CNNE 1322461 - ¿cuan frecuentes son los paros cardiacos en los deportistas?
¿Cuán frecuentes son los paros cardíacos en el terreno de juego como en el caso de Damar Hamlin? Un médico lo explica
03:12 - Fuente: CNN

Nota del editor: Jeff Pearlman es autor de 10 libros, entre ellos el último, “The Last Folk Hero: The Life and Myth of Bo Jackson”. Las opiniones expresadas aquí le pertenecen únicamente a su autor.

(CNN) – Lo más probable es que nunca hayas visto la fotografía.

Existe, en los archivos del Detroit Free Press, una desgarradora imagen en blanco y negro que apareció en la página 1D del diario matutino del 25 de octubre de 1971.

Allí, tendido boca abajo en un campo lodoso, descansa el cuerpo de Chuck Hughes, receptor de los Detroit Lions, que momentos antes había corrido 15 yardas hacia la secundaria de los Chicago Bears, se detuvo, se agarró con ambas manos el pecho y luego se desplomó sobre su estómago.

George Puscas, editor ejecutivo de deportes del Detroit Free Press, escribió: “Desde el momento en que Dick Butkus, el enorme linebacker de los Chicago Bears, empezó a agitar la mano frenéticamente hacia el banquillo de los Lions, era obvio que Chuck Hughes estaba en serios problemas”.

Los médicos entraron en el campo. Se llamó a una ambulancia. Los 54.418 espectadores del Tiger Stadium enmudecieron.

A las pocas horas, Hughes, de apenas 28 años de edad, fue declarado muerto de lo que resultó ser una trombosis coronaria: un coágulo de sangre que causó un infarto. Sigue siendo el único jugador de la NFL que ha muerto durante un partido.

Tras la tragedia del lunes por la noche en Cincinnati, cuando el safety de los Buffalo Bills Damar Hamlin sufrió un paro cardíaco en el campo y fue trasladado de urgencia al Centro Médico de la Universidad de Cincinnati, donde permanece hospitalizado en estado crítico, no puedo evitar pensar en Hughes y en el fútbol y en lo que la NFL quiere que veamos (y lo que no).

La Liga Nacional de Fútbol es la tierra de los refrescos. Y de las papas fritas. Es la tierra de las camisetas bordadas de US$ 169 y de las gorras de US$ 59 (ambas disponibles ahora en NFL.com, con envío gratuito si las pides cuanto antes). Esla tierra de las aplicaciones de apuestas y las ligas de fantasía; de los cascos brillantes y los uniformes de colores y las animadoras con poca ropa y los adultos vestidos como animales de corral esponjosos. La NFL existe para seducir tus sentidos, atraer tus dólares y dar vida a tus agresiones reprimidas cada domingo por la tarde. Es ¡BOOM!, ¡POW! y ¡POP!

Lo que la NFL no hace bien es… enfrentarse a la realidad.

Cuando, en 1971, Hughes fue retirado del campo, los directivos de la liga sabían que estaba muerto (“Llegamos a él y no tenía pulso”, dijo el Dr. Richard A. Thompson, un osteópata en la escena), y luego tardaron 10 minutos en decidir que el juego debía continuar.

No es una exageración: literalmente, a los 10 minutos de cargar el cuerpo sin vida de Hughes en una camilla, el mariscal de campo de los Lions, Greg Landry, completó un pase de 12 yardas a Charlie Sanders. Después, los miembros de ambos equipos estaban horrorizados (“Ojalá hubieran suspendido el partido”, dijo Bob Wallace, de Chicago), pero tenían poca influencia en lo que sucedía. Había un estadio lleno de aficionados. Había un título de división por el que luchar. Había cheques por cobrar.

Cincuenta y dos años después de la tragedia de Hughes, el partido Bills-Bengals se suspendió con razón tras el colapso de Hamlin. Y mientras Hamlin, de 24 años, natural de Pittsburgh y un hombre descrito como “caritativo”, “entrañable” y “cariñoso” por quienes le conocen, lucha por su vida, debemos esperar una recuperación completa.

Pero también parece razonable hacer lo que la NFL odia y plantear preguntas reales sobre el deporte que tantos de nosotros amamos.

A saber, ¿está todo esto bien? Aunque lo que le ocurrió a Hamlin aún no está claro, sufrió un paro cardíaco tras lo que a muchos observadores les pareció un golpe común y corriente. En cualquier caso, su historia y la de Hughes hacen imposible, a un nivel más profundo, que aquellos de nosotros que amamos y vemos este juego evitemos sus cuestiones morales. Un juego que provoca tanto dolor y sufrimiento, ¿es una búsqueda razonable en una sociedad ilustrada? ¿Deberíamos hablar más sobre el estudio de la Universidad de Boston de 2017 que encontró Encefalopatía Traumática Crónica (CTE) en el 99% de los cerebros obtenidos de los jugadores de la NFL, así como en el 91% de los jugadores de fútbol universitario? ¿Podemos cuestionar la conveniencia de que hombres adultos se golpeen contra hombres adultos? ¿Podemos debatir si las ligas juveniles de tacleo son una afirmación de la vida o una locura?

Tras la colisión de Hamlin con el receptor de los Bengals, Tee Higgins, una cuenta afiliada a la NFL tras otra tuiteó que no debemos ver la repetición del golpe. Que es demasiado explícito; demasiado perturbador; demasiado irrespetuoso.

Algunos de los aficionados que están de acuerdo con esto intentan mostrar respeto, pero viniendo de voces asociadas a la NFL, empezó a sonar demasiado a dogma no oficial/oficial: Bebe tu Pepsi. Cómete tus Tostitos. Ponte el dedo de espuma. Solo no te enfoques en la carnicería.

Pero tal vez, solo tal vez, necesitamos ver la realidad detrás de la ostentación en todos sus horribles detalles. Estas son personas reales, con vidas fuera del campo y esfuerzos fuera del campo. Hamlin es un hijo, un hermano, un amigo. Inició su propia campaña de colecta de juguetes para los niños de su antiguo barrio en el área metropolitana de Pittsburgh. “Un joven generoso y amable”, escribió Andrew Fillipponi, periodista de Pittsburgh.

Anoche, poco después de la lesión de Hamlin, un hombre de 53 años estaba sentado en su casa de San Antonio, Texas, cuando recibió un mensaje de texto de su madre. TIENES QUE PONER EL PARTIDO DE FÚTBOL. UN JUGADOR SE DESPLOMÓ.

Brandon Hughes solo tenía un año cuando su padre murió en la cancha del estadio de los Tigres, pero en cuanto vio lo que le había ocurrido a Damar Hamlin, las emociones lo golpearon con fuerza. “Todo lo que decían me resultaba tan familiar”, me dijo Brandon, empleado de una empresa de fondos de inversión. “Pero no paraban de hablar de que esto no tiene precedentes, de que esto no tiene precedentes. Pensé: ‘No, no es así. En absoluto’”.

Brandon Hughes llamó a su madre, Sharon, que ahora tiene 77 años pero enviudó a los 24. Sonaba entristecida, tanto por la incertidumbre sobre el futuro de Hamlin, como por los ecos familiares de tragedias pasadas.

“Todos estos periodistas son demasiado jóvenes para acordarse”, le dijo a su hijo. “Pero yo he visto esto antes”.
“Lo he visto”.