(CNN) – Las muertes por armas de fuego tuvieron un punto máximo, un pico, en Estados Unidos durante la pandemia de covid-19, con un número récord de fallecidos en 2021. Pero a medida que la epidemia de armas en Estados Unidos empeora, sus efectos no son iguales para todos.
Un nuevo estudio publicado este martes en JAMA Network Open analizó las muertes por armas de fuego en las últimas tres décadas: se perdieron en total más de un millón de vidas desde 1990. Los investigadores descubrieron que las tasas de mortalidad por armas de fuego aumentaron para la mayoría de los grupos demográficos en los últimos años —especialmente durante la pandemia— y que persisten grandes disparidades.
Aunque los datos recientes muestran algunos patrones familiares, la gran magnitud del problema lleva a Estados Unidos a estar ante un “nuevo momento en la historia de las muertes por armas de fuego”, dijo el doctor Eric Fleegler, médico de urgencias pediátricas e investigador del Hospital Infantil de Boston y de la Facultad de Medicina de Harvard, y coautor del estudio.
“En este momento, hemos asistido a un aumento que realmente no tiene parangón”, dijo. “Durante el tiempo de la pandemia de covid, que fue desde 2019 hasta 2021, vimos un aumento de más de 25% en las muertes, en apenas dos años. Eso nunca había ocurrido”.
En general, los hombres corren un riesgo significativamente mayor. Según el estudio, que utilizó datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU., casi el 86% de todas las muertes por armas de fuego desde 1990 se produjeron entre hombres. Los investigadores descubrieron que los homicidios con armas de fuego eran más elevados entre los hombres negros, y las tasas de suicidio con armas de fuego eran más elevadas entre los hombres blancos mayores.
Las tasas de homicidio con arma de fuego tanto para hombres como para mujeres casi se duplicaron entre 2014 y 2021, pero los hombres seguían teniendo más de cinco veces más probabilidades de morir que las mujeres. Las tasas de suicidio con arma de fuego también eran siete veces más altas entre los hombres que entre las mujeres en 2021, a pesar de que las tasas de suicidio entre las mujeres fueron aumentando con el tiempo.
Las disparidades raciales son aún más marcadas. La tasa de homicidios entre los jóvenes negros —142 muertes por homicidio por cada 100.000 hombres negros de 20 a 24 años— era casi 10 veces mayor que la tasa general de muertes por arma de fuego en Estados Unidos en 2021.
Las tasas de homicidio entre los hombres negros e hispanos fueron más altas en el grupo de edad de 20 a 24 años. Pero para los hombres blancos, la tasa fue más alta en el grupo de edad de 30 a 34 años. Al comparar estos grupos, la tasa de homicidio era casi cuatro veces mayor entre los hombres jóvenes hispanos en comparación con los hombres blancos, y la tasa de homicidio entre los hombres jóvenes negros era asombrosamente 22 veces mayor que entre los hombres blancos.
“Cuando pensamos en las disparidades, solemos pensar en un aumento del 20% o del 50%. En el caso de la mortalidad infantil en Estados Unidos, si se compara a los bebés negros con los blancos, la tasa de mortalidad se duplica. Es una cifra enorme”, dijo Fleegler. “Y aquí estamos hablando de más de 20 veces de diferencia. Se trata de diferencias de magnitud que se agravan. Y exigen atención”.
Un análisis a nivel de los condados mostró que la mortalidad por armas de fuego se desplazó del oeste hacia el sur con el paso del tiempo, ya que las tasas de homicidio por armas de fuego siguieron concentradas y en aumento en el sur y las tasas de suicidio por armas de fuego se extendieron más uniformemente por todo el país.
Además, las zonas urbanas presentaban una mayor carga de mortalidad por armas de fuego que las zonas rurales.
Hay dos factores clave que impulsan la violencia con armas de fuego en la comunidad, dice Jonathan Jay, profesor adjunto de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston: la desventaja a nivel del barrio y la exposición a la violencia con armas de fuego a nivel individual.
