Nota del editor: Esteban Campanela es un periodista argentino. Estudió en la Universidad del Salvador en Buenos Aires. Trabajó en medios argentinos como La Nación y TyC Sports. Actualmente es el jefe de buró de CNN en Español en Buenos Aires.
(CNN Español) – Lionel Messi está distinto. Su semblante es diferente. Sonríe desde que saluda a todos los niños en el túnel, antes de salir al campo de juego. Canta el himno de su país con el corazón. Durante los partidos se lo ve concentrado —como siempre— pero sin presión. Transmite seguridad. Asume el peso de patear los penales. Incluso convirtió el siempre difícil primer tiro en la serie ante los Países Bajos.
Lejos quedó el triste recuerdo de su renuncia a la selección argentina tras perder la final de la Copa América 2016. Ya sanó la cicatriz de la final del mundo de Brasil 2014. Y más lejos todavía quedó ese momento de su carrera en el que disfrutaba en el FC Barcelona y sufría con la camiseta argentina. En este ciclo conducido por Lionel Scaloni, es líder dentro y fuera de la cancha. En Qatar, el capitán argentino logró su evolución definitiva: tiene lo mejor de Maradona y lo mejor de Messi.
Las líneas de este artículo deberían ser infinitas para dimensionar la carrera del rosarino. Un breve resumen basado en hechos, como nos gusta en CNN, sería decir que jugó 1.002 partidos con 684 victorias, 192 empates, solo 126 derrotas y anotó 791 goles. Ha ganado siete veces el Balón de Oro, premio anual que se otorga al mejor jugador del mundo y 35 títulos con el Barcelona. Allí fue el protagonista del equipo de Pep Guardiola que cambió el paradigma en el mundo del fútbol y rompió todos los récords. También en la selección argentina. Tiene 171 partidos y 96 tantos. Es el máximo goleador en mundiales con 11 y el máximo en asistencias con 8. En la final de este domingo llegará a 26 partidos disputados en copas del mundo y superará al alemán Lothar Matthäus como el que más jugó en la historia. Pero nada de esto le importa. Para Messi, siempre el partido más importante es el próximo. Y en este caso, mucho más.
La relación con la camiseta celeste y blanca fue de menor a mayor. Su talento despertó ilusiones desde temprano. Debutó con 18 años en un amistoso ante Hungría. Increíblemente, solo jugó unos segundos por una injusta expulsión. José Pekerman lo convocó para Alemania 2006, donde anotó su primer gol en mundiales ante Serbia y Montenegro. Sin embargo, el entrenador no le dio minutos en la eliminación ante los locales. La imagen del pelilargo crack en el banco fue tema de debate durante los siguientes cuatro años.
Para el Mundial de Sudáfrica 2010 ya sucedía algo impensado. Algunos osaban comparar a Messi con Maradona. Su gambeta en velocidad, su zurda indescifrable y su capacidad goleadora empezaban a desafiar a la leyenda más grande de Argentina. El destino quiso que el mismo Diego fuese su entrenador en ese torneo donde Alemania volvió a ser el verdugo.
Brasil 2014 parecía el escenario perfecto para que el alumno superase al maestro. La selección de Alejandro Sabella llegó a la final, después de 24 años. Ganar un Mundial en el Maracaná de Río de Janeiro podía medirse de igual a igual con los dos goles históricos de Maradona ante Inglaterra en México 1986. Pero otra vez, el tango tuvo un final amargo.
El conjunto de Jorge Sampaoli para Rusia 2018 fue el más débil de los que participó Messi. Apenas sobrevivió la primera fase y sufrió una dura derrota ante la futura campeona Francia en octavos de final.
Tras la eliminación, muchos técnicos no querían dirigir a la selección argentina. Se hizo cargo Lionel Scaloni, un exjugador sin experiencia como entrenador. Su equipo disputó la Copa América Brasil 2019 y fue eliminado en semifinales ante el anfitrión. La maldición se mantenía. Argentina no ganaba un torneo de mayores desde 1993.
La Copa América 2021 cambió todo. Iba a disputarse en Argentina, pero por la pandemia de coronavirus debió mudarse. Fue a Brasil nuevamente. Y allí nació la Scaloneta. Otra vez Messi jugaba una final en el mítico Maracaná y ante los locales. Fue 1 a 0 y se terminó la sequía. El crack lloraba desconsolado, había conseguido lo que por tanto tiempo buscó. Llevó la gloria a su tierra.
Ese equipo se fue forjando a base de triunfos. Llegó a Qatar con 36 partidos invicto. Pero un golpe inesperado en el debut ante Arabia Saudita congeló los corazones argentinos. Las palabras de un Messi “maradoneano” llegaron para calmar las aguas: “Le decimos a la gente que confíe”. La gente confió, la Scaloneta no defraudó y Messi está jugando el mejor Mundial de su vida.
Los argentinos amaron sin límites a Diego Armando Maradona por su inmenso talento, su temperamento y liderazgo en los momentos más complicados y, fundamentalmente, porque le hizo creer a todos que el fútbol era ese lugar donde los débiles podían tener revancha ante los poderosos. Su legado está marcado por la lucha, los amores, los odios, los errores y los aciertos más grandes.
Lionel Andrés Messi lo supera en todas las estadísticas y su conducta fuera del campo de juego es impecable. Es un hombre de familia humilde y respetuoso. La Copa del Mundo es lo único que le falta para ser reconocido de manera unánime como el más grande de todos los tiempos ¿Podrá Messi ser el héroe del sufrido pueblo argentino?
Nota al pie: Invito a los lectores a buscar el primer gol de penal de Messi a los Países Bajos y prestar atención a una repetición que toma el arco desde atrás. En el lugar exacto en el que la pelota impacta la red, se ve una bandera con un rostro muy especial. ¿Imaginan de quién?