todo en el incendio de 1931 cuando la iglesia de su pueblo ardió. Y tampoco existe partida alguna de defunción. Los franquistas que lo fusilaron tiraron su cuerpo por un barranco y jamás lo recuperamos. Pero seguimos buscándole”. Y el estadio, que lo escuchó en medio de un silencio sepulcral, estalló en aplausos.
Las alusiones al franquismo no acabaron ahí. Serrat —con la voz sorprendentemente intacta para sus 78 años y después de más de medio siglo de oficio—seleccionó para el repertorio “Nanas de la cebolla”, uno de los poemas de Miguel Hernández que musicalizó en su álbum de homenaje al autor de 1972, y contó la historia de esta composición que el poeta escribió a su mujer desde prisión luego del nacimiento de su hijo.
El cantautor no escatimó en éxitos durante las más de dos horas de recital, interpretando también muchas de las preferidas del público como “Penélope”, “Hoy puede ser un gran día”, “Cantares” —musicalización de uno de los poemas más célebres de Antonio Machado— “No hago otra cosa que pensar en ti” y, muy acorde al escenario que lo recibía, algunos de los poemas de Benedetti a los que puso su música y su voz.
Un estadio repleto acompañó al catalán en algunas de las canciones como “Cantares”. (Crédito: Ángela Reyes)
Un alegato contra los poderosos de siempre
En el álbum “Per al meu amic”, de 1973, Serrat le pide al padre en su canción “Pare” que le diga “qué le han hecho al río que ya no canta” y “qué le han hecho al bosque que ya no hay árboles”. El cantautor interpretó este tema en catalán en su concierto de despedida, y lo acompañó con un largo parlamento sobre el cambio climático y la degradación de la naturaleza, con una alusión especial a la Amazonía.
“Recién hemos empezado a tomar conciencia de la necesidad que tenemos de cambiar nuestros hábitos y el modelo de sociedad si no queremos que nuestros hijos y nuestros nietos hereden un planeta cada día más enfermo, y sabemos que la cosa es grave, y sabemos que es urgente tomar decisiones y decisiones severas pero los que podrían acelerar el proceso y revertir la situación, los que deberían acelerar este proceso (…) están ocupados en otras cuestiones, están ocupados en hacer plata, en comerciar, y parecen no tener prisa”, dijo, para recibir nuevamente una ola de aplausos de los asistentes que escuchaban en medio de un silencio de misa una canción de dolorosa actualidad.
“Seguir hasta que todos y cada uno de los casos se aclare”: el mensaje de Serrat sobre los desaparecidos
La fundación que cuida y promueve el legado de Benedetti (1920-2009) entregó a Serrat el día previo al concierto un premio en reconocimiento a la lucha por los derechos humanos y la solidaridad.
“Es una razón de vida”, dijo el cantante al recibir el premio. “Yo les aseguro que no me levanto por la mañana buscando solidaridades y derechos humanos que defender, pero la vida está ahí delante. Y luchar por los derechos humanos, a fin de cuentas, no es otra cosa que luchar por uno mismo. Es una actitud, en el mejor sentido de la palabra, egoísta, pero es así. Y la solidaridad es algo sin lo cual esta vida tendría mucho menos sentido”.
El cantautor hizo un llamado a luchar por la justicia y la libertad que hay que ganar “cada día” y advirtió: “si no peleamos por ella y si no mantenemos una actitud de defensa, nos la arrebatarán poco a poco. La historia ha sido así de clara con todos nosotros”.
Serrat compartió ese premio con la tribu Mundurukú del norte de la Amazonía brasileña, que en palabras de la fundación lucha contra las invasiones de los madereros que diezman sus árboles y de los garimpeiros que contaminan las aguas con mercurio.
El compositor recibió además un pañuelo y una remera de parte de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, una organización que lucha por encontrar a las personas desaparecidas durante la última dictadura militar del país (1973-1985).
Serrat recordó la cantidad de años que se ha luchado por dar con el paradero de las víctimas sin haber llegado a buen puerto. “Pues habrá que seguir. No queda otra. Hay que seguir con la esperanza que nos dieron las madres, con la esperanza que nos dieron las abuelas, con la esperanza y con el espíritu que habéis demostrado todo este tiempo. Los que venimos detrás tenemos que seguir hasta que todos y cada uno de los casos se aclare. Puede sonar realmente a una fantasía, pero también lo sonaba cuando se encontró el primero”, dijo, en uno de los momentos más emocionantes del reconocimiento que tuvo lugar apenas días después de la muerte de Hebe de Bonafini al otro lado del charco.
Un día después del premio, en los últimos minutos de su espectáculo, Serrat se despidió definitivamente del público haciendo honor al llamado de su amigo uruguayo, defender la alegría como una trinchera, y con un tema cuyo título lo resume lo que él mismo quería para su último concierto: “Fiesta”.