(CNN) – Era la víspera de Año Nuevo, una de las festividades más preciadas en Rusia. Los reclutas en la guerra del presidente de Rusia, Vladimir Putin, contra Ucrania, cientos de ellos movilizados hace solo unos meses, fueron alojados en barrancas improvisadas en una escuela vocacional en la ciudad ocupada de Makiivka, en la región de Donetsk. Al lado había un gran depósito de municiones.
Los soldados extrañaban a sus esposas y a sus familias, así que encendieron sus teléfonos celulares y llamaron a casa. De repente, cohetes HIMARS, armas de precisión guiadas por satélite que Estados Unidos suministró a Ucrania, impactaron en la escuela, destruyéndola casi por completo e incendiando el alijo de municiones.
Así, al menos oficialmente, es cómo el ejército ruso explica el ataque más mortífero conocido contra sus fuerzas en Ucrania desde que comenzó la guerra, en febrero de 2022. El Ministerio de Defensa culpó a las propias tropas, alegando que la “causa principal” del ataque fue el uso de celulares “contrario a la prohibición”. Las tropas rusas tienen prohibido usar teléfonos celulares personales en el campo, ya que sus señales han sido geolocalizadas.
Pero esa explicación, y los detalles del ataque que han surgido, encendieron un juego de culpas nacional extraordinariamente público entre los rusos.
Comenzó con el número de muertos. El Ministerio de Defensa ruso dijo inicialmente que 63 soldados murieron, y luego aumentó esa cifra a 89. Ucrania afirmó que fueron aproximadamente 400 los muertos. Pero incluso los blogueros rusos a favor de la guerra, un elemento cada vez más influyente en la forma en la que los civiles rusos obtienen información sobre lo que realmente sucede en Ucrania, desestimó el recuento oficial, estimando que habían muerto cientos de soldados. El número real aún no se conoce.
Uno de esos blogueros, Semyon Pegov, que usa el nombre en línea “War Gonzo” y a quien recientemente Vladimir Putin le otorgó una medalla, también rechazó la afirmación de los militares sobre los teléfonos celulares, calificándola de “intento descarado de difamar y echar culpas”.
“Grey Zone”, otro bloguero, llamó a la explicación del teléfono celular una “mentira del 99%”, un intento por evadir la responsabilidad. Dijo que era más probable que el ataque se debiera a una falla de inteligencia.
Los legisladores rusos intervinieron, exigiendo una investigación sobre quién había ordenado que tantas tropas fueran alojadas temporalmente en un edificio desprotegido. Sergey Mironov, un destacado político y líder del partido, dijo que debería haber “responsabilidad penal personal” para cualquier oficial u otro personal militar que haya tomado esa decisión. Y, dando a entender que los militares tenían un enfoque laxo de la guerra, advirtió: “Es hora de darse cuenta de que no será lo mismo que solía ser”.
“Esta es una batalla por el futuro de Rusia”, dijo Mironov. “¡Debemos ganarla!”
Los comentarios de Mironov tocaron un nervio sensible. Los intransigentes como él piensan que la “movilización parcial” de reservistas de Putin hecha en septiembre y en la que se convocó a 300.000 hombres, no fue suficiente. Quieren una movilización total que ponga a todo el país en pie de guerra. Y quieren vengarse de Ucrania.
Sin embargo, hasta el momento nadie —al menos públicamente— culpa a Vladimir Putin por las muertes. Margarita Simonyan, editora en jefe de la red internacional estatal RT y habitué en los programas de entrevistas de la televisión rusa, dijo que esperaba que “los funcionarios responsables rindan cuentas” y se divulguen sus nombres. Pero también insinuó que el ataque podría alimentar el descontento público: “Ya es hora de entender que la impunidad no conduce a la armonía social. La impunidad lleva a más crímenes y, como consecuencia, a la disidencia pública”.
Muchos de los soldados que perecieron en Makiivka procedían de Samara, una ciudad a orillas del río Volga en el suroeste de Rusia. Sus familias están de luto, por lo que llevan claveles rojos a un raro servicio conmemorativo público, mientras los sacerdotes dirigieron las oraciones y un coro cantó la liturgia de los jóvenes recién enviados al frente.
El reconocimiento por parte del Ministerio de Defensa de que un número significativo de tropas movilizadas había muerto en el ataque así como el debate abierto entre los bloggers militares, son señales de que el Kremlin se toma muy en serio el ataque en Makiivka. Después de todo, el Gobierno de Putin tiene los medios para dejar de informar sobre eventos que no quiere que el público sepa.
Incluso en esta discusión “abierta”, varios comentaristas han planteado la posibilidad de que los “informantes” hayan alertado al enemigo, una teoría conspirativa que los medios de propaganda estatales de Rusia suelen promover. Luego está la queja habitual después de casi cualquier tragedia en Rusia, atribuyéndola a la “Khalatnost” o, en otras palabras, la negligencia.
Pero el dedo de la culpa, hasta ahora, apunta solo a los líderes militares, no más arriba. El presidente Putin no ha hecho ningún comentario público sobre el ataque de Makiivka, un fuerte indicio de que tiene la intención de mantenerse lo más lejos posible de una debacle obvia.