La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) cuenta con este nuevo museo en su acervo cultural, que fue inaugurado el año pasado y abierto al público hace pocos meses. El espacio, construido gracias a una donación de la Fundación Carlos Slim, resguarda cuatro de las principales colecciones del Instituto de Biología, dijo Ahumada: las de aves, reptiles, anfibios y mamíferos.
Una escalera de ADN
Al entrar en el museo, lo primero con lo que te encuentras es una planta circular y en el centro una escalera. Su diseño, por supuesto, no es casual. “Es una escalera de caracol que representa el ADN, que es una molécula que contiene toda la información genética de los seres vivos desde el más pequeño hasta el más complejo”, explicó Ahumada.
El diseño de la escalera refleja, según su explicación, “el vínculo en donde se juntan la arquitectura con la biología”, porque permitió conceptualizar una idea compleja como la del ADN en “algo tan tangible y tan cotidiano como es una escalera y una circulación en un museo”.
“Para cualquier arquitecto diseñar un museo es un reto porque no nada más hay que pensar como arquitecto sino también hay que pensar como lo que el museo requiere”, dijo al respecto Ahumada, que debió zambullirse en el mundo de la Biología para poder diseñar el museo, que es de entrada gratuita y se puede visitar seis días a la semana.
Cómo reflejar la biodiversidad en una fachada
La fachada, así como la escalera, tiene un significado clave. Está hecha con módulos dinámicos de aluminio de 80 cm. “que permiten respetar la forma circular del edificio” y mantener aquellos espacios que no pueden estar iluminados —como el auditorio o ciertas áreas de investigación– sin luz, dijo Ahumada.
Pero sobre todo la fachada es un reflejo del concepto de la biodiversidad porque es cambiante. “Es una fachada dinámica como lo es la biodiversidad y que responde a la situación climática de cada día”, explicó Ahumada.
Abrir la investigación a los visitantes
El museo cuenta con tres niveles, que suman en total 12.000 metros cuadrados de exhibición y archivo. El objetivo desde el momento en que se pensó es que los espacios de investigación y de laboratorio “no quedaran encerrados”, dijo Ahumada.
Lo que buscaron es que “parte del recorrido sea ver hacia el interior de los laboratorios”, detalló la arquitecta. “Lograr esta combinación de dos espacios que normalmente no se unen, que el espacio de investigación, donde se crea todo el contenido, está expuesto hacia el exterior, y que se forme este vínculo que despierte el interés en el visitante o en el estudiante en saber ¿cómo es que funciona un laboratorio? ¿Cómo trabajan los biólogos?”, explicó.
Otro espacio de gran provecho para los estudiantes es la biblioteca digital que se encuentra en el sótano, piso en el que también hay un área para exhibiciones temporales, ya que allí los jóvenes cuentan con herramientas como computadoras con acceso a internet para utilizar y “que promueve que el visitante se quede, investigue, participe”.
Un final muy especial con el nombre de Mario Molina
Si se completa el recorrido de manera guiada, termina con un caso de éxito: el de Mario Molina.
En el museo está exhibida la medalla del Premio Nobel de Química Mario Molina, quien obtuvo el galardón en 1995 por su aporte en la investigación sobre el papel de ciertos gases en la capa de ozono.
“Es un ejemplo de éxito que también permite que el visitante o el estudiante o el niño que viene al museo pueda ver cómo se puede, cómo un mexicano, un investigador, un universitario logró el mayor premio y el mayor reconocimiento en la ciencia a nivel mundial”, explicó Ahumada.