“La violencia armada es más probable en espacios que muestran signos de desinversión física. A veces eso se ve como lotes vacíos y descuidados o casas abandonadas que están tapiadas, tal vez una alta densidad de tiendas de licores y una baja densidad de opciones de alimentos saludables”, dijo.
Para Jay, que recibió una beca de los Institutos Nacionales de la Salud para estudiar las disparidades raciales en las lesiones por armas de fuego entre los jóvenes de EE.UU., no es de extrañar que los patrones de las tasas de mortalidad por armas de fuego no hayan hecho más que empeorar, porque la pandemia no hizo más que exacerbar las disparidades existentes.
“Tiene sentido que los peores impactos tempranos se produzcan en los barrios que se enfrentaban a las mayores desventajas e impactos de la segregación antes de la pandemia”, dijo. “Algunas personas han hablado de ello como un misterio en cuanto a por qué la violencia con armas de fuego seguiría siendo alta incluso cuando las cosas cambiaron durante la pandemia. Creo que una posible explicación es que las cosas —las condiciones sociales— no han cambiado tanto”.
Además, “la pandemia expuso a la gente a muchas cosas que la hicieron sentirse insegura y pueden haber hecho que los individuos sean más propensos a sentir que necesitan llevar un arma para protegerse”, dijo.
Los problemas de salud mental aumentaron durante la pandemia y la violencia se incrementó, pero un análisis separado de los investigadores de la Universidad Johns Hopkins encontró que las armas hicieron que esos problemas fueran significativamente más mortales. Entre 2019 y 2021, todo el aumento de los suicidios y la mayor parte del aumento de los homicidios se debió a las armas de fuego. La tasa de suicidios con armas aumentó un 10%, mientras que la tasa de suicidios sin armas disminuyó un 8%, y la tasa de homicidios con armas aumentó un 45%, mientras que la tasa de homicidios sin armas solo aumentó un 6%.
“Lo que hemos visto es que los factores de estrés económico y social durante el covid han exacerbado las disparidades de salud en todo el espectro”, dijo Ari Davis, asesor de políticas en el Centro de Soluciones para la Violencia Armada de la Escuela de Salud Pública Bloomberg, de Johns Hopkins.
“Los mismos factores de estrés —aislamiento social, recorte de servicios sociales y apoyo— son factores de riesgo ante la violencia. Creo que todas esas cosas han contribuido a un aumento generalizado, pero que se ha descargado desproporcionadamente sobre los más vulnerables”.
La investigación publicada el martes “confirmó gran parte de lo que ya sabíamos”, escribieron los investigadores de la Universidad de Michigan en un editorial relacionado: hay una amplia diferencia entre géneros, una brecha entre las zonas urbanas y rurales y disparidades raciales en las tasas de mortalidad por armas de fuego en Estados Unidos.
“Esta carga no se distribuye de forma equitativa, y los recientes aumentos de las tasas de mortalidad por armas de fuego son más pronunciados entre los grupos demográficos y las regiones que ya estaban entre los más afectados”, escribieron.
Con todo, el análisis sirve también para identificar los grupos de alto riesgo que más podrían beneficiarse de intervenciones específicas.
El doctor Christopher Rees, médico del servicio de urgencias del Children’s Healthcare de Atlanta, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Emory y coautor del estudio, se trasladó de Boston a Atlanta hace poco más de un año. Dice que ha atendido a “muchos más” niños heridos por armas de fuego en Atlanta que en Boston, experimentando las mismas tendencias que encontró en su investigación.
“Cada vez que sucede pienso: ‘Uno, esto es horrible. Dos, este es el hijo de alguien’. E inmediatamente pienso en mis dos hijos en casa. Y luego, tres, pienso: ‘Esto no tenía que pasar, especialmente a un niño’”, dijo. “Es muy personal cada vez”.