(CNN Español) – Pelé dejó una huella en el fútbol que quizá ningún otro jugador pueda repetir.
El brasileño es para muchos el mejor futbolista de todos los tiempos. Por lo menos, es el único en la historia que ganó tres Copas del Mundo.
Pero además de eso, su bondad y su imagen casi intachable fuera de las canchas lo convierten en un ícono histórico del fútbol.
“Esta es una gran responsabilidad. Me siento muy cómodo aunque algo que no puedo descifrar es por qué Dios me dio este regalo. Esto ha sido un regalo de dios, y yo trato de ser la mejor persona posible. Intento ser respetuoso, trato prepararme y siempre gozar de buena salud. Pero lo más importante es respetar a la gente”.
Pelé supo llegar a un lugar de privilegio a través del balompié, pero lo cierto es que primero tuvo que aprender a vivir en el sector más bajo de la sociedad brasileña.
Ídolo del fútbol a temprana edad
Nació en el año 1940 en una zona precaria del estado de Minas Gerais. Allí descubrió el fútbol a una edad muy temprana, y su progresión fue tan rápida, que debutó con el primer equipo del Santos cuando tan sólo tenía 15 años.
Un año después, ya se había puesto la camiseta de la selección brasileña.
Pelé todavía era un adolescente cuando dejó estampado por primera vez su nombre en la historia de los mundiales. Eso fue en Suecia 1958.
Ahí, O Rei rompió todos los récords. Se convirtió en el primer futbolista de 17 años en ganar una copa del mundo, tras vencer al equipo anfitrión sueco, al que le anotó 2 goles en la final del torneo. Ese fue el primer título mundial en sus vitrinas.
Cuatro años después, Pelé también integró el Brasil que repetiría éxitos en el mundial de Chile ’62. Segundo Mundial, y segundo título para el 10 de la canarinha.
Aunque el torneo tuvo un gusto más agridulce que el anterior. Es que el crack sufrió un esguince en el segundo partido del torneo, ante Checoslovaquia, y no volvió a jugar en ese mundial.
Pese a ello, ese año 1962 terminó siendo redondo para Pelé. El crack del Santos llevó a su equipo a ganar el torneo brasileño, la Copa Libertadores y la Intercontinental.
Esas son tres proezas que el astro y el Santos supieron repetir al año siguiente.
Pelé ya era considerado el mejor de la época.
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Pelé, ícono también fuera de la cancha
Pero el poder de su imagen no sólo se reflejaba dentro de la cancha, sino que también fuera de ella.
En 1967, O Rei y el Santos disputaron un amistoso en Nigeria que detuvo por dos días la guerra civil que desangraba al país africano. El recuerdo de aquello, para Pelé, fue imborrable.
“La gente allí amaba tanto el fútbol que suspendieron la guerra para ver jugar al Santos en África. Esto fue fantástico. Fue algo indescriptible.”
Es que ver a Pelé jugar, era sorprendente. Su rapidez, su agilidad y su capacidad goleadora deslumbraban a un público que, hasta entonces, no había visto sobre una cancha a un futbolista igual.
Su olfato anotador era tal, que cuando todavía no había cumplido los 30 años, el astro alcanzó lo que nadie en la historia ha podido repetir de manera oficial: marcar su gol número 1000. En esta ocasión, ante el Vasco da Gama.
El momento obligó al árbitro de aquel encuentro a parar el partido.
“Un amigo mío, que es un comediante en Brasil, me dijo: ‘Escucha, dios paró el juego porque quería que todos vieran tu milésimo gol. Por eso es que quiso que fuera un tiro penal”.
Con los mil goles en el bolsillo, el crack tenía al año siguiente un logro quizá aún más grande por alcanzar: convertirse en el primer futbolista en ganar tres mundiales.
Esto sucedió en México 1970, donde Brasil se quedó con la copa tras superar a Italia, sin perder o empatar un sólo partido. Pelé fue elegido como el mejor jugador del torneo, y además se quedó con un sobrenombre que lo acompañó por el resto de su vida: “O Rei”.
“Sería muy difícil que surja otro Pelé”
Ya casi sin marcas por romper, Pelé se retiró del fútbol en 1977, tras jugar las últimas temporadas de su carrera en el Cosmos de Nueva York.
A sus 36 años, O Rei al final colgaba los botines con los que anotó un total de 1.281 goles.
Pese a su retiro, el brasileño mantuvo su relevancia, no sólo en el mundo del fútbol, sino que también en la política internacional.
Pelé trabajó como embajador de las Naciones Unidas, en defensa de la ecología. También participó en eventos de la FIFA en incontables ocasiones, e incluso fue nombrado en 1997 caballero de honor por la reina Isabel segunda de Inglaterra.
Pelé fue un ícono en el mundo y un tesoro nacional para Brasil. Es por eso que su muerte ha sido capaz de detener a un país de más de 200 millones de habitantes.
Como él mismo ha dicho entre risas, nunca habrá otro Pelé.
“Sería muy difícil que surja otro Pelé. Es que mi madre y mi padre ya han cerrado la fábrica”.
Adiós a su majestad, adiós a O Rei.
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